Archivos Mensuales: abril 2013

Evolución y Cambio en la Clase Trabajadora

por ICEA

En este nuevo articulo cosecha propia de la casa, producto del Seminario El Devenir de la Clase Obrera, analizamos el concepto mismo de clase obrera. Algo que en principio se nos muestra difícil de definir por la pérdida de consistencia tanto ideológica como material del colectivo. Trabajador en el centro de trabajo, y ciudadano cuando ha terminado, muestran las facetas desintegradas del discurso militante y consciente, dejando en la actualidad el paso al “yo” circunscrito a la estricta individualidad, y que incluso en el momento de crisis actual no acaba por recomponerse en auténticos movimientos de oposición de masas permanentes, alrededor de los centros de trabajo.

DEFINICIÓN DE CLASE OBRERA

Hoy en día vemos una gran ambigüedad a la hora de definir la clase obrera y sus sinónimos, tales como, obrero, empleado, profesional, etc.…, para referirse a la clase trabajadora o para enfatizar el contexto en el que se hacen uso de estos conceptos en correlación o contraposición al concepto mismo de clase obrera.

Según la definición de Wikipedía i, vemos que Clase obrera o proletariado designa al conjunto de trabajadoras/es que, desde la revolución industrial, aportan básicamente el factor trabajo en la producción y a cambio reciben un salario o contraprestación económica, sin ser propietarios individuales de los medios de producción. El término se contrapone así a clase capitalista, sector social que acapara el capital.

En un sentido sociológico más vago y a la vez más restringido se entiende también por clase obrera, el conjunto de trabajadores industriales que perciben un salario. Con este término se la diferencia de otros grupos de trabajadores como los campesinos, los esclavos, los trabajadores autónomos o los empleados de servicios (este significado del término es equivalente al término inglés de blue collar workers (trabajadores de cuello azul), así como también White collar workers (trabajadores de cuello blanco) para referirse a los obreros y empleados respectivamente.

La palabra clase obrera empezó a utilizarse en castellano durante la segunda mitad del siglo XIX como traducción de la expresión inglesa working class (clase trabajadora) cabe remarcar aquí la distinción en el uso de la definición en países del área anglosajona e hispano parlante.

En castellano el término ha dejado de ser puramente descriptivo y es usado a la vez que evitado, con finalidades políticas. Su uso es frecuente dentro del marxismo, anarquismo, socialismo, comunismo y sindicalismo y es ignorado o marginado en el ideario de la derecha política.

LA DIVISION DEL TRABAJO SEGÚN EL MARXISMO TRADICIONAL

La clase obrera surge de la división del trabajo, siendo ésta una visión histórico-materialista del hombre que sale al mundo exterior para satisfacer el deseo de relacionarse con los demás y que el marxismo denomina conciencia social, pero el hecho clave de la división de clases, estaría en los tres hechos que conforman la división del trabajo:

•Distribución desigual del trabajado y sus productos.

•Aparición de la propiedad privada.

•Formación de las clases sociales, siendo este aspecto el que más nos interesa para nuestra definición, porque a raíz de la formación de clases sociales surge la conciencia de clase, que da lugar a la aparición y definición exacta de clase obrera.

Ampliando los factores identificatorios que ha tenido a lo largo de la historia humana, en la conciencia de grupo social pueden distinguirse los intereses objetivos y subjetivos que envuelven a una determinada clase social, dando lugar al mismo tiempo a la lucha de conciencias de clases que incluyen dinámicas de defensa, ataque y creación de condiciones sociales propias de una sociedad clasista y estratificada, característica central del capitalismo. A partir de la revolución industrial esta lucha de clases tal como nos explica el marxismo más tradicional tiene un matiz económico muy importante, ya que la división de clases que se da es entre la burguesía que posee los medios de producción y la clase obrera que vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario.

OBREROS Y CIUDADANOS, DESESTRUCTURACION DE LA CLASE OBRERA

Hoy en día vamos a analizar si este esquema marxista es válido y está vigente a través de la obra del autor Andrés Bilbao “obreros y ciudadano” i

A finales del siglo XIX es cuando más conciencia de clase existe pero a la vez que llegan los dos a su cenit se dan las luchas más encarnizadas entre la burguesía y la clase obrera como es el caso de la creación del somaten (pistoleros de la patronal) en Catalunya para aplacar, reducir y eliminar a los líderes de la clase obrera catalana. En época actual la coincidencia en una misma persona de obrero-proletario y su conciencia de clase está más mermada dentro de la clase obrera actual.

