Archivos Mensuales: marzo 2013
El “trabajo sucio” de las mujeres
por Fundación Sol
Acudiendo a análisis obsoletos las autoridades asocian calidad sólo a la existencia de contrato y con ello dan por terminado el debate, no hay más análisis, no se piensan nuevas políticas y nos sumergimos en la burbuja de un supuesto pleno empleo con una tasa de desempleo abierta del 6%. Igual nivel de reflexión se observaba en los gobiernos de la Concertación.
El actual gobierno se ha colocado la meta de generar 1 millón de empleos de calidad y a la fecha ya ha cumplido el 81,7 % de la mitad de su promesa (se registran 817 mil nuevos empleos en los últimos 34 meses). Sin embargo, la otra mitad de la promesa, la calidad, no ha corrido la misma suerte. Acudiendo a análisis obsoletos las autoridades asocian calidad sólo a la existencia de contrato y con ello dan por terminado el debate, no hay más análisis, no se piensan nuevas políticas y nos sumergimos en la burbuja de un supuesto pleno empleo con una tasa de desempleo abierta del 6 %. Igual nivel de reflexión se observaba en los gobiernos de la Concertación.
No se habla de subempleo, ni de subcontratación, ni de negociación colectiva, desigualdad salarial ni condiciones generales de trabajo.
En este análisis pobre que hace tan mal al país y que omite una serie de factores que convierten al trabajo en Chile en un espacio de precariedad y malestar, las mujeres resultan doblemente perjudicadas, ya que cuando se revisan los datos con detención, se puede observar que, aunque concentran el 54,2 % de los nuevos empleos (442.498 puestos de trabajo), estos poseen características especiales que son preocupantes y obligan a realizar un análisis más profundo.
1) El 33,3 % de los nuevos empleos femeninos corresponde a trabajo por cuenta propia (de pocas horas a la semana y de muy baja calificación), personal de servicio doméstico, familiar no remunerado y unas pocas empleadoras de microempresas.
2) El 47,8 % de los nuevos empleos corresponde a empleo asalariado “tercerizado”, vale decir, subcontratación, suministro de trabajadores y enganche, que en promedio ganan un 22 % menos que un contratado directo (ajustando por todos los controles). De esta forma la presencia del trabajo tercerizado entre el total de mujeres asalariadas en el país, subió de un 7,7 % a comienzos del 2010 a un 17 % en el trimestre noviembre 2012-enero 2013.
3) Sólo 18,9 % de los nuevos empleos femeninos corresponde a empleo asalariado contratado directamente por la empresa, el cual podría tener mayores probabilidades de concentrar mejores salarios y espacios para el despliegue de nuestros famélicos derechos colectivos (sindicato, negociación colectiva a nivel de empresa, derecho a huelga con reemplazo). En el caso de los nuevos empleos masculinos, el 55,7 % corresponde a empleo asalariado directo, vale decir, el triple que las mujeres.
4) Finalmente, es importante destacar que 3 de cada 4 nuevos empleos femeninos se concentran en los sectores de Comercio y Servicios, que suelen presentar bajos salarios y extenuantes jornadas, replicando la distribución sexual del trabajo que arrastra por décadas la matriz productiva chilena y que ubica a las mujeres en los sectores de mayor precariedad.
En relación a la foto (el estado actual) del empleo femenino, se puede constatar que:
1) Hoy en Chile se registran 348.680 mujeres subempleadas que en promedio trabajan 3,3 horas al día (16,6 horas a la semana suponiendo que trabajan 5 días por semana), quieren trabajar más horas para obtener un mejor salario, pero la economía no le proporciona un empleo con estas características. No escogieron trabajar menos horas, sino que no encontraron otro tipo de trabajo, aunque lo necesitan con urgencia para “parar la olla”. Según la OIT, subempleo es signo de precariedad, pero en Chile no queremos hablar de esto, porque nos incomoda.
