Archivos Mensuales: noviembre 2013

«Ciudades rebeldes: del derecho a la ciudad a la revolución urbana» el último libro del geógrafo David Harvey

«Aunque la obra está basada en una serie de artículos escritos a lo largo de varios años, el libro resultará, sin duda, altamente enriquecedor para todos aquellos que busquen un marco teórico y práctico para estudiar los conflictos de clase que se producen en las ciudades.

Precisamente por la aportación de ideas y, sobre todo, alternativas en la lucha por el derecho a la ciudad, Ciudades Rebeldes podría considerarse como un punto y aparte en lo que respecta a la obra anterior de David Harvey»

José Mansilla, Observatori d’Antropologia del Conflicte Urbà, Universitat de Barcelona

Descarga el libro aquí

85° Capítulo de ECONONUESTRAS 18-nov-2013

Hablamos de los montajes y la criminalización de los anarquistas, sobre el montaje de la ‘fiesta de la democracia’, sobre el montaje de la ‘bala loca’ que habría matado a Juan Pablo Jiménez… y también sobre la necesidad de la unión para casos como los funcionarios municipales y fiscales.

Psiquiatra Rodrigo Paz: “Chile es un país brutalmente enfermo”

por Radio Universidad de Chile

Con cifras y estadísticas frescas en su memoria, el reconocido médico psiquiatra y especialista en neurociencias, analiza la salud mental de los chilenos a 40 años del golpe militar y su diagnóstico es tajante: “Este es un país brutalmente enfermo”, asegura, corroborando sus palabras con datos que muestran altas tasas de depresión, estrés y adicción en la población, señalando que son todas enfermedades que se han desatado luego de la imposición del modelo neoliberal instalado por la dictadura. Su conclusión es que en la sociedad chilena se instaló la anomia, “que es la pérdida de la confianza en que existe un colectivo”, un fenómeno que genera aislamiento e insensibilización.

La consulta del doctor Paz está en el límite histórico entre el barrio alto y el bajo pueblo: La Plaza Italia. Para iniciar esta conversación, subimos a su consulta en un quinto piso al comienzo de calle Vicuña Mackenna, y lo primero que dice, al preguntarle por la salud mental de los chilenos, es que no quiere hacer “atribuciones causales”, que prefiere comenzar por los hechos, dando inicio a una larga lista de problemas que pesan sobre la población de nuestro país:

“Uno: Chile es el país que tiene la tasa de depresión más alta del mundo. En la última Encuesta Nacional de Salud se logró establecer que 2 de cada 10 chilenos presentaban síntomas depresivos como para provocar algún grado de incapacidad funcional. Si uno compara eso con la estadística internacional, el promedio en estudios similares, hay 4 veces más prevalencia de síntomas depresivos en la población de chilenos adultos que en el resto de la población mundial.

“Dos: En todos los países de la OCDE el suicidio en niños y adolescentes, o se mantiene estable o va en disminución. Chile y Corea del Sur son los únicos países donde el suicidio en niños y adolescentes va en aumento.

“Tres: En la última encuesta de violencia aplicada por Adimark, 3 de cada 4 niños chilenos, declara que en su casa hay situaciones de violencia física y/o psicológica, y 1 de cada 10 niños chilenos reporta que ha sido víctima de abuso sexual.

“Cuatro: Chile es el país del mundo donde el consumo de alcohol de y/o marihuana se inicia más precozmente. El promedio de inicio de consumo de alcohol y marihuana y/o nicotina es a los 12 años, en circunstancias que en el mundo es entre los 14 y 15 años. De hecho las tasa de adicción en niños y adolescentes son de las más altas del mundo”.

“Cinco: Cerca del 40 por ciento de la población de adolescentes consumen alcohol en forma perniciosa para la salud. Cerca del 5% de la población de niños y adolescentes consume pasta base de forma adictiva y más menos el 10% de la población consume marihuana en forma perniciosa para la salud”.

“También tenemos las tasas más altas del mundo en conductas de bullying, de maltrato de niños por otros niños, para qué hablar de las tasas de delincuencia infanto-juvenil. Somos el país con la mayor tasa de internación en cárceles del mundo. La tasa de institucionalización en hogares del Sename, por situaciones de violencia intrafamiliar y otras, también es de las más altas del mundo. En Chile, las dos causas principales de muerte entre jóvenes y adolescentes, es muerte violenta, ya sea por suicidio o por homicidio. Uno de cada 3 santiaguinos se declara altamente estresado. En fin tenemos una serie de indicadores que muestran que estamos atravesando por una gravísima crisis de salud mental inédita en occidente.”.

-¿Qué pasó con los ciudadanos de este país para tener este escenario?

“Uno puede visualizar varias causas: Chile tenía cierta forma de trabajar, una cierta forma de funcionar y con el golpe militar se instala esto que se ha llamado modelo neoliberal, que cambia totalmente esta forma de vida. ¿Y en qué consiste este modelo? Básicamente en dos o tres cosas: primero, el Estado es subsidiario, lo que significa que las iniciativas en Salud, Vivienda, Educación, previsión social son entregadas a particulares y el Estado sólo interfiere cuando los particulares no pueden resolver estos problemas. ¿Qué significa en la práctica?, que cada chileno tiene que arreglárselas por su cuenta y eso ha generado un sentimiento de desconfianza, de inseguridad, de desprotección total. La gente siente que ya no hay nada, ni nadie, que lo pueda proteger. Si eso se conecta con otro fenómeno propio del neoliberalismo, que es la individualización, entonces, ya no hay sindicatos, no hay colegios profesionales, no hay federaciones estudiantiles -sólo en el último tiempo han asumido mayor vitalidad- pero claramente, tenemos un tejido social pobre. Todas las iglesias están debilitadas, los sindicatos, las juntas de vecinos, la gente comienza a replegarse en sus casas.