Dentro de la desestructuración de la clase obrera según Andrés Bilbao vemos que hay dos tipos de clases sociales actualmente y que son vigentes, por un lado estaría la clase social objetiva y por otro la clase social subjetiva, en el primer caso en una realidad objetiva la realidad tiene nombre, apellidos,… y sirve para definir al proletariado, es decir la sociedad se articula según las clases sociales, en el segundo caso la construcción de la realidad es subjetiva que se hace desde el ámbito espacial que está dentro la empresa-centro de trabajo, y reúne a los individuos bajo unas determinadas características, es decir, porque tienen una empresa con aspectos diferentes al resto y esto los diferencia IKOA, COCACOKE,… y es también aquí cuando más se estratifica la sociedad aislando a los individuos de su conciencia, un ej. Es cuando se da la petulancia (subjetiva) de ciertos trabajadores de la banca, cuando dicen: “… no soy un trabajador, soy un empleado de banca”

Las clases sociales desde el punto de vista de la economía clásica permitía objetivar las clases sociales y sus relaciones, determinar los intereses de cada clase social y lo que se consiguió es antropomorfizar al proletariado pero a imagen y semejanza de la burguesía, es decir, converger la burguesía con el proletariado en una conexión de intereses objetivos, clases sociales y formas especificas de conciencia político-social, donde la clase social ya no está definida por su definición, no es raro ver en un lugar y con un intereses iguales a la burguesía con el proletariado, porque la burguesía se vio abocado al fracaso de su modelo social y tuvo que coger de las clases obreras para terminar en el cenit de su apogeo viendo como acentuando las diferencias, estas diferencias no se habían de pronunciar tanto, en ostentación de lujo, en bien de su propia clase como burguesía.

La economía y la política pasaron a tener entonces una cosmovisión de la clase obrera como centro a partir de un determinado momento histórico.

LA CLASE OBRERA ECONÓMICA Y LA CLASE OBRERA SOCIAL

Después de la antropomorfizacion se da un hecho clave en la visión general de la clase obrera porque se da la separación dentro de su definición del aspecto económico y del sociológico. Viéndose desde la economía como forma de dinero e intereses a la clase obrera y desde la sociología como resultado de la industrialización, la visión de clase explotada que se da desde la sociología, viendo dentro de clase obrera ya una amalgama de clases y definiciones. Dentro del esquema de modelo social objetivo estaría la economía y la segunda la sociología estaría dentro del subjetivo.

El obrero como tal ya está fragmentado actualmente. El obrero que produce valor cede ante el individuo de la economía, es decir ya se está dando la división de cómo se ve el proletario dentro de las relaciones laborales como trabajador y en la sociedad como ciudadano que es a la vez político y puede votar, según su concepción que no es más que debido a esta escisión económico-social del concepto de clase obrera.

Pero todo no está perdido y como bien señalo antes hemos de adoptar un discurso militante y dentro de un modelo social objetivo, para volver a estructurar, contener y generalizar el concepto de clase obrera que no nos desvié del objetivo como emancipación de la clase obrera que es a lo que aspiramos.

El obrero que produce valor cede el individuo de la economía, el trabajador de la sociología y el ciudadano de la política y esto es muy importante.

A partir de aquí vemos que el origen del valor no surge del trabajo sino de la utilidad, el valor de la clase social no sale del trabajo sino de la utilidad, el proceso de acumulación no surge de la valoración del mercado sino de la auto revalorización del capital, o fetichismo de la mercancía.

Bajo esta triple conexión, ver la conexión entre las tres o obviar alguna o varias de ellas serian la únicas soluciones que nos surgen para no caer en la ambigüedades de saber que es clase obrera y quienes somos nosotros sin caer en términos antagónicos ni ambiguos.

