La crisis europea y el “modelo chileno”, escrito por Manu García

Se cacarea mucho desde los grandes monopolios de la comunicación, esos medios de prensa, radio y televisión en manos de los grupos económicos que controlan el resto de la riqueza nacional, que la crisis de los países de la periferia europea (Grecia, Irlanda, Portugal, España) la han causado los “Estados de bienestar” y sus gentes, “viviendo por encima de sus posibilidades”, y presentan con suficiencia la grave crisis en que se encuentra sumida la Unión Europea como una prueba irrefutable de la ineficiencia del Estado como distribuidor de la riqueza y propietario y la superioridad de la economía de mercado para proporcionar progreso y bienestar.

Se trata de una defensa indisimulada del modelo chileno, que se coloca como ejemplo de “buenas prácticas”. No es más que una falsedad sin sustento alguno. Presentaremos desde esta tribuna los verdaderos motivos de la crisis europea y señalaremos a sus causantes. Unos causantes que, ideológica y socialmente, son los mismos que quienes hoy llevan el timón en Chile.

En primer lugar, es mentira que el aumento del déficit europeo esté originado por elevados gastos públicos en sanidad, educación, pensiones y otros servicios sociales básicos. El verdadero causante ha sido el vaciamiento de las arcas públicas mediante cuantiosas subvenciones a la banca privada para tapar el gigantesco agujero (de miles de millones de pesos) que dejó la especulación en el mercado financiero. Resumiendo: unos pocos, los “tiburones de las finanzas”, ganaron cantidades de dinero exorbitadas y mediante “contabilidades creativas” desfalcaron los negocios a su cargo y ahora, por una decisión política (de esos políticos y técnicos tan al estilo de los que gobiernan en Chile desde hace 40 años), esos costes los tiene que pagar Moya, es decir, los europeos de a pie, en forma de recortes del gasto social, deterioro de servicios públicos, despidos, empeoramiento de las condiciones de trabajo… Con una estructura fiscal que, sea dicho de paso, beneficia a las grandes fortunas y perjudica al grueso de la población. Lo mismo que está pasando en los Estados Unidos, con el agravante de los costes de sus guerras imperialistas, y allí no pueden echarle la culpa a un “Estado del bienestar” inexistente…

Podemos ver que no se trata de algo muy diferente a lo que sucede en Chile desde tiempos de la dictadura, que es el paraíso de los capitalistas en su estado prácticamente puro: concentración cada vez mayor de la renta, privatización de beneficios y socialización de pérdidas.

Si la factura de lo que han derrochado los banqueros y grandes accionistas se la están cobrando al pueblo no es porque se lo merezca, como tratan de hacernos creer, ni tampoco “porque no haya otra alternativa”, sino porque en el pulso que se libra en toda sociedad por el control y distribución del excedente económico a esos sectores les beneficia la correlación de fuerzas: los ricos están bien organizados en sus organizaciones patronales y consiguen mediante sus medios de comunicación con llegada de masas y su dinero extender sus puntos de vista y que no sólo ellos apoyen sus partidos, y cuentan con armas para defenderlos cuando eso no basta, mientras que los sindicatos están debilitados, los partidos que defienden los intereses populares no despegan y apenas hay prensa a su servicio.

En segundo lugar, nada se dice del modo en que se ha estado construyendo el modelo europeo y su relación con la actual crisis de la deuda. La integración europea, dirigida por las burguesías de Alemania y Francia y hecha a su medida, ha entrado en un proceso de turbulencias por las propias contradicciones en el modo en que se ha ido construyendo. Hablando de solidaridad y de europeísmo, pero estableciendo estándares macroeconómicos para favorecer la competitividad de los productos franceses y sobre todo alemanes en el mercado europeo y mundial a costa del desmantelamiento de las estructuras productivas de los países periféricos y su terciarización acelerada y dependiente. No se ha tratado de un proceso de integración real, de una relación sobre bases igualitarias y fundada en la adopción de un marco regulatorio beneficioso para todos, sino de subordinación de las economías periféricas (y de integración más tardía al proyecto) a las centrales y de las clases populares europeas a las elites financieras y a las grandes empresas, con la participación activa en su implementación de las fuerzas políticas conservadoras, liberales y socialdemócratas del continente (de las fuerzas políticas hermanas de nuestra Alianza y Concertación).