“El sistema neoliberal además, ha puesto la exigencia que las mujeres entren masivamente al mundo laboral y tienen que dejar a sus hijos precozmente en salas cunas y todos sabemos que los niños, los primeros seis meses o el primer año de vida no tiene que estar en salas cunas, tienen que estar con su madre, pero el modelo neoliberal exige que la madre salga a trabajar porque con el sueldo de uno de los progenitores no basta. Entonces, tenemos progenitores cansados, obligados a dejar a sus hijos precozmente, a destetarlos. Tenemos niños más estresados. Tenemos mala educación. Los colegios, salvo los que pueden pagar, son de muy mala calidad, se van segregando por nivel social, entonces, los colegios donde hay menos plata, es donde hay más estrés y hay mayor violencia. De hecho hay indicadores claros que dicen que la tasa de angustia y depresión es de más o menos un 7% anual en las personas de Lo Barnechea, Vitacura y Las Condes, pero es de un 40% anual en los sectores de bajos ingresos, o sea, claramente, la angustia y la depresión en Chile se distribuyen según nivel socioeconómico. Agréguele a eso que tenemos un sistema previsional absolutamente reventado, con un sistema de salud que está quebrado, donde se crea un sistema Auge que en la práctica significa que si usted se fractura una cadera a los 70 años va a tener que esperar un año con suerte para que la operen. Entonces: Desprotección, trabajo precario, campea el poder de los empresarios, de los poderosos, con bajo nivel de sindicalización, con leyes laborales que protegen poco a los trabajadores, con inspecciones del trabajo que muchas veces favorecen más al empleador que a los trabajadores”.

-¿Quiénes acuden a su consulta?

“Trabajadores del Transantiago, trabajadores del comercio, cajeras de supermercado, vendedores de call center, profesores sobreexplotados que tienen que trabajar a triple jornada para hacer las “lucas”, y al otro lado: ejecutivos de bancos y de empresas transnacionales, porque la lógica del neoliberalismo es la sobreexplotación del trabajador que incluye también al ejecutivo, entonces, tenemos estrés al por mayor”.

-¿Cuánta responsabilidad tiene en la salud mental de la población, la impunidad en la que ha vivido la sociedad chilena en los últimos 40 años?

“Afecta, y no sólo la impunidad de los crímenes cometidos hace 40 años atrás, hay que pensar que hoy 15 mil niños están secuestrados por el Poder Judicial, y las familias que hay detrás de esos niños, que no tienen plata para pagar un buen abogado. Porque, ¿quiénes son los que van a las cárceles?, los pobres. ¿Quiénes son los niños que terminan en el Sename?, los niños pobres. Además, tenemos un Poder Judicial que está en crisis. Carpetas que se acumulan en la fiscalía. Los fiscales de abusos sexuales no dan abastos. O sea, un Poder Judicial que no está al servicio de la gente. Claro, en aquellos sectores que sufrieron más directamente la represión de la dictadura, por cierto que ahí también se acumula mayor fragilidad y patologías.

Otro sector muy afectado en su salud mental y emocional, es el pueblo mapuche. Estamos comenzando a trabajar con comunidades de niños y adolescentes en la zona mapuche, en Ercilla precisamente, y la impresión que tenemos es que hay un nivel de angustia, de temor, de desesperanza en algunos casos, brutal. No sólo en los niños, en mujeres, en hombres. Niños que ven como entra Carabineros a las 12 de la noche, les descerraja la puerta, sacos de harina que se rompen en allanamientos que se hacen dos o tres veces al mes.

“Hoy tenemos no sólo el impacto a los derechos humanos de hace 40 años atrás. Hay territorios en Chile donde la violación a los derechos humanos continúa de manera subrepticia, o a veces más directa, como en la zona mapuche”.

LA ANOMIA “UN PAÍS DE ZOMBIES”

-¿Pero qué pasa con una sociedad que ve que quienes cometieron violaciones atroces a los derechos humanos, tienen penas menores o bien, andan sueltos y se los puede topar en cualquier esquina? Que no ha habido justicia.

“No hay justicia para los poderosos, porque para el pobre la justicia le cae con brutalidad. Todo eso va generando un fenómeno que se llama anomia, que es la pérdida de la confianza en que existe un colectivo”.

“Los seres humanos somos animales sociales, somos primates sociales, somos colectivo. Nuestra identidad se forma en la interacción con los otros. Entonces, ¿qué pasa cuando se disuelven los vínculos sociales y se pierde la confianza en que el colectivo es portador de una norma, de un sentido, de una cultura? Surgen estas tribus urbanas, surgen las sectas, los movimientos religiosos fundamentalistas, porque el ser humano necesita del colectivo. Se produce este fenómeno de aislamiento, de insensibilización donde al final vamos transformándonos en un país de zombies, que viven en la rutina. Se produce una anomia, una pérdida de la conexión con la moral, lo social, lo valórico. Entonces, hoy día pasan cosas aberrantes en Chile y la gente sigue su camino como un verdadero zombie, y el que logra conectarse con la realidad se deprime y se angustia. Tenemos un país dividido entre los anómicos, insensibilizados, zombificados y los que logran conectarse con esta situación”.

-¿El diagnóstico es que este es un país que está enfermo?

“Este es un país brutalmente enfermo, es cosa de ver cómo manejamos, cómo nos vinculamos, la pérdida de cordialidad. Es un país neurótico”.

-En el caso de un paciente, existen terapias y medicamente, ¿qué se hace cuando es un país el enfermo?

“A un paciente, le damos fármacos para que el cerebro comience a funcionar mejor, se adapte. Psicoterapia, para que la persona vuelva a recuperar un nivel que le permita funcionar, pero claramente estamos colocando parches. Si queremos salir de esta crisis de salud mental, el país tiene que cambiar. Tenemos que volver a pensar, a imaginar un país decente, un país vivible. Porque podemos generar ejércitos de psiquiatras, psicólogos, consultores de salud mental, pero siempre vamos a quedar al debe, porque lo que está generando esta oleada de enfermedades, inestabilidad emocional y estrés, es el modelo y hay que hay que cambiarlo, pero para poder cambiarlo se necesitan ciudadanos movilizados y conscientes. El problema es que el modelo genera anomia y zombificación social. No es fácil. En la medida que el modelo va enfermando más a la gente, la gente se va haciendo menos sensible. Por eso el trabajo de recuperar la ciudadanía, la esperanza, es un trabajo urgente”.

-¿El proceso electoral que hoy vivimos, en el cual se inscribieron nueve candidaturas a la presidencia, habla de un despertar o de todo lo contrario?