VERBALIZACIÓN Y RACIONALIZACIÓN DE LA CLASE OBRERA

Una constatación obvia del mayor o menor grado de conciencia colectiva, es la utilización que hacemos del “nosotros”. La referencia a uno mismo en términos de estricta individualidad constituye el extremo más radical, en el que desaparece toda forma de conciencia colectiva. Al hablar de las relaciones laborales, de su inserción general en el mercado de trabajo, uno puede referirse a sí mismo como obrero, trabajador, etc. pero siempre como parte de una colectividad más amplia (modelo social objetivo de interpretación de la realidad). O por el contrario, uno puede describirse como individuo que no se reconoce en ninguna categoría colectiva (modelo social subjetivo).

Actualmente obrero, trabajador, joven, profesional, empleado, etc. son términos de significación amplia. En el contexto de la ciencia social han ido adquiriendo un significado más preciso. Pero incluso esa tendencia a la codificación no está exenta de zonas oscuras. Con más razón, la utilización de estos términos extramuros del convento académico esta preñado de múltiples significaciones. Un entrevistado, resumiendo su trayectoria profesional, decía estas palabras sacadas de la conversación en las que se ve que por ningún lado está la definición propia de clase obrera para referirse a sí mismo, “cuando yo era joven empecé a trabajar… luego pase a ser clase media se considera” es un trabajador cualificado de unos grandes astilleros quien describe la situación. Y luego hablando del gobierno habla de los “de abajo son los que tienen que hacer los cambios en la sociedad”. Lo que pone de manifiesto son dos órdenes de dificultades (de verbalización y de contexto o racionalización).

Una verbalización que recurre a analogías –ser de clase media, por ejemplo- para expresar que ha conseguido, por medio de un trabajo, una situación de relativo bienestar. Autodenominarse de clase media es compatible, en este contexto, con seguir considerándose parte de los trabajadores.

La dificultad de racionalización no es una dimensión escindida de la anterior de verbalización, sino estrechamente vinculadas. De tal modo que uno y otro orden de dificultades aparecen a la vez.

DISCURSO MILITANTE Y DISCURSO DESESTRUCTURADO

Hablar de dificultades de verbalización y racionalización es remitirse a un patrón discursivo en el que no existen dichas dificultades. Y ese patrón discursivo es el que puede denominarse- en este contexto en el que de lo que se está hablando es de clase obrera- discurso militante. Describir un discurso como militante no incluye ningún tipo de definición acerca de su validez objetiva. Es un discurso formalmente coherente que habla de las relaciones del individuo con el orden social. Es una suerte de mapa que, una vez asumido, permite al individuo explicar sus relaciones con el orden social.

En una persistente tradición teórica económica marxista, el discurso militante era la tradición de la conciencia de clase. Esta, además, no era un producto azaroso sino corolario de una determinada perspectiva metódica. Análisis científico, conciencia de clase y discurso militante son momentos correlativos. Reflejan la división del trabajo entre intelectuales y políticos. Unos formulando que sea eso del método científico y otros administrando la conciencia de clase. El obrero consciente, interrogado acerca de las relaciones sociales, mercado de trabajo, conflicto capital/trabajo, etc., desplegaría una argumentación formalmente racional y sin incoherencias internas. Es el portador del discurso militante. A su lado, el otro el obrero alienado. Su discurso internamente contradictorio, formalmente irracional, de difícil y sinuosa verbalización. La alienación se haría visible en la distinción entre ambos discursos.

La contraposición al discurso militante es el discurso desestructurado. Si el primero era el momento final de la secuencia que se iniciaba en el orden objetivo de las relaciones sociales, el segundo tiene su origen en la subjetividad del individuo. Mientras el primero es una plantilla que se uniformiza las descripciones, el segundo es un azaroso calidoscopio en el que lo real es distintamente interpretado.

El discurso desestructurado desmiente una de las premisas teóricas de la tesis de la conciencia, a saber, que la percepción de la propia situación conduce a formulaciones comunes en cuanto que esa situación es común. O, quizá, sería más exacto decir que patentiza la evanescencia de esa premisa. El que uno pueda percibir su situación en términos de marginalidad, de explotación, no permite concluir en una formulación que le aproxime a sus iguales. Igualmente supone romper con cualquier suerte de cosmovisión en cuyo despliegue es el fin del presente.