Según la última Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE (NESI 2011) el 50 % de las mujeres chilenas subempleadas tiene un salario menor a $ 70.000.
Por ello, tal como se hace en otros países del mundo y como recomiendan los organismos internacionales, la tasa de desempleo debe ajustarse por subempleo y por desempleo oculto (personas que aparecen como inactivas, porque se desalentaron y dejaron de buscar trabajo, pero que en estricto rigor si le ofrecen un empleo, lo aceptan inmediatamente). Aquí la tasa de desempleo femenino pasa de 7,3 % a 13,7 %, mientras la desocupación entre los hombres sube de 5,1 % a 8,6 %, un salto mucho menor.
2) Según la NESI 2011, el 50 % de las mujeres chilenas que trabajan y reciben remuneración gana menos de $201.354, dos de cada tres mujeres gana menos de 2 Salarios Mínimos y sólo el 4,9 % gana más de $ 880.000 (10,8 % en el caso de los hombres).
3) 523.363 mujeres asalariadas (lo que equivale al 22,2 %) no tienen un contrato de trabajo, a pesar de que deben cumplir horario y órdenes.
4) Sólo el 44,2 % de las mujeres asalariadas entre 15 y 29 años tienen un contrato indefinido con cotizaciones.
En resumen, aunque más mujeres se hayan incorporado al mundo del trabajo remunerado, su situación sigue siendo muy precaria. Hay que considerar que estos nuevos empleos pueden evaporarse rápidamente cuando venga la fase recesiva del ciclo o la época de las vacas flacas, pues no son robustos y no han ido de la mano de un cambio en la estructura productiva, discusión que Chile no ha tenido en los últimos 40 años.
Por tanto, por respeto a las trabajadoras (remuneradas y no remuneradas) de nuestro país, muchas de ellas principal sustento de su hogar, en el Día Internacional de la Mujer, no hay motivos para celebrar. Más aún, cuando las mujeres están haciendo el trabajo sucio que sustenta el crecimiento de la economía chilena.
http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2013/03/08/el-trabajo-sucio-de-las-mujeres/
El «progreso» avasalla vertiginoso a ricos y a pobres
por veoverde.com
Los proyectos que utilizan los recursos naturales se están erigiendo en todo el territorio terrestre. Sin duda algunos habitantes pueden utilizar su poder para que esto no suceda, pero otros finalmente fracasan en el intento.
El territorio terrestre tiene muchas riquezas naturales que el ser humano a utilizado en su beneficio. De esta forma ha podido construir sobre el verde, el gris de la civilización. La sobre explotación que en la actualidad se efectúa de los recursos con la ayuda de la técnica, es la tónica para mantener la sociedad moderna.Y en ese contexto es que los gobiernos permiten ceder soberanía para que las corporaciones actúen con sus propias lógicas.
Vemos que los países han cedido el resguardo del derecho de los ciudadanos a vivir en un ambiente libre de contaminación, además de usurpar los derechos económicos que les corresponden como pertenecientes a una zona que será arrebatada de sus mejores bienes. Pascualama, muchas zonas del Amazonas, el Ártico, además de los distintos focos como las cordilleras, las fuentes de agua, los yacimientos de distintos metales y no metales no son protegidos más que por las comunidades que ahí viven, y claro, éstas pueden pertenecer a cualquier clase social.
El medio ambiente y el ser humano, ya sea de Lo Barnechea como de Ventanas en Chile, en demostración de la transversalidad social que tiene este fenómeno, sufren ante un mismo enemigo. La insustentabilidad de proyectos altamente contaminantes y con un fuerte impacto en el ecosistema.
Sin duda existen personas que en la micropolítica organizativa del municipio, se involucran en las luchas frente a Goliat. Son varios los Alcaldes que se la juegan por expulsar de sus unidades territoriales a quienes sin rostro y con una distancia física radical colocan sus máquinas y comienzan tóxicas faenas.
