Archivos Mensuales: junio 2013

72° Capítulo de ECONONUESTRAS 24-jun-2013

Programa especial sobre ECONOMÍA FEMINISTA. Invitada: Lieta Vivaldi, abogada, master en sociología, experta en temas de género.

Por qué hay que construir espacios autónomos

por Carlos Taibo, Profesor de Ciencia Política en la UAM, extraído de www.diagonalperiodico.net

Defiendo desde mucho tiempo atrás la idea de que la construcción de espacios de autonomía en los cuales procedamos a aplicar reglas del juego diferentes de las que se nos imponen debe ser tarea prioritaria para cualquier movimiento que ponga manos a la tarea de contestar el capitalismo desde la doble perspectiva de la autogestión y la desmercantilización.

Creo que la opción que me ocupa es tan necesaria como honrosa y hacedera. En último término se asienta en la convicción de que hay que empezar a construir, desde ya, la sociedad del mañana, con el doble propósito de salir con urgencia del capitalismo y de perfilar estructuras autogestionadas desde abajo, lejos del trabajo asalariado y de la mercancía. Me parece, por añadidura, que esos espacios, que por lógica tienen capacidad de atracción y de expansión, configuran un proyecto mucho más realista que el que preconiza desde siempre, ahora con la boca pequeña, la socialdemocracia ilustrada.

Cuando alguien me habla de la necesidad de crear una banca pública, me veo en la obligación de preguntarme cuánto tiempo podemos aguardar a que aquélla se haga realidad, tanto más cuanto la propuesta en cuestión tiene por necesidad que pasar por el cauce de partidos, parlamentos e instituciones.

Agrego –aunque creo que el añadido está de más– que esos espacios de autonomía de los que hablo no pueden ser, en modo alguno, instancias aisladas que se acojan a un proyecto meramente individualista y particularista: su perspectiva tiene que ser, por fuerza, la de la autogestión generalizada. No sólo eso: su aprestamiento no puede dejar de lado la contestación activa, frontal, del sistema. No se olvide que quienes apuestan por esos espacios las más de las veces han preservado formas de lucha de honda tradición y, lejos del sindicalismo de pacto que se revela por todas partes, trabajan en organizaciones que han estado de siempre en esa pelea.

Cierto es que el proyecto que ahora defiendo ha suscitado críticas que merecen tanta atención como réplica. Se ha dicho, por lo pronto, y creo que contra toda razón, que se asienta en una aceptación soterrada del orden capitalista.

Sorprende que esto lo digan quienes han decidido asumir el camino de las dos vías alternativas que se vislumbran en el mundo de la izquierda: la parlamentario-legalista y la revolucionario-putschista. Si en el primer caso la sorpresa lo es por razones obvias, en el segundo remite a razones que deben serlo también, de la mano de la sonora aceptación de todo el imaginario del poder, de la jerarquía, de la vanguardia y de la sustitución.

No quiero molestar a nadie cuando subrayo que esas dos vías presuntamente alternativas comparten demasiados elementos comunes. En ambas falta cualquier reflexión seria sobre el poder y la alienación. En ambas se elude la consideración de lo que el poder significa en todos los ámbitos: la familia, la escuela, el trabajo, la ciencia, la tecnología, los sindicatos y los partidos. En ambas se esquivan las secuelas que acompañan a las sociedades complejas, a la industrialización, a la urbanización y a la desruralización. En ambas se aprecia lo que casi siempre es una aceptación callada de los mitos del crecimiento, el consumo y la competitividad. En ambas se barrunta, en fin, el riesgo de una absorción inminente por un sistema que en los hechos nunca se ha abandonado. Castoriadis habló al respecto, decenios atrás, del “constante renacimiento de la realidad capitalista en el seno del proletariado”.

Obligado estoy a apostillar que si la discusión que hoy rescato es muy antigua, hoy tiene un relieve acaso mayor que el que le correspondió en cualquier momento del pasado. Lo tiene al menos a los ojos de quienes estimamos que el capitalismo ha entrado en una fase de corrosión terminal que, merced al cambio climático, al agotamiento de las materias primas energéticas, a la prosecución del expolio de los países del Sur, a la desintegración de precarios colchones sociales y al despliegue desesperado de un nuevo y obsceno darwinismo social, coloca el colapso a la vuelta de la esquina. Frente a ello la respuesta de las dos vías alternativas antes mencionadas se antoja infelizmente débil: si en unos casos poco más reclama que la defensa de los Estados del bienestar y una “salida social a la crisis” –o, lo que es lo mismo, un tan irreal como sórdido regreso a 2007–, en otros se asienta en la ilusión de que una vanguardia autoproclamada, investida de la autoridad que proporciona una supuesta ciencia social, debe decidir por todos al amparo de su designio de imitar fiascos como muchos de los registrados en el siglo XX. En su defecto, unos y otros promueven alegatos radicalmente anticapitalistas que no se preocupan de documentar cómo el proyecto correspondiente se llevará a cabo. Al final, y en el mejor de los casos, se traducen en una activa y respetable lucha en el día a día que, sin embargo, tiene consecuencias limitadas.