El discurso desestructurado, tiene su propio referente analítico. El utilitarismo y el individualismo radical, en cualquiera de sus múltiples formulaciones, fundamenta la existencia de ese discurso. Así como el primero remite al mundo de las clases sociales, este lo hace al mundo de los individuos. Ambas formas discursivas constituyen referencias ideal-típicas (arquetípicas). Son los polos, de un continuo que tiene múltiples manifestaciones. “nosotros los obreros” y el “yo” circunscrito a la estricta individualidad, son las expresiones extremas. Ser “obrero” y reconocerse como tal, en antagónica relación con el orden constituido, o ser individuo en búsqueda de oportunidades en el mercado.

La auto-representación, en términos de pertenencia colectiva, no implica necesariamente la asunción de la conciencia obrera. Hay otras formas de auto-representación colectiva que se construyen en oposición a la posible pertenencia a la categoría de “trabajador”. La conciencia de ser empleado (empleado de banca…) y la de ser profesional son dos expresiones colectivas en las que se entremezclan elementos de rechazo y aceptación del orden vigente junto con una reafirmación de sí mismos como diferentes a los obreros.

[i] Wikipedia. http://es.wikipedia.org/wiki/Clase_obrera

[ii] “Obreros y ciudadanos: La desestructuración del movimiento obrero” Andrés Bilbao, Ed. TROTTA, 1995. ISBN 9788487699627

Por Jose Maria ICEA

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Desigualdad en Chile: el problema son los super-ricos

por Fundación Sol

La vergonzosa desigualdad que existe en Chile, sin duda, se transformará en un tema transversal de la campaña presidencial. Sin embargo, el proyecto país que cada candidato/a presente dependerá del diagnóstico que sus comandos programáticos hagan o se atrevan a hacer.

Recientemente hemos conocido un inédito estudio de 3 investigadores de la Universidad de Chile (Figueroa, López y Gutiérrez), titulado “La ‘parte del león’: Nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en el ingreso de Chile”. Utilizando datos del Servicio de Impuestos Internos (dado que la encuesta Casen no logra llegar a las casas de las familias más adineradas del país y, por tanto, existe una evidente subestimación de los ingresos de los más ricos) y ajustando por dispositivos que existen en nuestro sistema tributario que permiten esconder parte de estos elevados ingresos, los académicos llegan a resultados muy preocupantes para la democracia y la cohesión social.

Entre los principales resultados se destacan:

1) El 1 % de las personas con mayores ingresos concentró como promedio entre el 2005 y 2010 el 32,8 % de los ingresos totales (si se incluyen las utilidades retenidas) o el 30,5 % (si se incluyen las ganancias de capital). Mucho más que lo que nos dice la encuesta Casen (15,1 %) o los datos sin ajustar del Servicio de Impuestos Internos (21,1 %).

2) En otros países, para los cuales fue posible realizar la medición, los niveles de concentración son considerablemente menores. Mientras en Suecia se registra un 9,1 %, en España 10,4 %, Japón 10,9 %, Alemania 12,1 % y Canadá 14,7 %, en Estados Unidos (uno de los países más desiguales en mundo occidental) alcanza un 21 %, mucho menos que Chile.

3) Dado que el tamaño de la torta a repartir cada año en dólares comparables (paridad de poder de compra) es el doble en Suecia y casi el triple en Estados Unidos con respecto a Chile, estos datos resultan aún más preocupantes. Tenemos mucho menos para repartir, y lo poco que repartimos se concentra en un pequeño grupo. O dicho de otra forma, nuestra torta es la mitad que la de Suecia, pero una pequeña elite, equivalente al 1 % de la población, se queda con un pedazo casi 3,5 veces más grande que lo que toma la elite sueca en términos proporcionales.

4) Si hacemos un zoom, y nos concentramos en el 0,1 % de los chilenos que tienen mayores ingresos, veremos que éstos concentran entre 17,6 % y 19,9 % de los ingresos totales, mientras en Estados Unidos se quedan con el 10,5 %, en Alemania el 5 % y en Suecia 3,4 %

5) Al realizar un nuevo zoom, pero esta vez tomando sólo al 0,01 % de los chilenos de mayores ingresos, se observa que estos tienen entre 10,1% y 11,5% de los ingresos totales del país, mientras en Estados Unidos concentran el 5,1 %, en Alemania 2,3 % y en Suecia 1,4 %. O en términos más simples, si en Chile la población fuera de 10.000 habitantes, uno de ellos, se queda con más del 10 % de la torta de ingresos.