“Yo creo que habla justamente de los contrario, de la anomia, porque resulta que no hay sentido colectivo. La gente es incapaz de generar alianzas. Creo que si hubiera más facilidades para inscribir candidaturas habría 17 millones de candidatos, porque cada grupúsculo desconfía del otro y genera identidades parciales, es un fenómeno de sectarización de la política porque hay desconfianza. Entonces, está la izquierda más uno, más dos o más tres. Ni la derecha logra ponerse de acuerdo, porque no hay redes, no hay vínculos, no hay capacidad para generar alianzas y eso también tiene que ver con el impacto que tiene el modelo neoliberal. Porque ¿cuál es el mensaje?: arréglatelas solo, emprende solo, porque esta es una jungla y el que no se las arregla solo, está sonado”.

http://radio.uchile.cl/2013/09/24/chile-es-un-pais-brutalmente-enfermo

Wikileaks: Nueva filtración devela los alcances de la negociación del tratado secreto TPP

por ciperchile.cl

CIPER, en colaboración con Wikileaks, tuvo acceso al borrador del acuerdo sobre propiedad intelectual del TLC Transpacífico (TPP), actualmente bajo cláusula de confidencialidad pese a su relevancia pública. El texto, que aquí se incluye, confirma la preocupación de ONGs que han seguido las negociaciones de los 12 países involucrados, por los efectos que el TPP tendría en materia de derechos de autor y de patentes farmacéuticas. El gobierno insiste en los beneficios del acuerdo, mientras Bachelet pide quitarle urgencia a las negociaciones por los costos que puede tener para el país.

Total secretismo existe en torno al Acuerdo de Asociación Transpacífico, más conocido como TPP, por su sigla en inglés. Este nuevo tratado de libre comercio (TLC) involucra a Chile y a otros 11 países de la Cuenca del Pacífico. La próxima cita de los equipos negociadores está fijada para la próxima semana, en Salt Lake City (Estados Unidos). Uno de los capítulos más controvertidos en la agenda es el relativo a las normas de propiedad intelectual, cuyo borrador fue obtenido por Wikileaks, que esta vez se ha asociado con un puñado de medios como CIPER y organizaciones no gubernamentales, como la también chilena Derechos Digitales.

Tras analizar el texto, los abogados de Derechos Digitales –que se han opuesto públicamente a la opacidad de las negociaciones en curso y que promueve el movimiento TPP Abierto– dicen que el documento confirma que lo que se está negociando va más allá de lo que se incluye en el TLC con Estados Unidos. Por lo mismo, afirman, Chile no tiene nada que ganar y mucho que perder. En efecto, Chile ya tiene tratados de libre comercio con 10 de los 11 de los países que son parte del TPP, incluyendo el mercado más grande, Estados Unidos, por lo que ya ha negociado con ellos los distintos capítulos del acuerdo, incluyendo los beneficios arancelarios, que son los centrales en este tipo de acuerdos comerciales.

La importancia del capítulo de propiedad intelectual es que tiene efectos principalmente sobre las patentes de los medicamentos, marcas y derechos de autor, incluyendo el tratamiento de éstos con nuevas tecnologías e internet. El análisis de sus 95 páginas (acá puede descargar el archivo completo) da cuenta de que aún existen muchos puntos pendientes en la negociación, lo que hace prever que es poco probable cerrar el acuerdo este año, como era la meta. El texto es difícil de entender, no sólo porque el lenguaje es muy técnico, sino también porque en gran parte de los párrafos se insertan entre paréntesis las objeciones y propuestas de los distintos países, lo que hace compleja una lectura lineal.

De todos modos su filtración constituye un aporte a la transparencia en un tema de gran relevancia pública y que, sin embargo, se maneja en estricta reserva, lo que ha generado polémica en muchos de los países involucrados. En Chile se había instalado la tradición de que las negociaciones de los TLCs se llevaban a cabo con un “cuarto adjunto”, un salón contiguo al de las negociaciones oficiales en que los actores interesados, desde empresarios a la sociedad civil, eran informados y se escuchaban sus aportes. Esta vez, en cambio, sólo ha habido reuniones informales sin que hasta ahora se haya dado información alguna de los textos en discusión.

Álvaro Jana, cabeza de la Dirección Económica de la Cancillería (Direcon), reconoció al Diario Financiero en octubre pasado que las críticas han estado presentes en todos los países: “En este proceso de críticas y de falta de transparencia, reto a cualquiera que vaya a cualquier país TPP a ver si no hay algún reclamo parecido. Si pretenden que les entregue los textos, no puedo, si quieren saber qué lineamientos generales estamos siguiendo, lo puedo hacer”.

Jana explicó que el acuerdo de confidencialidad firmado por Chile le impide revelar los detalles de las negociaciones y aclaró que fue el gobierno de Michelle Bachelet el que suscribió dicha cláusula. Sin embargo, ahora es la propia Bachelet la que intenta poner paños fríos a las tratativas, según se desprende de su programa de gobierno:

-Tenemos preocupación ante la urgencia por negociar el TPP. Para velar por el interés de Chile se debe hacer una revisión exhaustiva de sus alcances e implicaciones. Para nuestro país es prioritario impedir aspectos cuestionables que pudieran surgir en este acuerdo, pues, mal manejado, se transformaría en una renegociación indirecta de nuestro TLC con EEUU, debilitando acuerdos ya establecidos en materia de propiedad intelectual, farmacéuticos, compras públicas, servicios e inversiones, o llevaría a la instalación de nuevas normas en el sector financiero.

El Presidente Sebastián Piñera, en cambio, ha celebrado los beneficios del TPP, pues “puede ser el mayor acuerdo regional de comercio libre en el mundo”. La gran duda ahora es si se alcanzarán a cerrar las tratativas durante su administración o las heredará su más posible sucesora, Michelle Bachelet.

Los detalles de la negociación son clave, pues si bien el Congreso debe ratificar después el tratado, ya no se le pueden hacer cambios. En Estados Unidos debe seguir el mismo camino y tal como en otros TLC, el terreno no se ve fácil. Esta semana 22 congresistas de ese país firmaron una declaración en que desde ya se oponen a aprobar un “fast track” o vía rápida para tramitar nuevos acuerdos comerciales.