Ahora, así como algunos logran impactar y generar un retroceso de los proyectos, hay muchos que hace mucho ya perdieron la batalla convirtiendo sus comunas en «zonas de sacrificio» en donde la única opción es trasladar la ciudad completa hacia otro lugar como en un capitulo de Los Simpson. Un absurdo que ha comenzado a ser parte de la realidad ante la evidencia de que la extracción y producción es más importante que la preservación, los derechos y la conservación.
No existiendo una política global de reformulación del capitalismo- como plantea Al Gore- las peleas se han convertido en asuntos puntuales. Es lo mismo que ocurre en la fábrica que ante un espíritu anti-sindicalista se preferencia la demanda individual y no la demanda colectiva. Si no se trazan directrices globales efectivas y no solamente protocolos (de Kioto), acuerdos (Río +) y demás saludos a la bandera del progresismo, veremos la decadencia de lugares que son patrimonio natural de todos los habitantes de la Tierra, cuestión que ya es un hecho y no una especulación de mi parte.
Se ha pensado en la «internacionalización» del Amazonas, pero de inmediato los brasileros la han defendido como identidad patrimonial, argumentando que entonces la Tierra en su totalidad cumpla la misma suerte, internacionalizando también los pozos petroleros.
No está en cuestión que en este momento en donde los estados-naciones se ubican como plataforma legalista para que las corporaciones se expandan productivamente en un proceso que denominamos «globalización», no sea posible que los naturales, personas y el resto de seres vivos que habitan un ecosistema, tengan una oportunidad siquiera para definir sus propios destinos. La autonomía es un ideal y no otra cosa, por mucho que algunos se esfuercen por lograrla.
Si, el futuro es verde. Es verde cuando la organización territorial consigue, aunque sea temporalmente, frenar ciertos proyectos. Y nos alegramos cuando sucede, sean ciudadanos ricos o pobres, porque lo que está en cuestión es el bienestar, el equilibrio, la justicia para la hábitat terrestre en su conjunto.
Es una realidad, y hay evidencia, que en lugares habitados incluso por personas acomodadas, cuando se trata de inversiones foráneas, los proyectos avanzan de todas formas si no existe una oposición fuerte y centralizada. Es por eso que confiarse de los parámetros de clase resulta ser una actitud bastante anticuada.
El futuro es el resumidero del tiempo. Si ese tiempo lo hemos empleado en perdidas de tiempo, luchas anodinas, divisiones que no contribuyen demasiado a generar una consciencia, estaremos destinados a construir sobre ruinas, para que en una reiteración dolorosa todo vuelva a ser destruido.
El futuro es verde en la medida que reconocemos que como género humano tenemos muchas similitudes con la naturaleza y que somos un «todo» que cuando no está en comunión, afectamos no solo al objeto y al sujeto, sino que al contexto más o menos inmanente. Con esto quiero decir al futuro, como situación que es heredera o deudora de un proceso histórico. La historia la escribimos cada día, todos juntos como decían «Los Jaivas». Es hora de entender que ricos y pobres, humanos, animales, y más todavía, la Tierra como ser vivo, merecen dignidad y respeto. Justamente esta conciencia que traslada el antropocentrismo hacia el ecocentrismo, hará de nuestro constante intento de sociedad, un campo relacional mucho más sano capaz de integrarse y horizontalizarse.
http://www.veoverde.com/2013/03/el-progreso-avasalla-vertiginoso-a-ricos-y-a-pobres/
‘El ecocentrismo es lo que nos puede salvar como humanidad’ Extractos de la entrevista a Karen Hermosilla, directora de la web de sustentabilidad veoverde.com
Desde la posesión de la tierra hasta las fuentes de energía, pasando por nuestra alimentación y por la forma de relacionarnos con el resto de la vida en el universo, la ecología, el medio ambiente, la sustentabilidad, componen temas transversales y fundamentales en la construcción de una alternativa económica desde los trabajadores. Y es que la sustentabilidad no es un asunto hippie, new age o una de las ‘contradicciones secundarias del capital’.