Gráficos SuperRICOS

6) Finalmente, el estudio concluye que el Coeficiente de Gini que mide desigualdad y toma el valor 0 si hay perfecta igualdad y el valor 1 si hay perfecta desigualdad (una persona tiene el 100 % de los ingresos), pasa de 0,55 (utilizando los datos de Casen) a 0,63 tomando los datos ajustados del SII. De esta forma, si antes de conocer los datos proporcionados por esta investigación formábamos parte de las 20 naciones más desiguales del mundo, es probable que realmente estemos entre las 10 más desiguales.

El diagnóstico es más duro de lo que pensábamos, o lo que las encuestas (que no llegan a las casas de los super-ricos) nos permitían concluir hasta ahora. No obstante, esto no debería sorprendernos. Desde el gobierno militar, prácticamente no se han tocado las bases que sustentan el modelo que permite la super acumulación de unos pocos. Y tres de los pilares que sostienen este particular edificio son:

1) Un sistema tributario con dispositivos creados y utilizados para esconder los ingresos y eludir el pago de impuestos (Fondo de Utilidades Tributables, exenciones al por mayor e integración de los impuestos que pagan las empresas con los impuestos que pagan los dueños de esas empresas).

2) Un modelo de relaciones laborales que barrió con la negociación colectiva y el derecho a Huelga y, por tanto, hoy los trabajadores no tienen ninguna capacidad de disputar las ganancias de las empresas y deben parar 20 días (saltándose las leyes) para obtener 30 minutos para almorzar o para frenar las persecuciones sindicales.

3) Una matriz productiva sin industrias, extractiva, dependiente del cobre, rentista, llena de oligopolios y que condena a las pequeñas empresas a ser unidades de segunda clase que deben soportar pagos a 120 o 150 días por parte de los grupos económicos made in Chile. Crear empleos de calidad bajo este esquema se hace cuesta arriba.

Tocar estos pilares, significa cirugía mayor e implica directamente afectar las ganancias de los superricos, los mismos que financian las campañas políticas y son capaces de aguantar movilizaciones y el repudio nacional con tal de salirse con la suya y no modificar la distribución entre capital y trabajo o cosas tan básicas como dar media hora de colación, pagar un bono por turno nocturno o subir un poco el sueldo base de los trabajadores.

El problema de la desigualdad es que vivimos en un país burbuja, donde mientras un pequeño grupo vive mejor que los ricos de Suiza, el 50 % de los trabajadores gana menos de $ 250.000 y en el 65 % de los hogares el ingreso mensual autónomo por persona es menor a $203.000 (Casen 2011).

¿Algún/a candidato/a se atreverá a proponer cambiar esta realidad con convicción, transparentará la crudeza y la magnitud del diagnóstico y presentará un proyecto país a mediano plazo? o ¿nuevamente el horno no está para bollos?

http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/04/10/desigualdad-en-chile-el-problema-son-los-super-ricos/

Las privatizaciones: parte del polémico legado de Thatcher

por BBCMundo

Si se habla de Margaret Thatcher y América Latina, lo primero que puede venir al recuerdo de muchos es la guerra de Malvinas/Falklands. Pero algunos creen que la exprimera ministra británica fallecida este lunes tuvo otra influencia menos visible para la región: la económica.

Las privatizaciones y recortes al Estado Benefactor de los gobiernos de Thatcher (1979-1990) son vistas como un precedente de políticas liberales que luego inspiraron a otros en todo el mundo, incluida Latinoamérica.

La ola de venta de empresas públicas y desregulación de mercados en la región durante la década de 1990 es atribuida al Consenso de Washington impulsado por organismos financieros internacionales, pero hay quienes señalan que la «Dama de Hierro» fue un ejemplo práctico de cómo aplicar esas recetas.

«Margaret Thatcher tuvo impacto por su universalidad», sostuvo Pedro Cezar Dutra Fonseca, un economista brasileño y exvicerrector de la Universidad Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS).

«Ejemplo británico»

Durante su gestión, y en particular tras ser reelecta en 1983 con la popularidad que le dio el triunfo bélico contra Argentina en las Malvinas/Falklands, Thatcher privatizó las empresas estatales de teléfono, gas, agua, electricidad y la línea aérea British Airways.