ALCANCES DE LA NEGOCIACIÓN

Del análisis del borrador filtrado se desprende que aún hay desacuerdo en muchos puntos. Si bien las alianzas entre países varían según el tema, se percibe que los términos que quiere imponer Estados Unidos son controversiales para muchos de los participantes, aunque en ciertos puntos se alía con Japón –el último que se sumó a las tratativas– o con Australia. En el texto se desprende que Chile, identificado en el documento con la nomenclatura CL, aún está peleando aspectos relevantes.

En derechos de autor, la legislación chilena contemplaba que se extinguían 50 años después de la muerte del autor, plazo que se extendió a 70 años en 2003, justamente para adecuarse a los plazos negociados durante el TLC con Estados Unidos. Ahora, México pide que el plazo se alargue hasta los 100 años después de la muerte autor.

Un acápite en el que Chile se enfrenta con Estados Unidos es el que se refiere a los plazos de protección cuando no se pueden calcular según la vida del autor por ser obra anónima o de varios autores (artículo QQ.G.6). Con el TLC, los 70 años se contaban desde la fecha de la primera publicación. Ahora, Estados Unidos exige que los derechos se extingan 95 años después de la publicación, a lo que Chile se opone. En caso de que la obra no haya sido publicada en 50 años, el TLC contemplaba que los derechos se extendían por 70 años desde su creación, mientras que ahora Estados Unidos pide que, si no se publica en los primeros 25 años, los derechos se extiendan por 120 años. Estos puntos son importantes pues alargan el plazo que tarda una obra en ser parte del dominio público y por lo tanto involucra obstáculos al acceso al conocimiento.

Uno de los temas de preocupación del texto es el de los procedimientos legales para hacer efectivas las normas de propiedad intelectual. Mientras el TLC con Estados Unidos contempla una definición amplia, en que se exige el respeto por las normas del debido proceso y el marco legal de cada país, el TPP establece que los procedimientos legales para resguardar las normas de propiedad intelectual no deben ser innecesariamente complicados, costosos ni tardar más de lo razonable. Chile y otros países involucrados buscan agregar que estos procedimientos no deben ser distintos al marco legal general, pero el punto sigue en disputa. El riesgo, según organizaciones como Derechos Digitales, es que se establezcan procedimientos más expeditos o diferentes que los que se siguen para otros asuntos legales, poniendo estos derechos por sobre otros que pueden ser superiores.

Otro aspecto que implica un cambio respecto a la legislación vigente es la creación de sistemas de indemnización con categorías preestablecidas, las que pueden incluir castigos ejemplificadores o punitivos. Estas indemnizaciones deberían compensar el daño infringido (artículo QQ.H.4.X). Según el abogado Francisco Vera, de Derechos Digitales, esto quitaría discrecionalidad a los jueces y además rompería la lógica del sistema legal chileno, en que los castigos ejemplificadores sólo se contemplan en beneficio del Estado y no a través del pago de indemnizaciones a terceros.

El borrador del acuerdo también aumenta los estándares de protección cuando se evadan las medidas tecnológicas de protección de los derechos de autor. Por ejemplo, el bloqueo de una consola de videojuegos, de un teléfono celular o la copia de CDs que tienen tecnología anti pirateo. En este punto hay múltiples propuestas y rechazos por parte de Chile y Canadá. Según Derechos Digitales, tal como está el texto, se extienden las sanciones a quienes razonablemente deberían saber que están cometiendo un ilícito, a terceros que participen aunque no sean los que lo cometen directamente, y penaliza la elusión o facilitamiento del ilícito aunque no haya ánimo comercial detrás de éste (artículo QQ.G.10).

PATENTES FARMACÉUTICAS

El tema de los cambios a las patentes farmacéuticas es, sin duda, el más relevante pues involucra el precio del acceso a los medicamentos. El borrador es altamente complejo y hasta ahora sólo se conoce un primer análisis de la ONG estadounidense Public Citizen, que concluye que la propuesta de la administración Obama es la más dañina para la salud que se hay hecho hasta ahora en un TLC.

De acuerdo a la organización, de aprobarse el borrador tal cual se conoce ahora, la consecuencia será fortalecer los monopolios de las empresas farmacéuticas que producen medicamentos contra el cáncer, enfermedades cardíacas o el VIH, entre otras. Por ejemplo, se favorecería el surgimiento de “nuevos monopolios farmacéuticos al bajar los estándares de patentabilidad y al requerir patentes para métodos quirúrgicos y tratamientos, así como para pequeñas variaciones de medicinas antiguas”.

http://ciperchile.cl/2013/11/13/wikileaks-nueva-filtracion-devela-los-alcances-de-la-negociacion-del-tratado-secreto-tpp/

Por qué la economía ortodoxa transfirió su obsesión por un concepto (mercado) a un ritual (matemáticas)

por José Gabriel Palma, publicado en ciperchile.cl

A días de la elección presidencial el economista José Gabriel Palma analiza la pérdida de relevancia de la economía ortodoxa en un recorrido en que desmenuza cuándo y por qué la ideología busca nueva identidad, incluido el factor miedo. También entrega claves para descifrar el comportamiento y los mensajes de rechazo de muchos economistas –de casi todos los sectores políticos- frente a los cambios que la ciudadanía demanda, en los que se dramatizan al extremo los riesgos que ellos implican. Para Palma, aquella letanía de excusas de los economistas neoliberales para justificar el status-quo es hoy “la mejor telenovela en cartelera”.

1.-  Introducción

Cuando publiqué en CIPER mi columna anterior sobre la tomadura de pelos que es el así llamado “Nobel de Economía” (ver columna), varias personas me pidieron que clarificara si en mi opinión, la economía moderna, como ciencia social, se había auto-emasculado por sus ideas fundamentalistas respecto del mercado; o si lo había hecho al irse por la tangente del mundo real dada su nueva etapa de veneración de las matemáticas. Esta columna trata de, en alguna medida, dar respuesta a esa importante interrogante pues eso nos puede ayudar a entender la lamentable irrelevancia de la economía ortodoxa contemporánea.

