Archivos Mensuales: junio 2013
72° Capítulo de ECONONUESTRAS 24-jun-2013
Por qué hay que construir espacios autónomos
por Carlos Taibo, Profesor de Ciencia Política en la UAM, extraído de www.diagonalperiodico.net
Defiendo desde mucho tiempo atrás la idea de que la construcción de espacios de autonomía en los cuales procedamos a aplicar reglas del juego diferentes de las que se nos imponen debe ser tarea prioritaria para cualquier movimiento que ponga manos a la tarea de contestar el capitalismo desde la doble perspectiva de la autogestión y la desmercantilización.
Creo que la opción que me ocupa es tan necesaria como honrosa y hacedera. En último término se asienta en la convicción de que hay que empezar a construir, desde ya, la sociedad del mañana, con el doble propósito de salir con urgencia del capitalismo y de perfilar estructuras autogestionadas desde abajo, lejos del trabajo asalariado y de la mercancía. Me parece, por añadidura, que esos espacios, que por lógica tienen capacidad de atracción y de expansión, configuran un proyecto mucho más realista que el que preconiza desde siempre, ahora con la boca pequeña, la socialdemocracia ilustrada.
Cuando alguien me habla de la necesidad de crear una banca pública, me veo en la obligación de preguntarme cuánto tiempo podemos aguardar a que aquélla se haga realidad, tanto más cuanto la propuesta en cuestión tiene por necesidad que pasar por el cauce de partidos, parlamentos e instituciones.
Agrego –aunque creo que el añadido está de más– que esos espacios de autonomía de los que hablo no pueden ser, en modo alguno, instancias aisladas que se acojan a un proyecto meramente individualista y particularista: su perspectiva tiene que ser, por fuerza, la de la autogestión generalizada. No sólo eso: su aprestamiento no puede dejar de lado la contestación activa, frontal, del sistema. No se olvide que quienes apuestan por esos espacios las más de las veces han preservado formas de lucha de honda tradición y, lejos del sindicalismo de pacto que se revela por todas partes, trabajan en organizaciones que han estado de siempre en esa pelea.
Cierto es que el proyecto que ahora defiendo ha suscitado críticas que merecen tanta atención como réplica. Se ha dicho, por lo pronto, y creo que contra toda razón, que se asienta en una aceptación soterrada del orden capitalista.
Sorprende que esto lo digan quienes han decidido asumir el camino de las dos vías alternativas que se vislumbran en el mundo de la izquierda: la parlamentario-legalista y la revolucionario-putschista. Si en el primer caso la sorpresa lo es por razones obvias, en el segundo remite a razones que deben serlo también, de la mano de la sonora aceptación de todo el imaginario del poder, de la jerarquía, de la vanguardia y de la sustitución.
No quiero molestar a nadie cuando subrayo que esas dos vías presuntamente alternativas comparten demasiados elementos comunes. En ambas falta cualquier reflexión seria sobre el poder y la alienación. En ambas se elude la consideración de lo que el poder significa en todos los ámbitos: la familia, la escuela, el trabajo, la ciencia, la tecnología, los sindicatos y los partidos. En ambas se esquivan las secuelas que acompañan a las sociedades complejas, a la industrialización, a la urbanización y a la desruralización. En ambas se aprecia lo que casi siempre es una aceptación callada de los mitos del crecimiento, el consumo y la competitividad. En ambas se barrunta, en fin, el riesgo de una absorción inminente por un sistema que en los hechos nunca se ha abandonado. Castoriadis habló al respecto, decenios atrás, del “constante renacimiento de la realidad capitalista en el seno del proletariado”.
Obligado estoy a apostillar que si la discusión que hoy rescato es muy antigua, hoy tiene un relieve acaso mayor que el que le correspondió en cualquier momento del pasado. Lo tiene al menos a los ojos de quienes estimamos que el capitalismo ha entrado en una fase de corrosión terminal que, merced al cambio climático, al agotamiento de las materias primas energéticas, a la prosecución del expolio de los países del Sur, a la desintegración de precarios colchones sociales y al despliegue desesperado de un nuevo y obsceno darwinismo social, coloca el colapso a la vuelta de la esquina. Frente a ello la respuesta de las dos vías alternativas antes mencionadas se antoja infelizmente débil: si en unos casos poco más reclama que la defensa de los Estados del bienestar y una “salida social a la crisis” –o, lo que es lo mismo, un tan irreal como sórdido regreso a 2007–, en otros se asienta en la ilusión de que una vanguardia autoproclamada, investida de la autoridad que proporciona una supuesta ciencia social, debe decidir por todos al amparo de su designio de imitar fiascos como muchos de los registrados en el siglo XX. En su defecto, unos y otros promueven alegatos radicalmente anticapitalistas que no se preocupan de documentar cómo el proyecto correspondiente se llevará a cabo. Al final, y en el mejor de los casos, se traducen en una activa y respetable lucha en el día a día que, sin embargo, tiene consecuencias limitadas.