Bien sé que el horizonte de la autonomía, de la autogestión y de la desmercantilización no resuelve mágicamente todos estos problemas. Me limito a certificar que nos acerca a esa solución. Ni siquiera creo que esté por detrás de las demás aparentes opciones en lo que hace a una discusión mil veces mantenida: la que nace de la pregunta relativa a si somos tan ingenuos como para concluir que nuestros espacios autónomos no serán objeto de la iras represivas del capital y del Estado. No lo somos: simplemente nos limitamos a preguntar cuáles son las defensas que, para sus proyectos, desean y están en condiciones de desplegar nuestros amigos que preconizan las vías parlamentario-legal y revolucionario-putschista, tanto más cuanto que, las cosas como van, se intuye que no tendrán nada que defender. ¿Acaso son más sólidas y creíbles que las nuestras? ¿O será que, y permítaseme la maldad, quienes se lancen a la tarea de reprimir los espacios autónomos serán al cabo los amigos con los que hoy debatimos?

Dejo para el final, en suma, una disputa que no carece de interés: la de si el proyecto de autonomía y los otros dos que he glosado aquí críticamente son incompatibles o, por el contrario, pueden encontrar un acomodo. Responderé de manera tan rápida como interesada: si la consecuencia mayor de ese acomodo es permitir que muchas gentes se acerquen a los espacios liberados, bien venida sea. Pero me temo que hablamos de proyectos que remiten a visiones diametralmente distintas de lo que es la organización social y de lo que supone la emancipación. Y me veo en la obligación de subrayar esa tara ingente que es que en las apuestas de la izquierda tradicional no haya nada que huela a autogestión, y sí se aprecie el olor, en cambio, de jerarquías, delegaciones y reproducciones cabales del mundo que aparentemente decimos contestar. Aunque nadie tiene ninguna solución mágica para los problemas, cada vez estoy más convencido de que hay quien ha decidido asumir el camino más rápido y convincente.

http://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/por-hay-construir-espacios-autonomos.html

71° Capítulo de ECONONUESTRAS 17-jun-2013

Comentaremos las campañas del terror económicas de la derecha; las AFP en el ojo del huracán; el paro nacional del 26 de junio; y un gran paseo por el mundo: Grecia, Turquía, Brasil y EE.UU.

AFP: la piedra angular del modelo concentrador de riqueza en Chile

por Marco Kremerman y Simón Ballesteros, en elmostrador.cl

Actualmente, las AFP pagan cerca de 1 millón de pensiones (muchas de ellas apuntaladas vía aporte previsional solidario del Estado) y su monto promedio no supera los $ 180.000 por cada afiliado. Dentro de este millón, un poco más de 400 mil corresponden a las clásicas pensiones por vejez (desde los 60 años para las mujeres y 65 para los hombres) y su monto promedio apenas sobrepasa los $ 160.000. Finalmente, cerca de 290 mil pensiones por vejez se pagan bajo la modalidad de retiro programado, donde en vez de traspasar los fondos a una compañía de seguro y recibir una pensión bajo una renta vitalicia, el pensionado “decide” dejar sus ahorros en las AFP. En este caso el monto de la pensión promedio no supera los $ 115.000. 

Por otro lado, el Consejero del Banco Central, Joaquín Vial ha señalado recientemente que el 60 % de los primeros cotizantes del sistema, si se jubilaran hoy, tendrían pensiones cercanas a los $ 150.000.
 
Hace cinco años, bajo el gobierno de Bachelet se hizo una Reforma al Sistema Previsional. Una de las principales innovaciones fue crear las Pensiones Básicas Solidarias cuyo valor bordea los $ 81.000 y el Aporte Previsional Solidario para aquellas pensiones inferiores a $ 255.000. Estas dos modalidades del Pilar Solidario hoy llegan a 960 mil pensionados por vejez y para los economistas del chorreo corresponde a un gran avance ya que permitió pasar de una pensión de $ 0 a otra de $ 81.000 para muchas personas que nunca han o habían cotizado, pretendiendo haber solucionado el problema entregando esa pobre pensión. La misma lógica se utiliza para celebrar la creación de empleos precarios: cualquier empleo es mejor que no tener nada.
 
Lo cierto es que con $ 180.000, $ 115.000 o $ 81.000 ningún jubilado puede cubrir sus necesidades más básicas. Quizás lo podía hacer en 1981 cuando se creó el sistema de las AFP y el PIB per cápita de Chile era de US$ 3.200, pero no hoy, cuando el costo de la vida anda mano a mano con el que existe en muchos países de ingresos altos.
 
En resumen, Chile tiene y tendrá un problema de proporciones con sus pensionados. La foto es mala y la película es peor.
 