Conversamos con Karen Hermosilla, periodista y directora de www.veoverde.com en un programa especial de Econonuestras centrado en el medio ambiente y la sustentabilidad.
Mirar la ciudad
Actualmente, la humanidad está en presencia del mayor proceso de migración campo-ciudad de su historia. Grandes poblaciones dejan la ruralidad para sumarse como mano de obra de las industrias urbanas y no hace mucho se superó la barrera del 50% de la población viviendo en las ciudades.
Los citadinos, cada vez que nos alejamos de la ciudad, la observamos con admiración, con una vanidad rellena de enajenación. “El hombre se siente muy orgulloso de lo que ha construido. Ha dejado en el sótano de la humanidad la naturaleza, lo salvaje que puede tener” nos dice Karen. Porque estamos alejados de nosotros mismos, porque lo estamos de lo que nos rodea, porque nos creemos centro del mundo, y nos lamentamos cuando nos demuestran lo contrario con alguna catástrofe. “La gente que ha sufrido el éxodo campo-ciudad hace tanto, tanto tiempo ya no tiene esa pertenencia con el territorio y se siente muy fuera de lo que es el campo. Porque nos han quitado eso precioso que tiene la vida en la ruralidad”.
Paralelamente, el planeta se sacude – a través del cambio climático – contra el saqueo frenético de los amantes del crecimiento sin desarrollo.
Economía y ecología son temas transversales. Eco significa hogar, una residencia actualmente infectada por los mismos parásitos, en palabras de nuestra entrevistada: “todo va enlazado (…) que exista un monocultivo, que se acabe la biodiversidad, que las tierras sean explotadas, igual como son explotados los trabajadores. Entendámoslo: tenemos el mismo enemigo, el medio ambiente y nosotros”. Y hoy ese enemigo es el Modo de Producción Capitalista.
Propietarios versus pertenecientes
Para enfrentar los dilemas socio-ambientales, la conversación con Karen va revelando dos diagnósticos: uno enfocado en quienes toman las decisiones, los de arriba, y otro para aquellos que llevan las acciones, los de abajo.
Por arriba, el estado se autocomplace con políticas públicas ineficientes y distractivas, mientras las empresas capitalistas se jactan con el lavado de imagen que otorga la publicidad de la Resposabilidad Social Empresarial (R.S.E.).
Como ejemplo utilizamos la contingencia. El 1° de marzo entró en vigencia la nueva Ley del Tabaco. Este dictamen, que prohíbe fumar en espacios públicos cerrados, puede ser un aporte a la salud pública (en especial considerando que trata el consumo de un producto adictivo), pero resulta marginal ante el impacto negativo de las emisiones de las industrias o de los medios de transporte. Industrias cuyas chimeneas pretendemos imitar los fumadores, como declama la directora de veoverde, chimeneas individuales que además contaminan ‘pasivamente’ a trabajadores iguales a nosotros que se desempeñan en el sector ‘servicios’, ya sean pubs, restaurants, bares. De esta forma, la Ley del Tabaco, la construcción de ciclovías, los puntos verdes de reciclaje, entre otras, son medidas útiles pero también ampliamente manoseadas por candidatos en época electoral que, en cambio, no les interesa solucionar, por ejemplo, el transporte público en la ciudad ni menos tocar los intereses de los grandes contaminadores (ya sean mineras, pesqueras, forestales, etc.)
Propio de una sociedad dividida en clases sociales, los problemas medioambientales residen en esta dualidad entre quienes deciden y quienes resisten, actúan y proponen frente a esas decisiones con intereses alejados de las comunidades. “Todos los problemas territoriales radican en la propiedad versus la pertenencia con la tierra y los recursos naturales que ahí se encuentran y que son extraídos brutalmente sin ningún miramiento ni sustentabilidad hacia estas economías superiores o desarrolladas” nos señala Karen.