Bien sé que el horizonte de la autonomía, de la autogestión y de la desmercantilización no resuelve mágicamente todos estos problemas. Me limito a certificar que nos acerca a esa solución. Ni siquiera creo que esté por detrás de las demás aparentes opciones en lo que hace a una discusión mil veces mantenida: la que nace de la pregunta relativa a si somos tan ingenuos como para concluir que nuestros espacios autónomos no serán objeto de la iras represivas del capital y del Estado. No lo somos: simplemente nos limitamos a preguntar cuáles son las defensas que, para sus proyectos, desean y están en condiciones de desplegar nuestros amigos que preconizan las vías parlamentario-legal y revolucionario-putschista, tanto más cuanto que, las cosas como van, se intuye que no tendrán nada que defender. ¿Acaso son más sólidas y creíbles que las nuestras? ¿O será que, y permítaseme la maldad, quienes se lancen a la tarea de reprimir los espacios autónomos serán al cabo los amigos con los que hoy debatimos?
Dejo para el final, en suma, una disputa que no carece de interés: la de si el proyecto de autonomía y los otros dos que he glosado aquí críticamente son incompatibles o, por el contrario, pueden encontrar un acomodo. Responderé de manera tan rápida como interesada: si la consecuencia mayor de ese acomodo es permitir que muchas gentes se acerquen a los espacios liberados, bien venida sea. Pero me temo que hablamos de proyectos que remiten a visiones diametralmente distintas de lo que es la organización social y de lo que supone la emancipación. Y me veo en la obligación de subrayar esa tara ingente que es que en las apuestas de la izquierda tradicional no haya nada que huela a autogestión, y sí se aprecie el olor, en cambio, de jerarquías, delegaciones y reproducciones cabales del mundo que aparentemente decimos contestar. Aunque nadie tiene ninguna solución mágica para los problemas, cada vez estoy más convencido de que hay quien ha decidido asumir el camino más rápido y convincente.
http://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/por-hay-construir-espacios-autonomos.html
71° Capítulo de ECONONUESTRAS 17-jun-2013
AFP: la piedra angular del modelo concentrador de riqueza en Chile
por Marco Kremerman y Simón Ballesteros, en elmostrador.cl
Actualmente, las AFP pagan cerca de 1 millón de pensiones (muchas de ellas apuntaladas vía aporte previsional solidario del Estado) y su monto promedio no supera los $ 180.000 por cada afiliado. Dentro de este millón, un poco más de 400 mil corresponden a las clásicas pensiones por vejez (desde los 60 años para las mujeres y 65 para los hombres) y su monto promedio apenas sobrepasa los $ 160.000. Finalmente, cerca de 290 mil pensiones por vejez se pagan bajo la modalidad de retiro programado, donde en vez de traspasar los fondos a una compañía de seguro y recibir una pensión bajo una renta vitalicia, el pensionado “decide” dejar sus ahorros en las AFP. En este caso el monto de la pensión promedio no supera los $ 115.000.
Más de 43 mil millones de dólares de los fondos de los trabajadores que administran las AFP, están invertidos en 10 empresas y 10 bancos que reciben dinero a tasas del orden del 5 % y luego le prestan a los mismos trabajadores en su rol de consumidores a tasas del 20 %, 30 % o más.
Cuando vemos la lista completa, los apellidos comienzan a sonar conocidos. Los verdaderos beneficiarios de nuestros ahorros son Paulmann, la familia Solari, Luksic, Angellini, Matte, Yarur o Saieh. ¿Qué tienen en común estas personas? Todas aparecen en el último ranking Forbes de multimillonarios.
Por ello, no resulta sorprendente que el 1 % más rico en Chile acumule 32 % de los ingresos totales, superando por lejos a países como Estados Unidos, Japón o Alemania y que la riqueza acumulada por nuestros multimillonarios represente casi el 25 % del PIB, liderando el ranking mundial de concentración y desigualdad entre aquellos países que tienen más de 5 multimillonarios en el ranking Forbes y un PIB mayor a US$ 50.000 millones.