Por ejemplo, y como ya es legendario, no hubo un economista ortodoxo que predijera la actual crisis financiera global. ¿Cómo iban a hacerlo si en los últimos 30 años su paradigma macroeconómico nos decía que sólo existen agentes inteligentes, quienes sólo pueden tomar decisiones óptimas ya que sus expectativas sobre el futuro las forman sólo en forma racional? Esto es, agentes cuyas expectativas son siempre iguales a los valores estadísticos esperados. ¿Necesidad de regulación? Ya que tenemos la bendición de tener este tipo de agentes inmaculados, ¡una pérdida de tiempo!

La respuesta también nos puede ayudar a desmitificar las recetas que nos predican los economistas neoliberales criollos de todo tipo de color político. Esto es particularmente importante de entender ahora, a pocos días de una elección presidencial que tiene a una candidata con años luz de ventaja. Una candidata cuyo gobierno anterior se caracterizó por darle rienda suelta a economistas con doctorado en universidades de habla inglesa, no sólo para que llevaran a cabo sus recetas neoliberales (ya un tanto añejas), sino también –y muy fundamental- para que fijaran a su antojo los limites de lo posible en cuanto a cambios o avances en materias económicas y sociales.

Por tanto, parece ser que estamos a un paso del retorno a muchos ministerios de aquellos sacerdotes y sacerdotisas del antiguo Templo de Apolo -nuestros oráculos del Delfos neoliberal autóctono-, cuya especialidad es predecir todo tipo de catástrofes de llevarse a cabo las políticas obvias para que pudiésemos tener una educación universitaria gratuita y de alta calidad, una salud pública civilizada, una defensa seria y efectiva del consumidor, un royalty minero de verdad, una redistribución del ingreso que termine con nuestra picante desigualdad, una tolerancia-cero con la pobreza, una reforma tributaria profunda que revierta la insólita regresividad de nuestro sistema tributario, una descentralización efectiva del país, etc., etc.

Como nos indica la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), esta políticas son precisamente las más anheladas por la inmensa mayoría de los chilenos y las que hacen mayor sentido en un país de ingreso medio alto (para qué decir si uno se cree el cuento ególatra de que ya somos país de ingreso alto;  ver ).

La pregunta entonces es: ¿por qué será que las políticas económicas y sociales más anheladas por los chilenos son, precisamente, las más controvertidas por nuestros oráculos neoliberales criollos?  ¿Será pura coincidencia?  ¿Sólo mala fortuna?  ¿Será porque ellos, y sólo ellos, son serios y el resto una tropa de “populistas libertinos”?

Por qué será, por ejemplo, que a ellos, como a las mineras extranjeras, les cuesta tanto entender –así como le costó tanto a la nobleza francesa del Siglo XVIII- que el hecho de que la oligarquía no pague sus impuestos termina inevitablemente siendo muy impopular ¡y caro! Porque como nos indica dicha encuesta, ni más ni menos que el 83% de los chilenos -¡cuatro de cada cinco!- ya no sólo quiere un royalty de verdad, sino simplemente terminar el abuso (re)nacionalizando el cobre (información de la encuesta que pasó casi inadvertida en la prensa). Me imagino que para aquellos otros que creen en la necesidad de la “agudización del conflicto”, no hay mejor noticia que el inminente retorno al gobierno de los economistas neoliberales de centro y centroizquierda.

2.-  La teoría económica neo-liberal de los años 60 y 70 versus la del periodo post-Reagan y Thatcher

Cuando le pregunto a mis colegas jóvenes sus opiniones sobre el desarrollo de la teoría económica en los años 60 y 70, la que construyó el llamado Consenso de Washington, sus respuestas se orientan a que la economía de entonces era abundante en ideas, pero débil en lo metodológico. Esto es, fuerte en significado (su intento de demostrar la supremacía del mercado y la ineficiencia innata del Estado), pero débil en sustancia (su forma de hacerlo). En cambio, cuando se les pregunta lo mismo a economistas que hicieron sus principales contribuciones a la disciplina de entonces (como a Robert Solow o Ronald Coase), sus respuestas indican lo opuesto: que la teoría económica dominante de ahora tiene más forma que contenido.

Por ejemplo, en una entrevista reciente, Eugene Fama, nuestro flamante nuevo “Nobel”, se queja, con nostalgia (al igual que su colega Gary Becker), de que ya lo único que queda de la Escuela de Chicago es su perenne desconfianza absoluta por todo lo público. Del resto del discurso que la hizo tan famosa en los ‘60 y ‘70 ya queda poco, pues cada uno de sus investigadores actuales anda por su cuenta.

Esta aparente falta de un “lugar de encuentro” en la teoría económica entre significado y materia, contenido y forma, también se percibe en otras Ciencias Sociales, en la religión y en la política. Este problema se puede sintetizar diciendo que en la economía, como disciplina, existe una gran dificultad de reconocer la coexistencia de más de una dimensión de la realidad psíquica: de juntar experiencias subjetivas y pensamientos objetivos.

La propuesta central de esta columna (profundizando el análisis de la anterior) es que en la teoría económica hay algo que no funciona en la interacción entre creencias y realidad.  En el primer período -los años 60 y 70-, lo más probable es que esto sucedió porque entonces lo que se requería de la economía no era tanto ser una disciplina académica, sino un instrumento militante y movilizador en la lucha por consolidar una nueva re-legitimación del capital. Esto es, ayudar a la legitimación del cambio de sistema: del keynesianismo de la posguerra (igualisante, regulador y minimizador de inseguridades), al neoliberalismo con trenzas sueltas. Se requería que fuese algo más cercano a una religión que a una ciencia social.

En el periodo siguiente, en cambio, con Paul Volker en el FED, Margareth Thatcher y Ronald Reagan rienda en mano, y con la Unión Soviética y su sicótico Muro de Berlín cayéndose a pedazos, la necesidad de legitimar el nuevo “modelo” obviamente disminuyó rápidamente dada la creciente supremacía del neoliberalismo. Por tanto, la economía como disciplina se encontró en la disyuntiva de tener, ni más ni menos, que encontrar una nueva identidad: un dilema de connotación renacentista en que la tarea siguiente no era la necesidad de seguir re-legitimando al capital, sino de re-legitimizarse a sí misma.  Por razones complicadas, incluida el complejo de inferioridad de muchos colegas por ser sólo cientistas sociales, la oligarquía de mi profesión optó por hacerlo a través de un intento de transformar a la economía en ciencia dura. ¡No hay caso con el ser humano, y sus delirios de grandeza!

