La alegría llegó ¿No?

“Lo que van a ver a continuación está enmarcado dentro del actual contexto social”. Esa es la frase que repite el protagonista de la película NO cada vez que presenta una campaña publicitaria a sus clientes. Y lo que van a ‘leer’ a continuación está enmarcado dentro del actual contexto social: un país marketero, despolitizado, con los malls como plaza pública y los realitys como tema de pasillo, a pesar de que algunos queramos creer que se derrumba el modelo.

Un país de campaña publicitaria: más de alguno creyó que la alegría llegaría, golpearía la puerta del hogar y se sentaría en el comedor familiar. O que prestando el voto se ‘cambian las cosas’. O que la gaseosa ‘Free’ era un anticipo de lo que vendría, aunque ninguna de sus dos acepciones en inglés: libertad y gratuidad, existen hoy en día, así como tampoco tal bebida de fantasía.

Los que piensan que Pinochet fue derrotado por una franja televisiva, probablemente son los mismos que creen que la masividad y creatividad del movimiento estudiantil de los últimos dos años se explica por el uso masivo de Facebook y Twitter, redes sociales a las cuales seguramente también les atribuyen un rol decisivo en la caída de Mubarak en Egipto o Gadaffi en Libia”.

Un país con forma de cicatriz hecha arcoiris

Un país que puede transformar una lucha y sus muertos en una campaña de arcoiris y que dos décadas después aún perciba que dio resultado, es el mismo país que transformó la lucha de los pingüinos del 2006 en un consejo asesor presidencial que llevó a los partidos a celebrarlo con sus manos alzadas, porque había dado resultado… excepto claro para los pingüinos. La LGE reemplazó a la LOCE, y antes, Aylwin a Pinochet.

Una despolitización ad hok al shock Neoliberal. Una despolitización de la sociedad chilena necesaria «para instalar a Chile en un mundo en el cual el liberalismo se transforma crecientemente en el único juego posible”.

En la medida de lo posible

La justicia ‘en la medida de lo posible’ reflejaba el temor, bastante latente, a un regreso a la dictadura, aunque obviaba que Pinochet ya había cumplido su vida útil para los dueños del mundo, EE.UU. y Chicago, fundamentalmente. Como dice Lautaro Ferrada: ”El apoyo inicial (de EE.UU.) al Golpe de Estado y el posterior apoyo a la destitución de la Junta Militar, sólo parece contradictorio si creemos que el objetivo era la defensa de la democracia, pero si pensamos que el objetivo estratégico fue la imposición del neoliberalismo, la contradicción desaparece y se explican coherentemente los dos momentos, el que la dictadura estuviese o no presente, era funcional a esta finalidad”. Su hipótesis es que la nominación de la película y su promoción “facilita una limpieza de imagen tanto del gobierno norteamericano como del neoliberalismo impuesto en Chile” pero más aún, el plebiscito “estaba diseñado para legitimar y consolidar el neoliberalismo en nuestro país”. 

Ya estaba todo preparado: se habían destruido las instancias de autoorganización popular, incluida la gran cantidad de militantes sociales (protagonistas de la lucha en las empresas, en las poblaciones, en los cordones industriales, en las JAP, en las ‘corridas de cerco’ y la reforma agraria, en las universidades) que fueron detenidos, torturados, asesinados… además de la desarticulación de los trabajadores a través del nefasto Plan Laboral de José Piñera (1979). Mientras, había una constitución hecha a medida para evitar la irrupción electorera del ‘cáncer marxista’, en línea con los fundamentos de su ideólogo Jaime Guzmán, “que desconfiaba de los derechos sociales y no consideraba que fuera la función del Estado generar justica social ni redistribuir la riqueza, pues confiaba esos menesteres a las leyes del mercado”.

Y como lo refleja una escena al final de la película, cuando el hombre detrás de la franja del Sí se jacta ante sus clientes de trabajar junto a uno de los publicistas de la campaña del No, hoy en día “la derecha termina de advertir que tal herencia (una sociedad cuyo eje es el mercado) no necesita ya ser reivindicada pues, más allá de los discursos, ha pasado a ser integrada al funcionamiento mismo de la sociedad chilena, a sus prácticas cotidianas”, en palabras de Eduardo Sabrovsky.

Por ello, es que hoy habitamos este país marketero, esta larga y delgada franja de fundamentalismo neoliberal, donde puede que ‘No’ moleste a los de ‘un lado’ y a los del ‘otro lado’ (un logro), donde al menos nos hace debatir (gran logro), pero como se ven las cosas hoy en día, de llegar a ganar los marketeros premios Oscar, ‘No’ hará llegar la alegría falsa del arcoiris a los chilenos. O no.

Foto: Aysén, Febrero 2012

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