Quizás por esto, José Piñera, creador del sistema de las AFP, señalaba que esta era “la madre de todas las batallas”. Lo que está en juego no es la defensa de un particular Sistema de Pensiones, ya que Chile no cuenta con tal sistema, sino que más bien los tentáculos del Modelo Económico chileno, aquel que está en cuestionamiento por estos días, aquel que para algunos resulta más importante que ganar una elección presidencial.
70° Capítulo de ECONONUESTRAS 10-jun-2013
El garrote y la zanahoria detrás del actual orden del Trabajo
por Karina Narvona, Fundación Sol
El 3 de junio, Hermógenes Pérez de Arce advirtió la posibilidad de un nuevo Golpe de Estado si se llegase a cambiar la Constitución, recordándonos el medio de dominio más directo de la élite para mantener el orden, siempre a su alcance. Pues bien, ese orden, fundado en la desigualdad y el lucro, no sería nada sin el orden generado en el trabajo (donde se fabrica la desigualdad, y todo lo que nos rodea), espacio que se ha visto sujeto a un esfuerzo de desmovilización de relojería, haciendo posible que, aun cuando el 50 % de los trabajadores gane menos de $ 251.000 (Casen, 2011), no estén al centro de la protesta social.
Esa política fue fértil: Cortázar exhibía al cerrar su gestión que los salarios reales crecieron en promedio un 15 % y el salario mínimo aumentó en un 30 % entre 1990-1993 (iniciando el periodo dorado de la Concertación), a la vez que la ocurrencia de huelgas llegó a la mitad de la cifra de los años sesenta. El conflicto se revelaba entonces como innecesario.
La política laboral que continuó en adelante, constó de cambios a la institucionalidad pero ninguno que alterara de fondo el Plan Laboral. El único intento de reformulación global del Código del Trabajo incluyendo los derechos colectivos —donde se juegan las relaciones de poder— se hizo el año 1994 y quedó trunco. En lo que sigue no hubo cambios profundos.
3. Educación y disciplinamiento del mercado. José Piñera, en sus memorias del Plan Laboral, se refiere también a la “huelga sometida a la disciplina del mercado”, la “¿negociación colectiva? ¡por cierto que sí, concebida a partir del principio de la responsabilidad individual y disciplina del mercado!” y que “la posibilidad de contratar reemplazantes en las empresas en huelga es la mejor manera como el mercado disciplina las posturas en la negociación”. Lo que revela con sus palabras, en última instancia, es que el trabajador mismo quedaría sometido a la disciplina del mercado.
Y en efecto, la contención salarial, la inestabilidad laboral, el endeudamiento, la privatización de los derechos sociales y los costos asociados, que abundan en una economía flexible, hacen al trabajador más proclive a cuidar su fuente de ingresos para no perder lo que ya tiene y poder responder a sus necesidades y compromisos. En ese proceso, la disciplina ejercida por la privatización de la educación y las deudas ligadas, será crucial. Por un lado, la explosión de la cobertura de la educación en la década 1990 y 2000, que favoreció en especial a la educación privada, sirvió de mecanismo de legitimación del modelo por efecto de integración. Pero además, el costo económico de esa integración marcaría la conducta laboral. Tal como revela en un tuit Cecilia Cifuentes, de Libertad y Desarrollo: “Si educación es gratuita, cae esfuerzo laboral de padres”. Es decir, la educación, como la gran zanahoria del siglo XXI, ha servido de intensificación del trabajo.
4. Satisfactores laterales: de salario emocional, bonos y endeudamiento. La crisis social se ha visto contenida también por la acción de satisfactores indirectos que mitigan el bajo valor del trabajo. Uno de ellos es el “salario emocional”, que requiere cierto preámbulo.
Durante la década de 1970, cuando el capitalismo mundial inició el giro neoliberal, se produjo también un giro liberal en la gestión del trabajo: de la “administración de personal” se pasa a la “gestión de Recursos Humanos”. Este cambio de nombre no era accesorio, advertía la nueva estrategia empresarial para enfrentar el nuevo panorama flexible: el trabajador sería entendido en adelante como un recurso más, un recurso moldeable y movilizable hacia el proyecto de empresa, y la gestión tendría por misión central incitar su compromiso. El enfoque, desarrollado en los MBA de Harvard y conocido también como Gestión Sutil, se basa en políticas de animación y relaciones laborales altamente individualizadas para maximizar el esfuerzo en el puesto de trabajo, usando una retórica a-sindical y unitarista dirigida a borrar las frontera ellos/nosotros (los jefes son llamados “líderes” y los trabajadores “colaboradores”). A Chile llega en los años ochenta.