Para eso, en sus investigaciones la teoría económica empezó a fijarse menos en el significado y cada vez más en los métodos. Así, los economistas ortodoxos intentaron re-legitimizar la economía como disciplina, transformando su discurso “militante” de los ‘60 y ‘70 -cuando su actuar recordaba el concepto gramsciano de “intelectuales orgánicos” (los Chicago-boys vienen a la memoria)- por un discurso aparentemente moderno y sólido.

Sin embargo, su pretendida modernidad nos hace recordar a Theodor Adorno cuando dice: “Hoy en día el recurso a la modernidad, no importa de qué tipo, con tal que sea suficientemente arcaico, se ha convertido en universal”. Y ello porque su pretendida modernidad y solidez científica se basó exclusivamente en una fijación obsesiva por los procedimientos metodológicos de un modelo de ciencias ya obsoleto en las Ciencias Naturales: aquel del determinismo del modelo mecánico, el de la “causalidad simple”, característico de la física del Siglo XIX (al que le agregaron el signo dólar).

Esta transformación de la economía, además, ha sido un mecanismo bastante eficaz para mantenerla -como disciplina académica- lo más alejada posible del análisis crítico de la nueva realidad neoliberal y de su pobre desempeño. Desempeño que quedó ilustrado en forma wagneriana por la crisis financiera global actual, madre de todas las crisis -la caída del Muro de Berlín neoliberal-. Esta falta de análisis crítico la dejó en un limbo en lugar de un purgatorio. En el caso de los países en desarrollo, esta falta de análisis critico frente a la complejidad inesperada de las reformas económica, ha llevado a tanto economista ortodoxo a repetir y repetir, casi como zombi, que la solución a cualquier problema es simplemente más y más de las mismas liberalizaciones, privatizaciones, desregularizaciones y flexibilizaciones. En especial, que no hay nada que aprender del pragmatismo “neo-confucionista” de los países asombrosamente exitosos del Asia –pragmatismo con tanto matiz de herejía-. ¿Por qué será que siempre nos tenemos que aferrar tanto a ideologías? En especial a ideologías narcisistas. ¿No será que usamos a la ideología como un pégalo-todo de nuestra fracturada cohesión social?

Desde este punto de vista, cuando el aplastante triunfo político neoliberal dejó a la teoría económica “semi-desempleada”, las matemáticas, cuál caballería en un buen Western, llegó al rescate de una disciplina necesitada de una nueva energía emocional que le volviera a dar sentido. Quizás no sea de extrañar, entonces, que para lograr esto la academia en economía comenzara a atribuirle a las matemáticas un significado puramente simbólico. Como si tuviese una propiedad ontológica casi sobrenatural.

Esto no significa que la economía ortodoxa no haya hecho contribuciones significativas en ambos períodos, o que todos los economistas ortodoxos hayan caído en la misma trampa: la de contenido versus forma. Tampoco quiere decir que las matemáticas no sean útiles para la investigación en algunas áreas específicas de la economía, como en la teoría econométrica o la teoría de los juegos. Lo que sí significa es que la economía, como ciencia social, se autolimitó, ya sea por sus creencias fundamentalistas (primer período), o por su actitud obsesiva en cuanto a la formulación matemática de sus ideas (período posterior).

En términos sicoanalíticos, lo que ha sucedido es que la economía ortodoxa ha oscilado entre dos realidades cuyas características fundamentales se asemejan a la distinción que hace Ronald Britton entre fundamentalismo (veneración de un concepto), e idolatría (devoción a una cosa, ver “Fundamentalism and Idolatry”, in C. Covington et. al. (ed.) Terrorism and War, Karnac). En cada una, el “concepto” y el “objeto” terminan casi como alternativas, cada uno afirmando que la realidad sólo se entiende en la forma que cada uno profesa. Lo peculiar de la teoría económica fue su transición de un periodo en el cual encontraba su razón de ser en la veneración de un concepto, a uno en el cual intenta hacerlo vía su devoción al ritual de un lenguaje.

Sin embargo, ambos períodos tienen un fuerte elemento en común: el absolutismo. En la primera fase (‘60 y ‘70), como decíamos en la columna anterior, no era lo que se leía, era la forma en la que se leía; no era lo que se pensaba, era la forma de pensar; no era lo que se creía, era cómo se creía. El absolutismo era la diferencia entre “yo creo que esto es así” y “esto es así”. Es la diferencia entre la búsqueda de la verdad y “La Verdad”. Lo que se cree pasa a ser cierto, y lo que se cree saber se convierte en un hecho.

En la segunda fase, el absolutismo de la economía ortodoxa se transfirió a una despótica exclusividad de las matemáticas como método de análisis, sin importar el fenómeno a estudiar. Esto sucede cuando una herramienta pasa a definir la tarea, y no al revés. En el mundo real, si necesito cortar el pasto, uso una máquina; si quiero pintar, una brocha; si quiero cocinar, un sartén; si quiero arreglar mi bicicleta, una llave inglesa; si necesito mandar un correo electrónico, un computador (o similar). En la economía moderna, no: por decreto de la nueva Stasi, la maquina de cortar pasto se define como la única herramienta aceptada para cualquier tipo de tarea en el hogar. El absolutismo también les da a las matemáticas una representación especial desde un punto de vista ontológico.

Lo central aquí es que en los dos períodos “la pureza de la fe” respectiva entró en conflicto con la complejidad del mundo real. El miedo era el mismo: de permitirse nuevas ideas o formas en el sistema de creencias, ellas podrían llegar a destruir la creencia misma. Este temor puso en juego el instinto de destrucción. Por tanto, en ninguno de los dos períodos podía permitirse el derecho de las minorías o el de la disidencia. Ya decíamos, un famoso economista de Brasil (doctor en economía en Harvard y socialista renovado), presidente del Banco Central durante las reformas económicas que llevaron a la crisis financiera brasilera del ‘99 (que se desató semanas después que Euromoney lo eligió como el mejor presidente de Banco Central del año), decía que la alternativa en ese entonces era simple: ser neoliberal o neo-idiota (neo-burro). Y al neo-burro hay que mandarlo a los gulags apropiados.