En 1981, en plena dictadura se creó un Sistema de Ahorro Forzoso, que nunca ha sido un Sistema de Pensiones, ya que nunca ha cumplido con su principal propósito: entregar buenas pensiones. En los gobiernos de la Concertación no se revirtió esta situación y sólo se creó un pilar de asistencia social para los casos extremos. En estricto rigor, nadie se ha atrevido a tocar a las AFP, o en palabras más simples, nadie se ha atrevido a crear un Sistema de Pensiones
 
Ante este panorama, han surgido un sinnúmero de propuestas y planteamientos. Mientras los dueños de las AFP, académicos de distintos sectores y muchos políticos propugnan cambios paramétricos al sistema (aumento de la edad de jubilación, aumento del porcentaje de cotización sobre el sueldo imponible, entre otros) y los más aventureros, la creación de una AFP estatal, parte importante de los trabajadores chilenos han apostado por la construcción de un sistema público completamente nuevo, en base a principios como la solidaridad, la universalidad y el financiamiento tripartito (trabajadores–empresarios–Estado).
 
Sin embargo, con excepción de los trabajadores, es posible constatar que en el actual debate público, no se cuestiona el verdadero rol que tienen las AFP y los fondos de pensiones como ejes del sistema económico y del orden social chileno. Las AFP son y han sido una de las principales financistas de los grandes grupos económicos chilenos con el dinero, y sin el mayor conocimiento, de todas y todos los trabajadores.
 
Analizando las cifras de la Superintendencia de Pensiones, podemos apreciar con claridad quiénes son los principales beneficiarios de los fondos de pensiones chilenos. Por ejemplo, los trabajadores chilenos, somos dueños del 19,6 % de Cencosud (sancionada por prácticas antisindicales y cobros abusivos) y además le prestamos 575 millones de dólares en bonos para su continua expansión. Así ocurre con muchas otras grandes empresas y bancos.
 

G1

Más de 43 mil millones de dólares de los fondos de los trabajadores que administran las AFP, están invertidos en 10 empresas y 10 bancos que reciben dinero a tasas del orden del 5 % y luego le prestan a los mismos trabajadores en su rol de consumidores a tasas del 20 %, 30 % o más.

Cuando vemos la lista completa, los apellidos comienzan a sonar conocidos. Los verdaderos beneficiarios de nuestros ahorros son Paulmann, la familia Solari, Luksic, Angellini, Matte, Yarur o Saieh. ¿Qué tienen en común estas personas? Todas aparecen en el último ranking Forbes de multimillonarios.

Por ello, no resulta sorprendente que el 1 % más rico en Chile acumule 32 % de los ingresos totales, superando por lejos a países como Estados Unidos, Japón o Alemania y que la riqueza acumulada por nuestros multimillonarios represente casi el 25 % del PIB, liderando el ranking mundial de concentración y desigualdad entre aquellos países que tienen más de 5 multimillonarios en el ranking Forbes y un PIB mayor a US$ 50.000 millones.

G2

Quizás por esto, José Piñera, creador del sistema de las AFP, señalaba que esta era “la madre de todas las batallas”. Lo que está en juego no es la defensa de un particular Sistema de Pensiones, ya que Chile no cuenta con tal sistema, sino que más bien los tentáculos del Modelo Económico chileno, aquel que está en cuestionamiento por estos días, aquel que para algunos resulta más importante que ganar una elección presidencial.

http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/06/12/afps-la-piedra-angular-del-modelo-concentrador-de-riqueza-en-chile/

70° Capítulo de ECONONUESTRAS 10-jun-2013

Programa especial sobre Salud Mental con la participación de Marí­a Paz Martí­nez Rubio, trabajadora social de la Corporación Bresky de la V región, magíster en sicología social.

El garrote y la zanahoria detrás del actual orden del Trabajo

por Karina Narvona, Fundación Sol

El 3 de junio, Hermógenes Pérez de Arce advirtió la posibilidad de un nuevo Golpe de Estado si se llegase a cambiar la Constitución, recordándonos el medio de dominio más directo de la élite para mantener el orden, siempre a su alcance. Pues bien, ese orden, fundado en la desigualdad y el lucro, no sería nada sin el orden generado en el trabajo (donde se fabrica la desigualdad, y todo lo que nos rodea), espacio que se ha visto sujeto a un esfuerzo de desmovilización de relojería, haciendo posible que, aun cuando el 50 % de los trabajadores gane menos de $ 251.000 (Casen, 2011), no estén al centro de la protesta social.

El miedo motivado por la represión vivida o anticipada es un factor importante en ello, miedo que marca especialmente a quienes vivieron la brutalidad de la dictadura, pero también, al ciudadano medio que se sabe expuesto a despidos, Dicom, embargos y, como escarmiento más fuerte, la posibilidad de ser oprimidos por Fuerzas Especiales, la Ley de Seguridad Interior del Estado (instada a ser usada incluso en huelgas) o un nuevo Golpe Militar. Pero la pacificación laboral y, en cierto sentido, la creación de un nuevo sujeto trabajador (ese que las empresas llaman “colaborador”) no ha pendido sólo del garrote y la intimidación, también de amarres más sutiles y desapercibidos. Veamos 5 de ellos:
 
1. Las “instituciones de la libertad”: José Piñera, hermano del Presidente y mentor de la ley de la dictadura detrás del actual Código del Trabajo —el Plan Laboral de 1979—, postulaba que “la pura represión era por sí sola una alternativa no sólo inmoral sino también ineficiente para combatir al comunismo y probablemente incapaz de derrotarlo, que era lo que interesaba” y creó, para ese efecto, una ley de sindical funcional al libre mercado, que “le probó al régimen militar que a la libertad no hay que temerle. Bien enmarcada y a salvo de distorsiones, la libertad —de reunión, de trabajo, de negociación, de asociación— siempre funciona(memorias del autor en el libro La Revolución Laboral).
 