Pues bien, uno de sus más recientes preceptos señala que lo más importante para motivar a las personas no son los salarios, y que las empresas deban concentrarse en crear incentivos no-materiales para generar un “estado de flujo” o “felicidad laboral”. El salario emocional sería ese conjunto de incentivos, entre los que se cuentan: un lenguaje afectivo, un canal directo con gerencia, reconocimientos simbólicos, beneficios anexos, instancias recreativas, trato informal y recompensa por méritos, cuestiones cada vez más frecuente en las grandes empresas. Dentro de esto, los beneficios que a modo de caridad entrega la empresa, son los más apreciados por los sujetos disciplinados dado la escasez de derechos.
Los otros dos paliativos anunciados en el título ya se conocen: la política de subsidios y bonos por parte del Estado y el endeudamiento por parte de los hogares, amortiguadores que funcionan a toda máquina mientras continúa la devaluación del trabajo.
5. Televisión y propaganda. Refiriéndose al papel de la televisión —otro medio de control social—, el ideólogo del Plan Laboral plantea que “la televisión cumplió una función crucial en el establecimiento de la economía social de mercado en Chile. La economía libre no requiere necesariamente de militares en el poder para ser adoptada. Sólo requiere de televisión libre y de personas dispuestas a jugárselas por esta causa”. Su peregrinación por los programas de televisión para promover la ley sindical fue una muestra de influencia de masas, pero ese rol de la televisión, la prensa escrita y otros medios de comunicación en normalizar la conducta laboral, no ha perdido centralidad.
Estos factores hacen más inteligible la baja movilización de los trabajadores hoy. Pueden considerarse también otros más: el individualismo, la cooptación sindical, las estructuras empresariales divisorias, el declive de sectores productivos más organizados, la entrada a la fuerza de trabajo de mujeres y jóvenes con menos memoria sindical y más habituados a la precariedad, etc. Sin embargo, a pesar de que la lista es amplia y su efecto importante, parecen irrumpir en el último tiempo signos de agotamiento de la tradicional resignación. Según la encuesta de Cooperativa, Imaginacción y Universidad Central, el 80,5 % considera que no se respetan los derechos del trabajador, el 70 % que los sindicatos son útiles para defender los intereses y el 81,7 % que los trabajadores no se benefician de los frutos de la economía. Y desde hace algunos años, justo allí donde existen mayores escollos organizativos (subcontratados y eventuales), se han generado los mayores alzamientos. ¿Se abre una grieta en el orden del trabajo? ¿Un rearme de la crítica y la movilización laboral?
Domesticación gratuita y de calidad para tod@s: Efectos colaterales de una política de derechos
por Simón Iribarren, extraído de www.fugadetinta.cl con el título original de ‘Efectos colaterales de una política de derechos’
El reciente anuncio del presidente Piñera sobre la obligatoriedad del Kínder, me recordó algunos diálogos sostenidos durante las movilizaciones estudiantiles del 2011 en los que analizábamos los términos “público” y “estatal”. Pero en concreto, me devuelve a una idea que se mezclaba en las discusiones, la idea de la obligatoriedad de estos derechos (entendiendo la obligatoriedad del kínder como una política para “garantizar el derecho a la educación”).
Mi pregunta es, ahora que el kínder será obligatorio ¿existirá apertura a la diversidad de proyectos educativos? ¿Qué otras políticas acompañan esta medida en la labor de mediar la cultura de los niños y niñas?
Si yo tuviera un hijo/a, y pudiese arreglármelas para poder pasar con él o ella gran parte del día, no lo llevaría a un Kinder que tenga un enfoque valórico asociado a la competencia y desde una visión adultocéntrica, buscaría pasar el mayor tiempo con el/ella, buscando espacios de socialización con la familia y amigos/as. Me sorprende ver niños y niñas de 4 y 5 años frustrados por no poder hacer sus tareas, educadoras de párvulos ganando sueldos miserables y trabajando en condiciones poco favorables, familias que por diversos factores más que sumar en muchos casos obstaculizan los procesos de desarrollo sano de sus propios hijos e hijas (ya sea con modelos de conducta, mala alimentación o dejándoles solo con la TV hasta altas horas).
