«Iluminando con luces artificiales las sombras que molestan en Casen» Respuesta de Claudia Sanhueza* a Felipe Kast a través de ciperchile.cl

Este fin de semana el ex ministro de Mideplan Felipe Kast analizó en El Mercurio la encuesta Casen 2012. Entre las afirmaciones que hizo, destacan: “nunca habíamos estado tan cerca de dar el golpe final a la pobreza extrema”; “la desigualdad retrocede (…) para los hogares del 10% más pobre sus ingresos aumentaron en 35%, mientras para el 10% de mayores ingresos se observa una leve caída”; y “las familias más pobres son menos dependientes del Estado que hace dos años”. En esta columna, Claudia Sanhueza, Profesora, Instituto de Políticas Públicas de la U. Diego Portales, refuta punto por punto las afirmaciones de Kast. Sostiene que estas responden a una mirada “poco objetiva y autocomplaciente” y que la discusión en torno a la Casen ha sido un “show comunicacional de baja calidad”.

Lamento la reflexión del ex ministro Felipe Kast este sábado (4 de agosto) en El Mercurio. Su mirada es poco objetiva, autocomplaciente y miope para analizar las cifras de pobreza y desigualdad que entrega la encuesta Casen. Tal vez el tiempo y la distancia lo ayuden a observar con altura de miras los datos. Por ahora, me limito a ampliar la mirada miope de su reflexión y corregir los desaciertos de sus palabras.

Primero, no entiendo por qué tanta celebración con la caída puntual de la pobreza entre 2009 y 2011. Es correcto decir que cayó en esos dos momentos en el tiempo, pero la pobreza aún permanece más alta de lo que era en 2006 y eso no es para celebrar. Peor aún: desde 2006 hasta ahora hemos aumentado nuestro PIB en 20% y el PIB per cápita en 15%, mientras que en términos reales no hemos logrado bajar sino subir la pobreza en Chile, algo definitivamente que no da alegría.

Segundo, aun cuando los datos de desigualdad también presentan una baja entre 2009 y 2011, la desigualdad ha subido también con respecto al año 2006. Por otra parte, no entiendo por qué se insiste en registrar la desigualdad usando deciles, cuando este índice no cumple con la mayoría de las propiedades deseables de un indicador de desigualdad. Es más, no es usado seriamente por ninguna entidad internacional ni académica. Para medir cómo ha evolucionado la desigualdad el índice que debemos evaluar es el Gini. Y en Chile este indicador se encuentra estancado donde siempre: en uno de los niveles de desigualdad más altos del mundo. Nada de qué alegrarse tampoco.

Tercero, como la pobreza no ha disminuido en media década, esto significa que en estos años los ingresos laborales de las familias no permiten a los trabajadores sacar a sus familias de la pobreza. Cuando medimos la pobreza en términos monetarios, la única forma de reducirla es a través del aumento ya sea de los ingresos laborales o de los subsidios monetarios, y ninguno de los dos ha permitido reducirla. En estos años hemos tenido Chile Solidario, Reforma Previsional, aumentos en el Subsidio Único Familiar, entre otros, y nada ha pasado.

 

Cuarto, cuando en un país las políticas sociales son reducidas y focalizadas, y el mercado es quien provee la protección social (AFPs, Isapres, Créditos para educación, privados que lucran en educación, entre otros), la pobreza no se acaba. El Gráfico 1 muestra la pobreza de Estados Unidos entre 1960 y 2003 (línea negra). En este podemos ver los vaivenes de esta, pero simplemente no baja del 10% desde los años 80. El gráfico 2 muestra la pobreza en Chile, y la última media década muestra el similar patrón de un Plateau que se observa en Estado Unidos. Cabe decir que tanto Estado Unidos como Chile no han actualizado su medición de pobreza oficial nunca, lo que las hace comparables.

Más aún, en los países que tienen cifras de pobreza de menos del 5%, se observa un diseño de política social de garantías sociales universales, no políticas sociales focalizadas y reducidas a la “extrema pobreza”. Eso permite a la sociedad tener un verdadero piso mínimo social. Cuando la educación y salud son garantizadas y universales, no se desembolsa ingreso en pagarlas, y por ende, constituyen un ingreso ético real. También se observan sindicatos más poderosos, son los trabajadores los responsables de negociar el Salario Mínimo, no el Congreso ni el Gobierno. Los trabajadores con su organización son los verdaderos motores de una mayor redistribución al interior de las empresas.