Esto fue considerado una realización práctica de las ideas liberales de intelectuales como Milton Friedman o Friedrich Hayek, de gran influencia en el pensamiento de Thatcher.

Dutra Fonseca afirmó que ciertos resultados positivos a corto plazo en Reino Unido dieron legitimidad a la agenda de reformas de Thatcher, aunque su legado a largo plazo «es más discutible».

«La revolución privatizadora de la señora Thatcher se extendió por todo el mundo», señaló un artículo publicado este lunes por la revista británica The Economist tras la muerte de la exprimera ministra por un derrame cerebral a los 87 años.

La nota citó los ejemplos de Rusia e India y sostuvo que «a lo largo de América Latina los gobiernos abrazaron la liberalización de mercados».

«Lo hayan hecho bien o mal, todos miraron al ejemplo británico», agregó.

Firmeza

El ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) elogió la «firmeza» de Thatcher para impulsar su programa y, aunque negó que lo haya inspirado personalmente, sostuvo que sus ideas tuvieron influencia en Brasil, y en países como Argentina y Chile.

«Mucha gente pasó a tener una visión más pro mercado, más pro-liberalización en función de ella. No era mi camino», dijo Cardoso en una entrevista con BBC Brasil.

Cardoso promovió privatizaciones de empresas como Telebrás y Vale do Rio Doce, pero sostuvo que lo hizo por la «necesidad de modernizar ciertos sectores» y reivindicó la fuerza reguladora del Estado.

Durante sus gobiernos, Thatcher logró que los sindicatos perdieran fuerza y eso fue visto como un ejemplo por gobernantes en la región.

Ignacio de Posadas, un exministro uruguayo de Economía que en la década de 1990 impulsó políticas liberales, sostuvo que Thatcher fue un mejor modelo que el régimen militar chileno de Augusto Pinochet, que algunos ven como pionero del liberalismo en la región.

«Lo de Margaret Thatcher, más allá de la contundencia, el estilo y la brusquedad, era un gobierno democrático», explicó a BBC Mundo. «Entonces era mucho más fácil verse reflejado o buscar inspiración si se quiere en la Inglaterra de Thatcher que en el Chile de Pinochet».

¿Vigencia?

Sin embargo, otros observadores descartan que Thatcher haya influido con demasiada fuerza en la agenda liberal que tuvo la región.

«Ella fue parte de una ola, pero diría que la influencia directa vino más de Estados Unidos, (a través de) bancos multilaterales e instituciones financieras internacionales», dijo Peter Hakim, presidente emérito de Diálogo Interamericano, un centro de análisis hemisférico en Washington.

Hakim recordó que la gran preocupación para América Latina durante el gobierno de Thatcher fue la crisis de la deuda, que hizo que los años 1980 fueran denominados «década perdida» en la región, y EE.UU. fue clave para definir los planes de salida.

También consideró que el Consenso de Washington surgió, más que del ejemplo de Thatcher, de economistas chilenos llamados «Chicago boys» y latinoamericanos con influencia en organismos financieros multilaterales.

Más discutible aún puede ser la vigencia actual de las políticas de Thatcher.

«La fuerte inclinación liberal no se ha mantenido en buena parte de Europa y ciertamente que no en EE.UU. Curiosamente se mantiene más en América Latina», dijo De Posadas, citando países como México, Colombia, Perú y Chile.

Pero en Brasil y otros países de la región hay desde hace años gobiernos de tendencia de izquierda que reivindican la injerencia del Estado en la economía. En algunos casos, como Argentina, Venezuela o Bolivia, se ha desandado el camino privatizador y se estatizaron empresas.

Dutra Fonseca, que preside un foro brasileño de profesores de desarrollo económico, indicó que la crisis financiera global de 2008 «disminuyó un poco la influencia de esas ideas liberales más radicales».

«La pregunta quedó más pragmática: ¿qué hago para salir de la crisis?», explicó. «Y la idea de desregulación total quedó un poco perjudicada».

El modelo chileno

Si bien el gobierno de Margaret Thatcher es reconocido como uno de los pioneros mundiales en la política de privatizaciones, un país latinoamericano se le adelantó en varios años en la aplicación de esa polémica estrategia económica y de algún modo pudo servir de modelo para lo que ocurrió después en el Reino Unido.