De muestra, tenemos que el año 2012 fue un año récord para Chile de recepción de Inversión Extranjera Directa (IED), ante lo cual Hugo Fazio en un reciente artículo se pregunta ¿qué nos deja aquello?, señalando que “Chile no cuenta con una política en materia de IED, de manera de promover aquellas que originen impactos positivos internamente”.
Ecocentrismo
Pero la responsabilidad no se queda en quien ‘da el afrecho’. Precisamente un artículo de veoverde presenta el resultado de una encuesta realizada a 22.000 personas en 22 países que demuestra que “hace veinte años atrás las personas estaban mucho más preocupadas por el medio ambiente (…) Los investigadores apuntan que el interés por los temas ambientales ha disminuido en todo el mundo, coincidiendo con la crisis económica mundial”. En otras palabras, nuestra guía continúa siendo antropocentrista, con la dominación de la naturaleza como eje del ‘progreso’.
“El problema principal de todo este tema es la ambición, la sobreproducción, la sobreexplotación del medioambiente y de los seres humanos dentro de estas grandes industrias con trabajos paupérrimos, con territorios devastados, donde siempre gana el propietario y no el perteneciente”.
Pero por otro lado, donde se ubican quienes procuran hablar del tema en los pasillos del trabajo, del colegio, de la población y toman medidas al respecto, Karen realiza un diagnóstico positivo. La conciencia ambiental va creciendo, no sólo porque se duplicaron las visitas a www.veoverde.com durante el último año, sino que el enfoque está girando de a poco de un antropocentrismo a un ecocentrismo donde ‘el ser humano no sea la medida de todas las cosas (…) todo lo vivo tiene inteligencia, es sensible y tiene conciencia de sí mismo y donde habita”.
Y es que el Ecocentrismo ofrece un camino para, en palabras de Karen: “salvar, no al planeta, sino a nosotros mismos”.
56° Capítulo de ECONONUESTRAS 4-mar-2013
Invitada: Karen Hermosilla, directora de la web de sustentabilidad VeoVerde.com
¿Podrán los sindicatos salvar a la economía mundial?
por BBCMundo
Con la globalización y la desregulación se ha asentado la idea de que los sindicatos son una traba al crecimiento económico, un dique que erosiona la competitividad y el empleo por el impacto que tienen en los costos sus exigencias de aumentos salariales y mejores condiciones laborales.
Esta visión ha empezado a cambiar con el estallido financiero de 2008, que puso en entredicho el paradigma reinante desde la revolución privatizadora thatcherista-reaganiana de la década de los años 80.
Según esta nueva visión, el estallido se debió a una explosión descontrolada del crédito impulsada, entre otras cosas, por la necesidad de compensar la caída del salario real y disimular la creciente desigualdad de las últimas décadas.
Las cifras que expone Robert Reich, exministro de Trabajo de Bill Clinton, en el documental «Desigualdad para todos» son elocuentes.
En 1978 un salario medio estadounidense equivalía a unos US$48.000 anuales (en valores actuales), mientras que el promedio del 1% más rico se situaba en los US$390.000. En 2010, el sueldo medio había descendido a US$33.000, mientras que el de los más ricos superaba el millón de dólares.
El panorama es similar en el resto de los países desarrollados y en muchas de las naciones en desarrollo.
Esta desigualdad ocurrió de la mano de otro proceso: la pérdida de poder de los sindicatos y la aparición de un núcleo duro de legislación para limitar sus actividades.
«Lo que se necesita hoy es más demanda. Con sindicatos más fuertes, habría aumentos salariales que estimularían este proceso», le comenta a BBC Mundo Andreas Bieler, profesor de Economía Política de la Universidad de Nottingham, en Reino Unido.