Si este es el kínder obligatorio, pues no estoy de acuerdo, aun así, debe existir un espacio para los niños y niñas cuyos padres, siendo afectados por la degenerada desigualdad que existe en Chile, no tienen la opción de crecer junto a ellos, y ese espacio debe ser inclusivo, acogedor, no debe ser segregador, debe reunir cuánta diversidad exista, ya que así esos pequeños y pequeñas, lograrán que los padres y madres, en general los adultos, podamos juntarnos y hablar, ese poder tienen los niños cuando no los negamos, el hacernos ver las cosas desde otro enfoque, desde uno que está más abajo, de los que no ven la diferencia, de los que son naturalmente inclusivos, lejos de nuestros sesgos culturales. Hoy esto se logra en algunas comunidades, sobre todo en la educación alternativa, lamentablemente estas no son de fácil acceso para quienes no tienen las posibilidades materiales, ya que no hay apoyo del Estado ni de nadie, solo son posibles por autogestión o por financiamiento directo de las familias.
Al igual que las escuelas y liceos, la educación alternativa a la oficial debe validarse, y debe apoyar su existencia. La educación no puede ser estandarizada y abandonada, no puede ser única en sus contenidos y formas, no puede ser medida con la misma vara, y si no dejamos espacio para que surjan nuevos proyectos, probablemente, la segregación, la polarización y la desigualdad, seguirán teniendo en las escuelas y kinder, un nicho rico para seguir creciendo.
No por garantizar un derecho, debo obligar a todos a tener la misma forma de acceder a él y quedarme en la estadística de cobertura, porque si bien hoy son bajos los índices de analfabetismo y son aceptables los de cobertura educacional, la forma en la que se llevan a cabo, no cumplen el objetivo de la educación por dos motivos: 1) las formas son impuestas y todo lo impuesto genera un impulso a ser rechazado 2) la educación es un fenómeno complejo, y se debe abordar desde su complejidad, por lo tanto, las políticas contra la desigualdad y la segregación, las políticas de seguridad y salud, las posibilidades alimentación y por favor los medios de comunicación, deben estar en la misma sintonía, en el desarrollo pleno e integral de los seres humanos y su entorno.
No creo que sea necesario masificar de forma obligatoria estructuras “educativas” basadas en la competencia y sin todo un cambio sistémico que pueda garantizar el bien-estar en general de la sociedad, ni aunque estas sean supuestamente para cubrir un derecho. Si vamos a obligar a tomar los derechos, creo que se deberían diversificar las formas, situarnos en nuevos paradigmas más inclusivos y sustentables, que busquen y caminen por el Bien-estar, apoyar proyectos alternativos materialmente y no generar políticas parciales, sino cambios integrales y sinérgicos que aborden la complejidad de la cobertura de un derecho sin generar efectos colaterales dañinos.
http://fugadetinta.cl/efectos-colaterales-de-una-politica-de-derechos-simon-iribarren/
La Autogestión, Aquí, Ahora
por José Luis Carretero. Artículo publicado en el número especial para Feria del Libro de Madrid, de la publicación La Aurora Intermitente.
69° Capítulo de ECONONUESTRAS 3-jun-2013
Vida material, capitalismo y cambio social
por Raúl Zibechi
La mayor parte de los análisis políticos, con intencionalidad antisistémica, están orientados a comprender cómo funcionan las grandes empresas multinacionales y el conjunto de la economía capitalista, el papel que juegan los estados-nación, y las relaciones de fuerza geopolíticas a escala nacional, regional y global, en suma, en el modo como dominan los poderosos. Contamos también con un buen puñado de estudios sobre las luchas sociales y políticas de los sectores populares, desde las luchas locales hasta las coaliciones más amplias que establecen a escala nacional y global, y cómo estas formas de acción van cambiando a lo largo del tiempo.
Podría decirse que buena parte de estos análisis y estudios dan cuenta de la realidad del sistema y de las diversas realidades antisistémicas. Sin embargo, contamos con muy pocos trabajos sobre lo que Fernand Braudel denominaba lavida material
, a la que llamó también el océano de la vida cotidiana
, el reino del autoconsumo, lo habitual, lo rutinario
, la esfera básica de la vida humana que en su opinión es el gran ausente de la historia
( La dinámica del capitalismo,Alianza). Y, habría que agregar, el gran ausente en las teorías revolucionarias y en las propuestas emancipatorias.