Como expresa en su reacción a la película NO, el triunfo fue de quienes lograron plasmar el nuevo Chile más allá de los militares. El Plan Laboral fue clave para crear ese país exitoso que proyectaba él en sus memorias: “¿Gente haciendo cola para ir a votar? ¿Un debate en una asamblea sindical o en un Congreso? [nada de eso] posiblemente vería gente que se levanta todos los días y va a trabajar. Y que trabaja con amor a las cosas bien hechas”.
 
Este Plan reduce la acción sindical a su mínima expresión: entre otras limitantes, permite la negociación colectiva sólo a nivel de empresa (el más fragmentado) y el reemplazo de trabajadores en huelga (haciéndola inefectiva). Pero, a su vez, agrega elementos de democracia de base difíciles de refutar, como el voto secreto para distintas acciones sindicales y la desvinculación de los partidos. Así, dentro del contorno de un sindicalismo limitado, esos aspectos tendrían la carga de lo que Marcuse llamó “tolerancia represiva”.
 
Pues bien, su efecto de minimización y despolitización de la fuerza sindical fue certero y José Piñera se lo aclara a Pinochet a propósito de la Huelga de El Teniente de 1980: No es mucho lo que puedo decirle sobre los detalles de la negociación colectiva, pero yo creo que haría bien en relajarse, señor Presidente. Esta no es una huelga revolucionaria sino sólo una huelga burguesa, a la que el gobierno no tiene por qué temer. Esta no es una huelga en contra suya, general, ni los comunistas controlan los sindicatos de El Teniente. Aquí hay un regateo similar al que realiza cualquier dueña de casa cuando sale de compras. Los trabajadores están peleando un 3 % más de aumento en sus remuneraciones y la empresa cree que no es justo otorgarlo. Eso es todo. Las huelgas dentro del marco del Plan Laboral no tienen nada que ver con las huelgas politizadas de antes. Nadie está pensando en marchar a Santiago ni en crear alteraciones de orden público”.
 
2. Una política laboral acorde a “los nuevos tiempos”. El modelo consagrado por el Plan Laboral —todavía vigente— fue acompañado en los años postdictadura por políticas destinadas a generar una macroeconomía saludable y exenta de conflictos. El ministro del trabajo de 1990 a 1994, René Cortázar, apostaba por “promover mecanismos que superaran los esquemas de confrontación” y gestar “un clima de cooperación y entendimiento entre trabajadores y empresarios” a través de acuerdos marco tripartitos (CUT-Gobierno-CPC), que pactaron una elevación de los salarios vía asignaciones y política de sueldo mínimo, a cambio de la mantención de la paz social. Desde allí se instaura la política de Sueldo Mínimo como LA política salarial de Chile (dado que la negociación prácticamente no existe), reajustando los sueldos según el cálculo de “la inflación proyectada y el crecimiento de la productividad” y desconsiderando la resolución de las necesidades.

Esa política fue fértil: Cortázar exhibía al cerrar su gestión que los salarios reales crecieron en promedio un 15 % y el salario mínimo aumentó en un 30 % entre 1990-1993 (iniciando el periodo dorado de la Concertación), a la vez que la ocurrencia de huelgas llegó a la mitad de la cifra de los años sesenta. El conflicto se revelaba entonces como innecesario.

La política laboral que continuó en adelante, constó de cambios a la institucionalidad pero ninguno que alterara de fondo el Plan Laboral. El único intento de reformulación global del Código del Trabajo incluyendo los derechos colectivos —donde se juegan las relaciones de poder— se hizo el año 1994 y quedó trunco. En lo que sigue no hubo cambios profundos.

3. Educación y disciplinamiento del mercado. José Piñera, en sus memorias del Plan Laboral, se refiere también a la “huelga sometida a la disciplina del mercado”, la “¿negociación colectiva? ¡por cierto que sí, concebida a partir del principio de la responsabilidad individual y disciplina del mercado!” y que “la posibilidad de contratar reemplazantes en las empresas en huelga es la mejor manera como el mercado disciplina las posturas en la negociación”. Lo que revela con sus palabras, en última instancia, es que el trabajador mismo quedaría sometido a la disciplina del mercado.

Y en efecto, la contención salarial, la inestabilidad laboral, el endeudamiento, la privatización de los derechos sociales y los costos asociados, que abundan en una economía flexible, hacen al trabajador más proclive a cuidar su fuente de ingresos para no perder lo que ya tiene y poder responder a sus necesidades y compromisos. En ese proceso, la disciplina ejercida por la privatización de la educación y las deudas ligadas, será crucial. Por un lado, la explosión de la cobertura de la educación en la década 1990 y 2000, que favoreció en especial a la educación privada, sirvió de mecanismo de legitimación del modelo por efecto de integración. Pero además, el costo económico de esa integración marcaría la conducta laboral. Tal como revela en un tuit Cecilia Cifuentes, de Libertad y Desarrollo: Si educación es gratuita, cae esfuerzo laboral de padres. Es decir, la educación, como la gran zanahoria del siglo XXI, ha servido de intensificación del trabajo.