Cuando una idea es la que se venera, ésta se torna todopoderosa, sagrada, inviolable.  Cuando es el ritual, en cambio, como es el uso sacramental de las matemáticas, a éste se le atribuyen poderes especiales en cuanto a significado y lo único que importa es una rígida devoción a la nueva liturgia. Ya decíamos en la columna anterior, la actual adhesión obsesiva al lenguaje de las matemáticas en la economía dominante, se parece al apego al latín en los debates teológicos escolásticos de la Edad Media, cuando la Inquisición no sólo prohibía los libros “heréticos”, sino también la traducción de la Biblia del latín a las lenguas de la gente común. ¡Cómo si un lenguaje (latín o matemáticas) pudieran dar de por sí más significado a las ideas! Esto no es más que una nueva forma de fetichismo ontológico.

Más aún, las matemáticas no son neutrales en un sentido valórico. En las Ciencias Sociales son mucho más útiles para los métodos reduccionistas y como tal, no son un lenguaje neutro. No son igual de útiles si uno quiere usar una lógica dialéctica para entender la realidad; o si uno entiende los outcomes no como equilibrios (óptimos o sub-óptimos), sino como dinámicas que crean complicados procesos de causalidad cumulativa; o si uno quiere estudiar agentes que son parte de relaciones sociales particularmente complejas. Como se recuerda a menudo, para Aristóteles “el ser humano es un animal social por naturaleza… La Sociedad es algo que precede al individuo. Quien no pueda vivir en común, o es tan autosuficiente como para no necesitarla,…es una bestia o un dios”. El algebra puede ser un lenguaje que ayude a entender (y expresar) la complejidad de lo social, pero por la contradicción entre sus características intrínsecas y la peculiar complejidad de lo social, lo puede hacer sólo en forma muy limitada y en áreas muy especificas, pues dicha complejidad pronto la hace inmanejable.

No es así, en cambio, si uno cree que puede modelar la realidad en forma excesivamente simplificada; si uno quiere desgranar lo social (como si fuese un racimo de uvas) en componentes simples, transparentes y fáciles de manipular. Como si la realidad social estuviese compuesta de átomos. Parte de la tentación de hacer eso viene de la fascinante estética de las matemáticas (¡hay pocas iguales!). En esto, los economistas ortodoxos, a diferencia de Ulises, no se resistieron a los cantos de sirena del algebra exacta. La urgente necesidad de re-legitimizar la disciplina no se los permitió.

Relacionado con lo anterior, en estos dos periodos hubo un cambio en la economía ortodoxa en cuanto a la dirección de la intolerancia. En el primero, mientras se era completamente intolerante a las ideas alternativas (que no glorificaban la perfecta racionalidad de los agentes económicos y la inaudita eficiencia de los mercados libres), se permitía cierta tolerancia respecto del tipo de metodología que se podía utilizar para promover y “purificar” esas ideas. En el segundo periodo, en cambio, la intolerancia pasó de la esfera de las ideas a la de la metodología. Se llegó incluso a permitir algo de tolerancia en relación a ideas críticas sobre la racionalidad de los agentes y del funcionamiento agraciado del libre mercado (a-la-Stiglitz, Krugman, Schiller y unos pocos más). Siempre que estas ideas se articulasen dentro del estricto ritual del algebra.

Y algo muy relevante para entender al Chile de la post-dictadura y a los neoliberales de la Concertación, es que también hubo un cambio paralelo entre los dos periodos en la relación entre la economía académica dominante y la formulación de políticas económicas en el mundo real. Mientras que en el primer período existió una estrecha relación entre ambas (lo que pasó en Chile post-1973 es un ejemplo claro); en el segundo período, en cambio, comienza a haber una creciente disociación entre “el pizarrón” (o sus equivalentes electrónicos) y la formulación de políticas económicas. Mientras en los apuntes de clase y los papers académicos se cambiaba progresivamente el alfabeto romano por el griego (el que se usa en el algebra de los economistas), en política económica se siguió repitiendo, ad nauseam, las mismas ideas añejas de los ‘60 y ’70, las cuales, como en el vino de dudosa calidad, rápidamente pasaron a ser vinagre.

Este es un punto muy importante a entender: economistas que en el pizarrón son acróbatas de una lógica abstracta (en el mal sentido de la palabra: aquella poco relevante a la realidad), al momento de hacer políticas económicas específicas en el mundo real –salvo en el hacer lo mismo, pero en mejor forma-, son sorprendentemente incapaces de ir más allá de las recetas simplistas de los ‘60 y ’70. Aquellas que decían que los bancos centrales debían ser siempre “independientes” (no hay nada mas eficiente que funcionar al margen de la voluntad democrática), y así implementar tipos de cambios flexibles (perjudíseque quien se perjudique, por no decir, la glorificación absoluta de la Ley de Moraga), y así estar sólo preocupados del inflationtargeting; que las políticas publicas deberían ser sólo horizontales; que la única política comercial “moderna” es la apertura irrestricta de los mercados, sin importar lo que hacen los competidores; que la cuenta de capital debería estar siempre abierta y en forma irrestricta, sin importar las evidentes extravagancias autodestructivas, sistemáticas, de los mercados financieros internacionales; que en todos los mercados, incluso los (realistas-mágicos) financieros, la autorregulación y la disciplina del mercado son más que suficientes para asegurar un funcionamiento perfectamente eficiente; y que, por tanto, la regulación rooseveluiana/keynesiana del Estado es algo obsoleto; que las experiencias exitosas del Asia son totalmente irrelevantes (más bien el sub-producto de políticas de “sangre, sudor y lágrimas”, que de incrementos del mitológico TFP); etc., etc. Cuando mucho se permite tirar un par de pesos a la investigación en alta tecnología (financiada por un royalty que existe sólo para decir que hay royalty); también se permite incentivar los clusters y algunas otras “politically-correct” ficciones de usanza: después de todo, ¡hay que mostrar “modernidad”!, y, al hacerlo, hay que discutir a muerte si esos tres pesos deben ser asignados horizontal o verticalmente: el “narcisismo de las pequeñas diferencias”, como nos diría Freud.