 

Quinto, no hay razones ni técnicas ni de política pública para aumentar la frecuencia de la encuesta Casen. Esta es una encuesta grande y cara que sirve para estimar las tasas de pobreza y desigualdad y el impacto de las políticas sociales. Sin embargo, no sirve para identificar a los más pobres, ni menos para identificar las causas de la pobreza. Para eso necesitamos instrumentos diferentes que no tenemos, como declaraciones de ingresos y encuestas longitudinales (PSID en Estados Unidos o BHPS en el Reino Unido). De hecho, entre el 2006 y el 2009 se estaba aplicando una encuesta con los estándares del BHPS cuyos datos no han sido liberados, y se ha descontinuado.

Chile tenía una encuesta longitudinal pequeña tomada en los años 1996, 2001 y 2006, que por falta de recursos no se aplicó el año 2011. Esta encuesta longitudinal nos permitió tener el hallazgo más importante de los últimos 30 años en términos de estudios de pobreza: la pobreza es una situación dinámica y aun cuando tengamos 14% bajo la línea de pobreza, el 40% de la población es vulnerable de caer en pobreza. Lo único que lograremos con Casen más seguidas es que más a menudo veamos un show comunicacional de baja calidad –como el que hemos visto- tratando un tema tan delicado.

Sexto, el Observatorio Social de la Universidad Alberto Hurtado, organización que se adjudicó la aplicación de la encuesta Casen 2009, en que por primera vez en la historia no se asigna directamente, trabajó codo a codo con el equipo que todos los años había trabajado tomando la encuesta Casen en Mideplan, y bajo los términos de referencia visados por la Contraloría General de la República. Por lo demás, fue la primera vez que se entregó información adicional de las hojas de rutas, dejando un precedente histórico, que finalmente entrega la posibilidad de hacer análisis serios de calidad de datos.

Séptimo, es verdad que los datos de satisfacción personal son una cara del bienestar de la población que no teníamos, sin embargo la literatura internacional es crítica con respecto a la utilización de indicadores subjetivos de felicidad versus los datos objetivos. No se pueden analizar los indicadores de satisfacción personal subjetivos omitiendo los datos de salud mental en los resultados de felicidad.

Con todas estas sombras, y observando las luces artificiales con que algunos intentan iluminarlas, cuesta pensar que el descontento social actual logre mejorar. El cálculo político, la liviandad en el análisis, los titulares del diario solamente tienen efectos de corto plazo, y no van a lograr transformar la realidad, no se hace magia con ellos.

Finalmente, la actual medición de pobreza está obsoleta y cada vez cuenta con menos legitimidad social. La pobreza representa la incapacidad de participar en la vida normal de nuestra sociedad debido a la carencia de recursos de nuestra actual sociedad y no de la que teníamos en 1987. Es decir, cerca de 25 años atrás. Por lo tanto, moverse a una línea de pobreza relativa o actualizar la actual Canasta Mínima son pasos ineludibles.

Ahora bien, el Compendio de Mejores Prácticas en la Medición de la Pobreza (2007) recalca que cuando se examinan los métodos de medición de la pobreza se está poniendo en juego el tipo de políticas sociales que se están desarrollando, pues toda medición de pobreza tiene consecuencias políticas ineludibles. Por lo tanto, el ejercicio de discutir sobre cuál es el método más adecuado para medir pobreza, requiere de una discusión pública a partir de los avances o desarrollos que en el campo científico han surgido sobre este fenómeno.

En este sentido, cuando se habla de pobreza multidimensional, es bueno que el Gobierno y la Ciudadanía sepan que la identificación de las dimensiones y los umbrales a incluir en una medición multidimensional de pobreza corresponde a procesos de elección que carecen de neutralidad y requieren de una intensa discusión entre las diferentes disciplinas y actores relacionados.

Las dimensiones son diferentes en un marco normativo de Derechos Sociales, que en uno de Necesidades Básicas Insatisfechas, y por ende será sustancial elegir este marco para elegir las dimensiones.

* Claudia Sanhueza es economista y profesora del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Diego Portales. Fue jefa del proyecto CASEN 2009 como parte de su labor académica en la Facultad de Economía y Negocios, de la Universidad Alberto Hurtado.

http://ciperchile.cl/2012/08/06/iluminando-con-luces-artificiales-las-sombras-que-molestan-en-casen-respuesta-a-felipe-kast/

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