4. Satisfactores laterales: de salario emocional, bonos y endeudamiento. La crisis social se ha visto contenida también por la acción de satisfactores indirectos que mitigan el bajo valor del trabajo. Uno de ellos es el “salario emocional”, que requiere cierto preámbulo.

Durante la década de 1970, cuando el capitalismo mundial inició el giro neoliberal, se produjo también un giro liberal en la gestión del trabajo: de la “administración de personal” se pasa a la “gestión de Recursos Humanos. Este cambio de nombre no era accesorio, advertía la nueva estrategia empresarial para enfrentar el nuevo panorama flexible: el trabajador sería entendido en adelante como un recurso más, un recurso moldeable y movilizable hacia el proyecto de empresa, y la gestión tendría por misión central incitar su compromiso. El enfoque, desarrollado en los MBA de Harvard y conocido también como Gestión Sutil, se basa en políticas de animación y relaciones laborales altamente individualizadas para maximizar el esfuerzo en el puesto de trabajo, usando una retórica a-sindical y unitarista dirigida a borrar las frontera ellos/nosotros (los jefes son llamados “líderes” y los trabajadores “colaboradores”). A Chile llega en los años ochenta.

Pues bien, uno de sus más recientes preceptos señala que lo más importante para motivar a las personas no son los salarios, y que las empresas deban concentrarse en crear incentivos no-materiales para generar un “estado de flujo” o “felicidad laboral”. El salario emocional sería ese conjunto de incentivos, entre los que se cuentan: un lenguaje afectivo, un canal directo con gerencia, reconocimientos simbólicos, beneficios anexos, instancias recreativas,  trato informal y recompensa por méritos, cuestiones cada vez más frecuente en las grandes empresas. Dentro de esto, los beneficios que a modo de caridad entrega la empresa, son los más apreciados por los sujetos disciplinados dado la escasez de derechos.

Los otros dos paliativos anunciados en el título ya se conocen: la política de subsidios y bonos por parte del Estado y el endeudamiento por parte de los hogares, amortiguadores que funcionan a toda máquina mientras continúa la devaluación del trabajo.

5. Televisión y propaganda. Refiriéndose al papel de la televisión —otro medio de control social—, el ideólogo del Plan Laboral plantea que la televisión cumplió una función crucial en el establecimiento de la economía social de mercado en Chile. La economía libre no requiere necesariamente de militares en el poder para ser adoptada. Sólo requiere de televisión libre y de personas dispuestas a jugárselas por esta causa”. Su peregrinación por los programas de televisión para promover la ley sindical fue una muestra de influencia de masas, pero ese rol de la televisión, la prensa escrita y otros medios de comunicación en normalizar la conducta laboral, no ha perdido centralidad.

Estos factores hacen más inteligible la baja movilización de los trabajadores hoy. Pueden considerarse también otros más: el individualismo, la cooptación sindical, las estructuras empresariales divisorias, el declive de sectores productivos más organizados, la entrada a la fuerza de trabajo de mujeres y jóvenes con menos memoria sindical y más habituados a la precariedad, etc. Sin embargo, a pesar de que la lista es amplia y su efecto importante, parecen irrumpir en el último tiempo signos de agotamiento de la tradicional resignación. Según la encuesta de Cooperativa, Imaginacción y Universidad Central, el 80,5 % considera que no se respetan los derechos del trabajador, el 70 % que los sindicatos son útiles para defender los intereses y el 81,7 % que los trabajadores no se benefician de los frutos de la economía. Y desde hace algunos años, justo allí donde existen mayores escollos organizativos (subcontratados y eventuales), se han generado los mayores alzamientos. ¿Se abre una grieta en el orden del trabajo? ¿Un rearme de la crítica y la movilización laboral?

http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/06/10/el-garrote-y-la-zanahoria-detras-del-actual-orden-del-trabajo/

Domesticación gratuita y de calidad para tod@s: Efectos colaterales de una política de derechos

por Simón Iribarren, extraído de www.fugadetinta.cl con el título original de ‘Efectos colaterales de una política de derechos’

El reciente anuncio del presidente Piñera sobre la obligatoriedad del Kínder, me recordó algunos diálogos sostenidos durante las movilizaciones estudiantiles del 2011 en los que analizábamos los términos “público” y “estatal”. Pero en concreto, me devuelve a una idea que se mezclaba en las discusiones, la idea de la obligatoriedad de estos derechos (entendiendo la obligatoriedad del kínder como una política para “garantizar el derecho a la educación”).

Mi pregunta es, ahora que el kínder será obligatorio ¿existirá apertura a la diversidad de proyectos educativos? ¿Qué otras políticas acompañan esta medida en la labor de mediar la cultura de los niños y niñas?