El gobierno militar de Augusto Pinochet, que llegó al poder en Chile en 1973, adoptó casi desde sus inicios una política de desmonte de la influencia del estado en la economía.

Bajo la batuta de tecnócratas educados en Estados Unidos, los llamados «Chicago Boys», Chile inició su experimento con la economía de mercado seis años antes de que Margaret Thatcher se convirtiera en primera ministra británica en 1979.

Más aún, el economista austriaco Fredrich Hayek, considerado como el mentor intelectual de Thatcher, visitó a Chile para conocer el experimento económico de Pinochet. Hayek llegó a recomendarlo a la mandataria como un modelo de lo que podrían lograr sus políticas privatizadoras en el Reino Unido, según señala el académico de la Universidad de Nueva York Greg Grandin en su libro «Empire’s Workshop: Latin America, the United States, and the Rise of the New Imperialism».

Aunque según Grandin, Thatcher dudó que pudiera replicar el modelo chileno en su país, ya que las instituciones democráticas del Reino Unido y la necesidad de «un alto grado de consentimiento» volvían «inaceptables» para los británicos algunas de las medidas económicas que Pinochet ensayó en su país.

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/04/130408_thatcher_america_latina_privatizacion_lf.shtml

61° Capítulo de ECONONUESTRAS 8-abr-2013

Hablamos de Beyer, Bachelet y el Lucro; los portuarios; elige sobrevivir sano; Europa y más!

Desigualdad y terrorismo laboral

por Fundación Sol

Una persona que tenía muy clara la vigencia de la lucha de clases y la importancia de las relaciones laborales fue el mentor del “plan”, creado en dictadura, que está detrás del actual Código del Trabajo: José Piñera. Nada menos que el hermano del actual Presidente de la República y responsable también de otras dos “perlas” de nuestra institucionalidad: el sistema de las AFP y la Ley Minera.

Por encargo directo del general Pinochet, José Piñera tuvo por misión crear una nueva institucionalidad laboral, un Plan Laboral que generaría una verdadera “revolución” en el país. Aprobado en 1979, este plan fue “única y exclusivamente un plan sindical”, dirigido a los derechos colectivos, constituido por una ley sobre organizaciones sindicales y otra sobre negociación colectiva, suficientes para liberalizar el “mercado de trabajo”.

Entre sus puntos fuertes, este Plan permitió el reemplazo de trabajadores en huelga y excluyó la posibilidad de negociar a nivel de rama productiva o a nivel nacional, relegando la negociación colectiva al nivel de empresa, lo que permitiría, en sus palabras: “‘reemplazar la ‘lucha de clases’ (trabajadores versus empresarios) por la ‘lucha de empresas’ (trabajadores y empresarios de una misma empresa versus los de otra que compite con ellos), lo que es funcional a una economía de libre de mercado“.

Esta estructura institucional, que buscaba el debilitamiento de los sindicatos, no ha sido alterada en estos 22 años post-dictadura, de completo abandono del Trabajo.

El primer proyecto de ley post-dictadura que se planteaba una reformulación global del Código del Trabajo y recuperar derechos colectivos, fue enviado durante el segundo gobierno de la Concertación y ese fue también el último. No hay más.

En 2009, el actual presidente y primer mandatario de derecha electo en los últimos 20 años, se comprometió a reformar la negociación colectiva, pero, como era de esperar, eso no ocurrió. Fue otro “olvido” más.

Este abandono del Trabajo y en particular de los derechos colectivos del trabajo no es casual, puesto que ha sido clave para sostener el rumbo que ha seguido Chile: el de una economía  que se dice “libre”. El Trabajo es el nervio del sistema económico, es la esfera donde se produce y distribuye la riqueza de una sociedad, por lo que es estratégico. En particular, el sistema de relaciones laborales establece las reglas del juego de las relaciones de poder entre empresarios y los trabajadores representados en los sindicatos. Así, la norma que rige estas relaciones es decisiva en la inclinación de la balanza hacia uno u otro lado. Lógicamente, el Plan Laboral instalado en dictadura y aún vigente, inclina la balanza de poder hacia los empresarios para posibilitar una rampante acumulación de capital.