El mundo es uno solo
Nadie pone en duda que la desigualdad entre ricos y el resto ha crecido en todo el mundo, pero muchos cuestionan su significado.
Desde esta perspectiva, el problema no es tanto el crecimiento de la desigualdad como que no se produzca más riqueza.
«El aumento de salarios que buscan los sindicatos es un impuesto a la inversión que reduce los márgenes de ganancia. La reacción de las compañías es reducir la inversión. Esto termina produciendo una pérdida de empleos», dice James Sherk, de la organización ultraliberal estadounidense The Heritage Foundation.
Si la igualdad se mide no en el nivel nacional sino internacional, hay –según esta perspectiva– una redistribución de riqueza desde el Occidente desarrollado hacia Asia, una región que en los años 50 estaba sumida en la pobreza.
En esta región los sindicatos no se han destacado por su presencia, lo que ha permitido una reducción de costos laborales que abarató los productos y allanó el camino a un crecimiento exportador de la mano de la globalización.
«Los gremios se comportan como carteles. Limitan los beneficios a sus miembros, pero afectan a los consumidores y a los que no tienen trabajo al achicar el empleo, ya que las empresas no contratan nuevos trabajadores», afirma Sherk.
La demonización de los sindicatos
Esta idea de «carteles» puede en realidad aplicarse a cualquier asociación humana.
A fines del siglo XVIII, el padre del liberalismo económico, Adam Smith, en su célebre «La riqueza de las Naciones» se quejaba de que raramente se hablaba de los carteles patronales: «Quien imagina que los patrones nunca hacen arreglos se equivoca. Los patrones siempre están combinándose para que el salario no aumente más allá de cierto nivel».
Casi dos siglos más tarde, el thatcherismo se impuso en Reino Unido en 1979 de la mano de una ola de conflictos sindicales que culminó en el llamado «Invierno del descontento» con huelgas de choferes de ambulancia y sepultureros.
En su libro «Chavs, la demonización de la clase trabajadora», Owen Jones dice que los conservadores aprovecharon el conflicto para una exitosa demonización de los sindicatos.
«El invierno del descontento generó frustración pública. El thatcherismo manipuló esta memoria y comenzó a reformar la ley laboral para echar a huelguistas, reducir la indemnización y prohibir las huelgas en apoyo de otros conflictos», escribe Jones.
El mundo sindicalizado, ideológico y militante británico de los 70 fue sustituido por el desregulado, «financializado» y exitista de los 80, que pronto se diseminó por medio planeta con la caída del Muro de Berlín, las privatizaciones (unos US$700.000 millones en los 90), la flexibilización laboral y la difusión de la tarjeta de crédito.
La paradójica catedral del capitalismo
Si alguno de los terrestres que vivieron en la Guerra Fría resucitaran y se fueran de paseo a China, quedarían pasmados.
Bajo la égida del Partido Comunista, el país se ha convertido en una paradójica catedral del capitalismo a ultranza en el que no existe ni el derecho a la huelga.
Pero también eso parece estar cambiando con el estallido financiero de 2008.
El Partido Comunista chino decidió virar de un modelo basado en la exportación y el bajo costo laboral a uno más centrado en el consumo doméstico. Este cambio es imposible sin aumentos salariales y una mayor presencia de los trabajadores.
«El gobierno comunista está preocupado por el grado de conflictividad laboral y es consciente que los trabajadores necesitan representantes genuinos», le comentó al diario británico Financial Times Auret van Heerden, de la FairLabor Association.
En el corazón industrial y exportador de China, los municipios de Shenzhen y Guangzhou comenzaron con un proceso similar el año pasado.
Un modelo de mayor consumo doméstico basado, en parte, en una mayor representatividad laboral contribuiría a solucionar uno de los problemas que aqueja a la economía mundial: el desequilibrio entre la China exportadora y el resto del mundo.