Si yo tuviera un hijo/a, y pudiese arreglármelas para poder pasar con él o ella gran parte del día, no lo llevaría a un Kinder que tenga un enfoque valórico asociado a la competencia y desde una visión adultocéntrica, buscaría pasar el mayor tiempo con el/ella, buscando espacios de socialización con la familia y amigos/as. Me sorprende ver niños y niñas de 4 y 5 años frustrados por no poder hacer sus tareas, educadoras de párvulos ganando sueldos miserables y trabajando en condiciones poco favorables, familias que por diversos factores más que sumar en muchos casos obstaculizan los procesos de desarrollo sano de sus propios hijos e hijas (ya sea con modelos de conducta, mala alimentación o dejándoles solo con la TV hasta altas horas).

Si este es el kínder obligatorio, pues no estoy de acuerdo, aun así, debe existir un espacio para los niños y niñas cuyos padres, siendo afectados por la degenerada desigualdad que existe en Chile, no tienen la opción de crecer junto a ellos, y ese espacio debe ser inclusivo, acogedor, no debe ser segregador, debe reunir cuánta diversidad exista, ya que así esos pequeños y pequeñas, lograrán que los padres y madres, en general los adultos, podamos juntarnos y hablar, ese poder tienen los niños cuando no los negamos, el hacernos ver las cosas desde otro enfoque, desde uno que está más abajo, de los que no ven la diferencia, de los que son naturalmente inclusivos, lejos de nuestros sesgos culturales. Hoy esto se logra en algunas comunidades, sobre todo en la educación alternativa, lamentablemente estas no son de fácil acceso para quienes no tienen las posibilidades materiales, ya que no hay apoyo del Estado ni de nadie, solo son posibles por autogestión o por financiamiento directo de las familias.

Al igual que las escuelas y liceos, la educación alternativa a la oficial debe validarse, y debe apoyar su existencia. La educación no puede ser estandarizada y abandonada, no puede ser única en sus contenidos y formas, no puede ser medida con la misma vara, y si no dejamos espacio para que surjan nuevos proyectos, probablemente, la segregación, la polarización y la desigualdad, seguirán teniendo en las escuelas y kinder, un nicho rico para seguir creciendo.

No por garantizar un derecho, debo obligar a todos a tener la misma forma de acceder a él y quedarme en la estadística de cobertura, porque si bien hoy son bajos los índices de analfabetismo y son aceptables los de cobertura educacional, la forma en la que se llevan a cabo, no cumplen el objetivo de la educación por dos motivos: 1) las formas son impuestas y todo lo impuesto genera un impulso a ser rechazado 2) la educación es un fenómeno complejo, y se debe abordar desde su complejidad, por lo tanto, las políticas contra la desigualdad y la segregación, las políticas de seguridad y salud, las posibilidades alimentación y por favor los medios de comunicación, deben estar en la misma sintonía, en el desarrollo pleno e integral de los seres humanos y su entorno.

No creo que sea necesario masificar de forma obligatoria estructuras “educativas” basadas en la competencia y sin todo un cambio sistémico que pueda garantizar el bien-estar en general de la sociedad, ni aunque estas sean supuestamente para cubrir un derecho. Si vamos a obligar a tomar los derechos, creo que se deberían diversificar las formas, situarnos en nuevos paradigmas más inclusivos y sustentables, que busquen y caminen por el Bien-estar, apoyar proyectos alternativos materialmente y no generar políticas parciales, sino cambios integrales y sinérgicos que aborden la complejidad de la cobertura de un derecho sin generar efectos colaterales dañinos.

http://fugadetinta.cl/efectos-colaterales-de-una-politica-de-derechos-simon-iribarren/

La Autogestión, Aquí, Ahora

por José Luis Carretero. Artículo publicado en el número especial para Feria del Libro de Madrid, de la publicación La Aurora Intermitente.

La irrupción del Movimiento 15-M y de sus secuelas, al calor de la crisis económica, ha significado también el pistoletazo de salida para toda suerte de procesos de experimentación social y activista, para la generación de un auténtico laboratorio práctico producto de la creatividad popular.
 
Prueba de ello son, precisamente, las numerosas experiencias autogestionarias que se han visto alimentadas o, siendo previas, re-vitalizadas,  en los últimos años de relativa efervescencia social.
 
La autogestión, como fenómeno de cooperación productiva y de trabajo en común, democráticamente organizado, se presenta como una forma plausible de encarar las peores determinaciones de una crisis económica que ha catapultado las cifras del paro y la pobreza hasta extremos inéditos en las últimas décadas.  Trabajar colectivamente, hacer frente de manera común y desde la igualdad a las necesidades más perentorias, parece ser una perspectiva cada vez más ensayada en las calles de nuestras ciudades y pueblos.
 
Podemos partir de proyectos previos, cercanos o no al mundo activista, que se han visto popularizados y renovados en los últimos tiempos, como el del periódico Diagonal, ligado a los movimientos sociales madrileños, o como las ocupaciones de tierras para trabajarlas en común puestas en marcha  por el Sindicato Andaluz de Trabajadores en localidades como Marinaleda o Somontes.
 