Ya bien instalado y luego de haber madurado durante estos años post-dictadura, el Plan Laboral da muestra de sus resultados. La negociación colectiva se ha mantenido baja e incluso ha decrecido: en 1992 los trabajadores cubiertos por un instrumento colectivo eran un 14,3 %, mientras el año 2012 es de 11,2 %. Considerando la tasa de trabajadores que negocian con derecho a huelga (el plan de José Piñera crea la posibilidad de negociar sin este derecho, lo que los tribunales federales alemanes llaman un “mendigar colectivo”), el porcentaje disminuye a un 8 %. De este modo, la negociación tiene un alcance anecdótico y sus resultados no superan un aumento salarial de 1 % real promedio en los últimos 10 años.

Ahora bien, el dejar completamente anulado este mecanismo explica en buena parte que, entre 1990 y 2011 la brecha en ingresos autónomos (provenientes del trabajo) per cápita, entre 5 % más pobre y 5 % más rico, subiera de 129 a 257 veces (Casen).

A ello se le añaden signos inequívocos de acumulación capitalista: nuestro país tiene 14 ultramillonarios en el ranking de riquezas Forbes, muchos más que países como Dinamarca, Austria, Holanda, Noruega y otros. Hablamos de una clase plenamente identificable, son los Luksic, los Matte, los Angelini, los históricos, los de siempre, pero a ellos se le añaden hoy, los Paulmann, los Solari, los Piñera, familias que están presentes en sectores intensivos en trabajo y que corren con el viento a favor: no existe una contraparte que le dispute las ganancias. Esta súper acumulación que despoja el valor del trabajo, se expresa en que entre el años 2000 y 2011, los trabajadores del comercio han perdido poder adquisitivo (en 2,1 %). Es decir, los trabajadores del comercio tenían mayor poder adquisitivo hace 12 años que en la actualidad. Al mismo tiempo, los empleadores del comercio han aumentado sus ingresos en un 35,3 % (Casen 2011).

Para rematar, cabe considerar el bajo nivel de los sueldos en Chile. De acuerdo a la Casen 2011, el 50 % de los trabajadores dependientes privados, obtiene menos de $ 218.800, cifra inclusive menor a la obtenida en 2009 (calculada a pesos de noviembre de 2011). Este bajo valor del trabajo debe complementarse con deuda para poder cumplir con las necesidades de un grupo familiar, generando, de paso, ganancias extraordinarias al sistema financiero.

Las organizaciones de trabajadores que luchan por sus intereses, incluso al nivel más básico de defensa de la vida, como sucede con los trabajadores portuarios que abogan por temas de seguridad, salud e infraestructura, son tratados como terroristas, transformando un conflicto laboral en un problema de seguridad ciudadana. En el caso aludido, se llama a invocar la Ley de Seguridad Interior del Estado. Otra de las secuelas de la dictadura.

¿Por qué estas situaciones no causan revuelo? Hay que reconocer que, dado el creciente descontento con el entorno social, ha tomado cada vez mayor visibilidad pública el tema de la desigualdad, apareciendo incluso como bandera de lucha de cara a las presidenciales. Pero ¿de qué desigualdad se habla?, ¿desigualdad sin Trabajo?, ¿desigualdad sin conflicto?

Una desigualdad deslavada, descriptiva, abstraída de las relaciones sociales que la sostienen. Mientras, el conflicto capital-trabajo sigue actuando. Usando datos del Banco Central (Cuentas Nacionales) y del INE (para remuneraciones) se observa que, entre 1990 y 2009, la productividad laboral ha aumentado en un 90 %, pero los salarios sólo lo hacen en un 20 %. ¿A dónde fueron a parar esos 70 puntos restantes? La diferencia fue apropiada por un sector, hubo un evidente trasvase de rentas del trabajo a las del capital.

No nos engañemos. En el tema del trabajo se juega la desigualdad más problemática: la acumulación de unos (empresarios) por el despojo de otros (trabajadores). Esa desigualdad no puede ser combatida a menos que el Trabajo tenga la centralidad que se merece.

http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/04/05/desigualdad-y-terrorismo-laboral/

60° Capítulo de ECONONUESTRAS 1-abr-2013

Hablamos de los discursos económico-políticos de los candidatos presidenciales; salario mínimo; extrema riqueza en Chile; los trabajadores y las balas locas; entre otros…