Según Andreas Bieler, lo mismo puede decirse de la brecha existente entre Alemania y los países del sur de la eurozona (España, Portugal, Italia, Grecia).
«Si los sindicatos alemanes tienen éxito en su demanda de mejores salarios, esto aumentará el consumo doméstico alemán y mejorará la competitividad de otros países de la eurozona», le dice a BBC Mundo.
Los casos de China y Alemania son particularmente significativos por tratarse del primer y segundo exportador a nivel mundial, respectivamente.
Si a eso se le añade un creciente debate público y el callejón sin salida de la actual crisis, se comprende que los otrora vilipendiados sindicatos empiecen a parecer más parte de la solución que del problema.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/03/130301_economia_sindicatos_crisis_desigualdad.shtml
¿Por qué los ricos «menosprecian» a los pobres?
por BBC
El desprecio de los ricos por los menos privilegiados tiene raíces históricas, según la historiadora Mary Beard, profesora de la Universidad de Cambridge.
En el siguiente artículo especial para la BBC, Beard explica por qué los prejuicios de clase no son una novedad.
En la antigua Roma, las clases bajas podían ser realmente bajas.
Había bandas de «buenos para nada» y «vagabundos» que pasaban toda la noche en bares de mala muerte, ahogando sus penas en alcohol. Además de hablar sobre los conductores de cuádriga (el equivalente antiguo de los futbolistas), su único entretenimiento era armar pelea y apostar.
Se sentaban en las mesas de juego, y hacían ruidos horribles con sus narices.
Está de más decir que esta imagen sobre la vida de un pobre en Roma no proviene de los mismos pobres.
Los párrafos de más arriba citan, casi palabra por palabra, la descripción de las condiciones sociales en la capital del Imperio Romano que ofreció un historiador pudiente del siglo IV, Amiano Marcelino.
Para ser justos con Amiano, también dijo muchas cosas crudas sobre la élite. «Son esas personas que un día son demasiado amigables y al próximo ni te reconocen, que gastan demasiado dinero en comer bien o -para introducir un toque característico de Roma- se rodean con batallones de sirvientes eunucos».
Pero esta visión sobre el comportamiento de la clase baja es el tipo de fantasía que han tenido los ricos desde entonces.
Yo creo que Amiano nunca pisó un bar corriente cualquiera y nunca pensó en la falta de lógica de lo que estaba diciendo: si estos personajes realmente eran tan pobres, ¿acaso cómo podían pagar por lo que consumían toda la noche?
Doble moral
Y en cuanto a las apuestas, es el caso clásico de los dobles estándares morales. A la élite romana le gustaba apostar.
El emperador Claudio incluso escribió un libro sobre cómo ganar con los dados y una de las frases más famosas jamás pronunciadas por un general romano surgió justo en una mesa de apuestas: «Alea iacta est» o, en español, «el dado está echado» o «la suerte está echada», como se cree que dijo Julio César.
Pero apenas los pobres mostraban un interés similar por las apuestas, la élite se asustaba y empezaba a predecir un colapso moral inminente.
En términos generales, los romanos de clase alta no tenían mucho tiempo para dedicarle a los pobres, ya fueran libres o esclavos, aunque también les tenían algo de miedo. Con frecuencia se referían a ellos como una «turba» o «multitud».
Las luchas de gladiadores eran un espectáculo popular en el mundo antiguo.
Pero más allá de los insultos o los apodos que usaban, lo cierto es que las fechorías que los ricos atribuían a los pobres de la antigua Roma se parecen sorprendentemente a las que todavía escuchamos hoy.
Para comenzar, se culpaba a los pobres de abusar de los servicios que se les ofrecían, no por parte del estado de bienestar sino por sus benefactores ricos.
Amiano, por ejemplo, señaló con disgusto cómo los pobres pasaban sus días merodeando por los toldos del teatro que se instalaban para que los asistentes romanos comunes y corrientes pudieran protegerse del ardiente sol durante las presentaciones al aire libre.