También podemos mencionar empresas recuperadas (es decir, que fueron colectivizadas y puestas a funcionar en régimen de autogestión por sus propios trabajadores, al ser cerradas por sus antiguos propietarios) como la Barcelonesa Mol Matric; o redes de intercambio, distribución y comercialización de productos ecológicos, fundamentadas en la defensa de la soberanía alimentaria y de la sostenibilidad ambiental, como La Garbancita Ecológica, que agrupa numerosos grupos de consumo y, al menos, 35 agricultores, ganaderos, transformadores de alimentos y artesanos, en la Comunidad de Madrid.
 
Precisamente, el tema de la necesaria adaptación a un futuro en el que la expoliación del medio ambiente no podrá continuar como hasta el presente, por haberse alcanzado los límites ecológicos al crecimiento sin fin impuesto por el capitalismo, se ha constituido en un elemento central desde las apuestas que alimentan los fenómenos autogestionarios en la actualidad. No es, por lo tanto, extraño que la perspectiva que alimente muchos de sus proyectos esté basada en una producción ecológica y socialmente responsable, como es el caso de iniciativas como la cooperativa de energía renovable catalana Som Energía o la red de consumo alimentario Bajo el Asfalto está la Huerta! No en vano se le ha denominado a la economía cooperativa y solidaria con el apelativo de “economía solar”, haciendo hincapié en su condición de alternativa de conjunto al vértigo productivista de un capitalismo que, al entender como externalidad ajena a las cuentas de resultados  de las empresas los daños medioambientales, y al expoliar intensivamente, espoleado por la competencia feroz entre sus actores económicos, recursos no renovables, pone en peligro las mismas bases de reproducción de la vida en el planeta.
 
Pero es que, además, esta economía cooperativa y autogestionaria, alimentada por la irrupción del 15-M, ha ensayado también soluciones innovadoras e imaginativas a muchos problemas centrales de nuestro tiempo: desde la articulación de un espacio para las finanzas éticas y responsables frente al depredador negocio bancario que nos ha llevado a la crisis, como el conformado por proyectos como Coop 57  (una cooperativa de crédito que alimenta a numerosas entidades sociales en todo el Estado, y en la que cualquiera puede invertir sabiendo, a diferencia de lo que ocurre con las entidades financieras tradicionales, a donde va su dinero y, además, pudiendo participar en dicha decisión); hasta la irrupción de las llamadas Corralas andaluzas (edificios ocupados por grupos de vecinos que han sido previamente desahuciados, que en algún caso han terminado configurándose como cooperativas de vivienda) como mecanismo ideado para garantizar de hecho, ante la pasividad de los poderes públicos, el derecho a la vivienda que, es de suponer, aún nos viene reconocido por la propia Constitución.
 
La autogestión, pues, como alternativa, como prefiguración una “otra economía”, de una manera distinta de entender las relaciones productivas y la configuración de los derechos ciudadanos, desde una perspectiva que entiende la democracia más como participación directa de los afectados en las decisiones colectivas, que como delegación en supuestos representantes, realmente puestos al servicio de las grandes oligarquías transnacionales.
 
Un alternativa que se quiere global, y que trata de construir sus propios espacios de confluencia, sus propios mercados específicos, donde compartir desde la igualdad y desde el respeto a los criterios de responsabilidad social y ecológica, como el Mercado Social de Madrid, un conglomerado de numerosos proyectos autogestionarios, como la librería Traficantes de Sueños o la empresa de fontanería y calefacción Asgard Solar, impulsado por la Red de Economía  Alternativa y Solidaria (REAS), en cuyo seno se utiliza una moneda propia (el Boniato), y que acaba de animar la Primera Feria de Economía Solidaria de Madrid.
 
Alternativas, por otra parte, que no deben ser entendidas, por supuesto, como antitéticas  a la organización de las luchas sociales y la resistencia a los recortes, o a la defensa de los servicios públicos esenciales (eso, sí, socializados en lo posible). Pelear por lo común, practicar lo cooperativo son, en definitiva, formas confluyentes de prefigurar y defender un nuevo tipo de sociedad que tenga a los seres humanos como su centro, y no a la acumulación sin fin de Capital a cualquier precio. Defender lo común, practicar lo colectivo. Producir y resistir, pues. Construyendo desde aquí, desde ahora, un futuro vivible frente al caos desatado por un sistema capitalista en plena senilidad.
 

69° Capítulo de ECONONUESTRAS 3-jun-2013

Comentamos el bono al tercer hijo, la crisis de la salud en Chiloé, algunas consideraciones sobre lo macro y lo micro en nuestra economía, los estudiantes desilusionados, Turquía y más!

Vida material, capitalismo y cambio social

por Raúl Zibechi

La mayor parte de los análisis políticos, con intencionalidad antisistémica, están orientados a comprender cómo funcionan las grandes empresas multinacionales y el conjunto de la economía capitalista, el papel que juegan los estados-nación, y las relaciones de fuerza geopolíticas a escala nacional, regional y global, en suma, en el modo como dominan los poderosos. Contamos también con un buen puñado de estudios sobre las luchas sociales y políticas de los sectores populares, desde las luchas locales hasta las coaliciones más amplias que establecen a escala nacional y global, y cómo estas formas de acción van cambiando a lo largo del tiempo.