Como sabemos, Braudel definió tres esferas: la vida material, que es el reino del valor de uso; la vida económica o economía de mercado, dominada por los intercambios y el valor de cambio, y encima de ambas el capitalismo o el antimercado, donde merodean los grandes depredadores y rige la ley de la selva
. En esta peculiar mirada del mundo el Estado no hace sino auxiliar al capitalismo y es antitético a la economía de mercado, como recuerda Immanuel Wallerstein.
Para completar el análisis, habría que repetir con Braudel que el capitalismo hunde sus raíces en la vida material pero no penetra nunca en ella. La acumulación de capital se produce básicamente en la esfera de los monopolios donde no funciona el merado, no así en la vida material y en la vida económica. Es cierto que los estratos superiores se apoyan en los inferiores, de los cuales también dependen, pero no es menos cierto que la vida cotidiana o material es relativamente autónoma y no está nunca completamente subordinada a la esfera de la acumulación.
El interés y actualidad del modo de mirar de Braudel consiste en que la lucha antisistémica está anclada básicamente en la vida material y, de algún modo, en la vida económica, pero no puede apoyarse en las esferas del capitalismo, sean las empresas o los estados. La enorme potencia de los movimientos antisistémicos territoriales actuales, tanto los rurales como los urbanos, es que organizan colectivamente el océano de la vida material, desde ese lugar se relacionan con la vida económica, los mercados, y desde allí resisten al capital y al estado.
Incluso en las grandes ciudades. En el corazón de una megaciudad como Buenos Aires pululan experiencias de este tipo, que también pueden encontrarse en muchas otras urbes latinoamericanas (ver cipamericas) y, por supuesto, abundan en las zonas rurales. Una amplia red de espacios (merenderos, comedores populares, centros de salud, primarias y bachilleratos populares, centros de mujeres, cuadrillas de trabajo, medios de comunicación) le dan forma colectiva a la vida material de los más pobres, convirtiendo la vida cotidiana en espacios de resistencia pero también de alternativa al sistema.
De ese modo la rutina
, lo cotidiano
, cobra nuevos sentidos. Las organizaciones populares, por lo menos las que no se limitan a parasitar la vida material, trabajan por organizar el autoconsumo más allá del espacio familiar. Sobre todo se empeñan en que ese espacio de autonomía que es la vida cotidiana sea lo más integral posible, que abarque no sólo necesidades urgentes como la alimentación, que es el suelo donde comenzó a florecer el movimientopiquetero argentino, sino que se expanda hacia áreas como la educación y la salud, la dignidad de las mujeres, los juegos infantiles y los órganos de decisión, como las asambleas.
Organizar la vida material, profundizar sus sentidos colectivo y comunitario, es tanto como politizarla y darle más autonomía ante las otras esferas, muy en particular frente a las multinacionales y los estados. Eso pasa también por dotarla de órganos para adoptar decisiones y hacerlas cumplir, para defenderse frente a las otras esferas, o sea, órganos de poder. Cuando la vida material se organiza como movimientos antisistémicos, las asambleas cumplen esa función.
¿Cómo se paran frente a los monopolios capitalistas? En el caso que comento, los movimientos de las villas de Buenos Aires, recuperan lo que necesitan mediante la acción directa. Para conseguir medicamentos para sus centros de salud, hacen piquetes frente a las grandes distribuidoras farmacéuticas, impidiendo la salida y la entrada de camiones. Lo mismo para arrancarle alimentos al municipio o al gobierno de la ciudad. La cámara que utiliza una televisión comunitaria la consiguieron mediante un escrache a un hotel de cinco estrellas. Y así con todo.
¿Es posible revolucionar la sociedad desde la vida material o cotidiana? Depende del concepto de revolución que cada quien maneje. La vida material es, entre muchas otras cosas, el espacio de la gente común, el que puede limitar o darle alas al capitalismo. No existen otros espacios donde pueda nacer y crecer algo diferente al mundo de la acumulación. Miradas así las cosas, el cambio social es un modo sistemático de desparasitar la vida material de capitalismo.
En ningún otro estrato puede nacer un mundo nuevo y diferente. No quiero decir con ello que la vida material/cotidiana no contenga opresiones, como el machismo. Sólo se puede construir lo nuevo desde relaciones asentadas en el valor de uso, y comandadas por la gente común. Hacerlo desde otros espacios es tanto como reproducir la dominación o instalar una nueva clase dominante.
http://www.jornada.unam.mx/2013/05/31/index.php?section=opinion&article=019a2pol