Nada diferente, tampoco, de pactos supuestamente de integración continental, pero en realidad de subordinación de la economía al capital transnacional y a los centros de poder mundiales, como la recién creada Alianza del Pacífico, de la que Chile formará parte junto a Perú, México y Colombia, los países de la región con los gobiernos más serviles al imperialismo y más sordos a los intereses y las necesidades populares.

En tercer lugar, estos señores que escriben al dictado de quienes se lucran con el trabajo ajeno y con la usura, ocultan cuidadosamente que otra de las pesadillas europeas es la deuda de las familias, que para poder acceder a productos tan necesarios como una vivienda tuvieron que acudir al banco y someterse a créditos que hoy no pueden devolver. Sería algo a tener muy en cuenta para nuestros señores gobernantes, en un país tan endeudado como el nuestro, si no estuvieran tan ocupados sirviendo los intereses de quienes “conceden” esos créditos usureros.

En definitiva, lo que está ocasionando la crisis en los países de la periferia de la Unión Europea (vaciamiento de las arcas públicas, sometimiento al capital transnacional y endeudamiento masivo), no es nada muy diferente de lo que aquí se sigue vendiendo como la solución a todos los males y la única vía hacia el desarrollo.

“En Chile no hay crisis”

¿Y por qué entonces la economía de Chile, si tanto se parece a la del sur de Europa, está a salvo de la crisis?, nos preguntan maliciosamente los economistas y opinólogos al servicio de los ricos.

Hay que tener una mirada muy parcial y nublada por los análisis de las grandes cifras y las estadísticas macro (ya se sabe, esas que dicen que si Andrónico Luksic tiene 4 mansiones y la señora Juanita ninguna, cada uno de ellos tiene dos mansiones), que hablan de crecimiento sostenido, de aumento del Producto Interno Bruto y de inversiones multimillonarias, pero esconden la polarización del ingreso (mucho para los de arriba, migajas para los de abajo), las dificultades para llegar a fin de mes de la mayoría de hogares chilenos, de la losa del endeudamiento (la esclavitud de nuestros días) con la que se carga a las familias al negarles sueldos decentes que les permitan cubrir sus necesidades vitales y acceder al mundo de consumo que se abre ante nuestros ojos pero no siempre ante nuestros bolsillos.

¿Y dicen que en Chile no hay crisis? En Chile los de abajo llevamos en crisis muchos años, demasiados, mientras los dueños del país viven en el lujo.

Además, con total falta de responsabilidad (al saberse blindados por su billetera), los que llevan la batuta y sus sirvientes hablan de que Chile está “blindado ante la crisis mundial”. Como si Chile estuviera al margen de la dinámica del mercado mundial, como si no nos hubieran convertido, con sus privatizaciones y su modelo extractivista, en una economía enormemente dependiente de los vaivenes de la economía internacional y de los capitales extranjeros. Como si la mayoría de su riqueza Chile no la estuviera malvendiendo a precio de saldo en el exterior. Y como si su nuevo gran comprador, China, fuera inmune a la inestabilidad económica. Lo cierto es que, si como todo indica, China deja de consumir tanto como hasta el momento, la economía chilena puede irse preparando.

Así deberíamos ir haciéndolo quienes padecemos este modelo, para que no nos pase como a los europeos y la crisis de los ricos nos sorprenda en pelotas. Aquí no hay mucho más donde recortar, ya privatizaron hasta el agua, pero si en algo son expertos los vagos con chofer oficial y yate es en exprimir hasta el último peso al pueblo: nos roban en el trabajo, en la micro, en la previsión, con las ISAPRES, con los intereses y las comisiones bancarias, con los monopolios como los de los pollos o las farmacias… ya encontrarían algo más de donde sacarnos plata, no seremos nosotros quienes les demos ideas…

Estamos empezando a despertar, a movilizarnos y protestar por lo que es nuestro. Y cada vez nos creemos menos los cuentos que nos cuentan. No nos detengamos: ése es el camino. Desarrollemos sindicatos poderosos, organicémonos en la población, que no calle el estudiante. La crisis, europea y chilena, es sólo para los de abajo. Las soluciones a ella, también.

Manu García

Publicado en el número 12 del periódico comunista libertario «Solidaridad»

http://periodico-solidaridad.blogspot.com/

http://anarkismo.net/article/23498

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