Podría decirse que buena parte de estos análisis y estudios dan cuenta de la realidad del sistema y de las diversas realidades antisistémicas. Sin embargo, contamos con muy pocos trabajos sobre lo que Fernand Braudel denominaba lavida material, a la que llamó también el océano de la vida cotidiana, el reino del autoconsumo, lo habitual, lo rutinario, la esfera básica de la vida humana que en su opinión es el gran ausente de la historia ( La dinámica del capitalismo,Alianza). Y, habría que agregar, el gran ausente en las teorías revolucionarias y en las propuestas emancipatorias.

Como sabemos, Braudel definió tres esferas: la vida material, que es el reino del valor de uso; la vida económica o economía de mercado, dominada por los intercambios y el valor de cambio, y encima de ambas el capitalismo o el antimercado, donde merodean los grandes depredadores y rige la ley de la selva. En esta peculiar mirada del mundo el Estado no hace sino auxiliar al capitalismo y es antitético a la economía de mercado, como recuerda Immanuel Wallerstein.

Para completar el análisis, habría que repetir con Braudel que el capitalismo hunde sus raíces en la vida material pero no penetra nunca en ella. La acumulación de capital se produce básicamente en la esfera de los monopolios donde no funciona el merado, no así en la vida material y en la vida económica. Es cierto que los estratos superiores se apoyan en los inferiores, de los cuales también dependen, pero no es menos cierto que la vida cotidiana o material es relativamente autónoma y no está nunca completamente subordinada a la esfera de la acumulación.

El interés y actualidad del modo de mirar de Braudel consiste en que la lucha antisistémica está anclada básicamente en la vida material y, de algún modo, en la vida económica, pero no puede apoyarse en las esferas del capitalismo, sean las empresas o los estados. La enorme potencia de los movimientos antisistémicos territoriales actuales, tanto los rurales como los urbanos, es que organizan colectivamente el océano de la vida material, desde ese lugar se relacionan con la vida económica, los mercados, y desde allí resisten al capital y al estado.

Incluso en las grandes ciudades. En el corazón de una megaciudad como Buenos Aires pululan experiencias de este tipo, que también pueden encontrarse en muchas otras urbes latinoamericanas (ver cipamericas) y, por supuesto, abundan en las zonas rurales. Una amplia red de espacios (merenderos, comedores populares, centros de salud, primarias y bachilleratos populares, centros de mujeres, cuadrillas de trabajo, medios de comunicación) le dan forma colectiva a la vida material de los más pobres, convirtiendo la vida cotidiana en espacios de resistencia pero también de alternativa al sistema.

De ese modo la rutinalo cotidiano, cobra nuevos sentidos. Las organizaciones populares, por lo menos las que no se limitan a parasitar la vida material, trabajan por organizar el autoconsumo más allá del espacio familiar. Sobre todo se empeñan en que ese espacio de autonomía que es la vida cotidiana sea lo más integral posible, que abarque no sólo necesidades urgentes como la alimentación, que es el suelo donde comenzó a florecer el movimientopiquetero argentino, sino que se expanda hacia áreas como la educación y la salud, la dignidad de las mujeres, los juegos infantiles y los órganos de decisión, como las asambleas.

Organizar la vida material, profundizar sus sentidos colectivo y comunitario, es tanto como politizarla y darle más autonomía ante las otras esferas, muy en particular frente a las multinacionales y los estados. Eso pasa también por dotarla de órganos para adoptar decisiones y hacerlas cumplir, para defenderse frente a las otras esferas, o sea, órganos de poder. Cuando la vida material se organiza como movimientos antisistémicos, las asambleas cumplen esa función.

¿Cómo se paran frente a los monopolios capitalistas? En el caso que comento, los movimientos de las villas de Buenos Aires, recuperan lo que necesitan mediante la acción directa. Para conseguir medicamentos para sus centros de salud, hacen piquetes frente a las grandes distribuidoras farmacéuticas, impidiendo la salida y la entrada de camiones. Lo mismo para arrancarle alimentos al municipio o al gobierno de la ciudad. La cámara que utiliza una televisión comunitaria la consiguieron mediante un escrache a un hotel de cinco estrellas. Y así con todo.

¿Es posible revolucionar la sociedad desde la vida material o cotidiana? Depende del concepto de revolución que cada quien maneje. La vida material es, entre muchas otras cosas, el espacio de la gente común, el que puede limitar o darle alas al capitalismo. No existen otros espacios donde pueda nacer y crecer algo diferente al mundo de la acumulación. Miradas así las cosas, el cambio social es un modo sistemático de desparasitar la vida material de capitalismo.

En ningún otro estrato puede nacer un mundo nuevo y diferente. No quiero decir con ello que la vida material/cotidiana no contenga opresiones, como el machismo. Sólo se puede construir lo nuevo desde relaciones asentadas en el valor de uso, y comandadas por la gente común. Hacerlo desde otros espacios es tanto como reproducir la dominación o instalar una nueva clase dominante.

http://www.jornada.unam.mx/2013/05/31/index.php?section=opinion&article=019a2pol