«Aquí», vociferó, «hay personas que prácticamente están viviendo bajo los toldos».
Tal vez no se le había ocurrido que se trataba de personas que no tenían ningún lugar a donde ir para refugiarse. Digo: ¿Por qué tendría alguien que pasar su vida deambulando si tiene una casa a donde llegar?
«Parásitos de los subsidios»
El merodeo en los toldos del teatro no es un gran tema hoy en día. Pero, de todos modos, las quejas de Amiano tienen mucho en común con las quejas modernas sobre los «parásitos de los subsidios».
Mi madre, que vivió durante la fundación del servicio de salud pública de Reino Unido, el NHS, se acordaba de cómo en los ’40 y ’50 la prensa estaba llena de historias sobre cómo algunas personas estaban poniendo casi de rodillas a la economía de la nación porque estaban comprando no uno sino dos pares de anteojos del NHS, además de dos cajas de dientes postizos.
Según Mary Beard, los ricos actuales tienen prejuicios hacia los más pobres similares a los de los romanos.
Como señalaba con frecuencia, ¿para qué podría alguien necesitar dos cajas de dientes? ¿para tener una de repuesto, por si la primera se pierde?
Algunas obsesiones más recientes se refieren a los holgazanes inmorales que aparentemente escogen tener otro bebé para incrementar los subsidios que reciben del estado.
Supongo que debe haber algunas personas que sí intentan esto, pero en todo caso lo que necesitan no es una clase de moral sino una de matemáticas y economía del hogar.
Pero imaginar que una gran cantidad de personas transitan por ese camino es una opinión absurda sobre todo el proceso reproductivo y de sus incertidumbres, el dolor, las responsabilidades y los gastos.
No es algo que escuche con frecuencia en boca de muchas mujeres.
La otra manera en que la clase alta tradicionalmente habla de los que son menos afortunados es, por supuesto, dividiéndolos en los pobres buenos y los pobres malos.
«Familias trabajadoras»
En el siglo XIX se hablaba de los pobres de «mérito» y los de «poco mérito». Nuestro equivalente de los de mérito son «las familias trabajadoras».
Los políticos de todos los partidos mencionan todo el tiempo esta frase en la radio o la televisión. Es casi como si se les hubiera dicho que nunca pueden decir sólo «familias», sin su adjetivo acompañante.
Tal vez yo no soy muy influenciable, pero cada vez que los escucho siento simpatía hacia los irresponsables, perezosos o -por Dios santísimo- por los solteros que no tienen familias. ¿Acaso son menos dignos del tiempo de nuestros políticos y de nuestro cuidado sólo porque no tienen hijos?
Pero hay puntos más serios que deben ser discutidos.
Para comenzar, no se requiere mucho cálculo político para ver que si se considera a algunas personas «de poco mérito», muy pronto se convertirán en eso. No hay mejor forma de convertir a un niño en un problema que enviarlo al rincón como castigo.
Pero bueno, con el riesgo de sonar algo santurrona, también hay una pregunta irritante sobre el progreso humano. Sería bueno pensar que hemos avanzado un poco desde la época de Amiano hace más de 1.500 años.
En algunos casos, por supuesto, lo hemos hecho. Nos podemos considerar afortunados de saber que los ricos no se rodean de batallones de sirvientes castrados.
¿Pero no sería también una señal de progreso si tratáramos a todos como personas dignas de cuidado, más allá de si tienen mérito o son trabajadoras?
Sería bueno pensar, en otras palabras, que podríamos convertir en prioridad el cuidado de los antisociales, las personas con sobrepeso, los fumadores y hasta quienes hacen ruidos horribles con sus narices.
Pero me temo que no hacemos eso todavía.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/12/121115_opinion_ricos_pobres_menosprecio_tsb.shtml