Lo que aún falta profundizar es ¿por qué en la economía ortodoxa se encuentra en forma tan extrema aquella proposición sicoanalítica de una relación inversa entre “las expectativas a entender el mundo real” y la intolerancia con la diversidad de las ideas?  ¿Y por qué la economía, como disciplina, parece ser tanto más intolerante con la disidencia que la mayoría de las otras ciencias (naturales y sociales) en primer lugar?  ¿Será porque la jactancia está sostenida por un tejado de vidrio?

3.-  Algunas limitaciones a nuestra capacidad para entender el mundo real encuentra formas extremas en la economía dominante.

En un artículo escrito en 1915, en medio de la Primera Guerra Mundial, Sigmund Freud escribió sobre las tres características básicas de los seres humanos en relación con su dificultad para entender el mundo real: a) su ambivalencia innata hacia la realidad; b) su predilección por la ilusión y los ensueños, y c) sus tendencias congénitas a la agresión.

3a.-  La ambivalencia innata hacia la realidad

Según Freud, una de las principales razones de nuestra ambivalencia hacia la realidad parece ser nuestro arraigado “miedo a lo desconocido”. Algo así como el temor al retorno de un caos primitivo. Wilfred Bion lo llamó “el terror sin nombre” (Nameless dread, producto del miedo terrorífico a la falta de contención). Es como si existiese una fuerza desconocida capaz de destruir la comprensión y eliminar el significado. Las dificultades para comprender la realidad parecen ser un ataque en lugar de una simple deficiencia (que se puede remediar con más esfuerzo en el análisis). La sensación es que existe el peligro de que aquello que momentáneamente es incomprendido se transforme en algo para siempre incomprensible.

Nuestra ambivalencia innata hacia la realidad también tiene que ver con nuestras necesidades de omnipotencia y omnisciencia. El problema es que, a menudo, cuando la ilusión de omnipotencia no se puede aplicar al mundo real, se satisface a través de acciones destructivas (asunto relevante para el punto 3c, abajo).

3b.-  Preponderancia a la ilusión y los ensueños

Una forma en la que muchas veces enfrentamos la complejidad de la realidad, porque nos ayuda a vencer el miedo a lo desconocido, es la fantasía de la “omnisciencia”. Y esta sólo se puede imaginar mediante la creación de sistemas absolutistas: en los que se asume que el conocimiento parcial es completo, el cual contiene la totalidad de “La Verdad”.  Y, por supuesto, la única forma en la cual el conocimiento puede parecer estar completo y evidente, es a través de la teorización dogmática o la revelación religiosa. Sólo así se puede tener la ilusión de una comprensión completa, de una perfecta simetría entre las creencias y la realidad. Aquí emerge el rol fundamental de la ideología en las Ciencias Sociales, fundamental por el hecho de que los seres humanos tenemos esa tendencia innata a ser creyentes y tendemos, casi por instinto, a asociar creencias con conocimientos, y conocimiento con realidad.

El problema no sólo está en nuestra predilección por simplificar lo real contándonos cuentos, está también en que, a menudo, terminamos creyendo en forma absoluta nuestros propios cuentos. Más aún, en economía a menudo lo crucial está en demostrar que el narrador cree realmente en el cuento. Por ejemplo, cuando los gobiernos de centroizquierda supuestamente serios (a diferencias de los “tropicales”) llegaron al poder en América Latina (la Concertación en Chile, el PT en Brasil), el problema fundamental era cómo vender “credibilidad” a los mercados financieros después de tantos años de ateísmo neoliberal. Sin duda, ese pasado no era la mejor tarjeta de presentación. Así, para aplacar a los mercados financieros internacionales y nacionales parecía no haber más alternativa que convertirse en neoliberales esmerados (born-again neo-liberals). ¡Nada menos serviría!

De hecho, un ministro de Hacienda de la Concertación dijo una vez que la razón de por qué en Chile “el modelo” funcionó mejor -al menos por un tiempo-, era porque nosotros creíamos realmente en el modelo neoliberal, mientras que el resto de América Latina lo había implementado más bien por necesidad. Theodor Adorno (de nacionalidad alemana) una vez definió a un alemán como aquella persona que no podía contar una mentira sin creerla. Quizás un socialista renovado es aquél que no puede contar un cuento neoliberal sin creérselo a puntillas…

Como se mencionó anteriormente, en economía el complejo proceso dialéctico de interacción entre creencias y realidad tiende a fallar. Como resultado, la economía, como ciencia social, requiere de una “red de seguridad” (safety-net), y esta sólo puede ser proporcionada por creencias fundamentalistas o por metodologías pseudo-exactas. Pero a diferencia del circo, que las necesita para evitar una caída fatal, la economía las necesita por el perturbador “miedo a lo desconocido”: miedo a que exista una fuerza desconocida, cual black hole, es capaz de destruir la comprensión y eliminar el significado.

Por esto, muchas de las ciencias, especialmente las sociales, tienen elementos de religión en el sentido de ser, al menos en parte, visiones mitológicas del mundo producto de procesos psicológicos proyectados en el mundo exterior (como el sistema de ideas ptoloméicas del universo, las cuales sólo proyectaban el concepto de ser humano con un gran complejo de ombligo). En la economía neoclásica, por ejemplo, se nos dice que es una suerte que los seres humanos seamos egoístas, codiciosos y destructivos, pues estos son los motores que hacen funcionar a los mercados. La famosa locución de Gordon Gekko, “la codicia es buena y necesaria. La codicia clarifica, va al grano y refleja la esencia del espíritu evolucionado. La codicia… es lo que va a salvar a esta corporación llamada USA”, pasó a ser el himno oficial de Wall Street. En otras palabras, ¡gracias a Dios por el pecado original!, que nos hizo codiciosos, egoístas, envidiosos y destructivos (incluyendo nuestra auto-destructividad). El Paraíso Terrenal debe haber sido muy agradable, pero era bien primitivo, lleno de sol, manzanas y pudor, pero sin las controvertidas características humanas que (supuestamente) han traído el progreso, con sus ipads e iphones y tanto divertimento.

Creo que es difícil inventar algo más transparente para proyectar en el mundo nuestra ilusión innata de omnipotencia y omnisciencia que las “expectativas racionales” en teoría macroeconómica: nuestras expectativas, como agentes económicos, son (supuestamente) siempre iguales a sus valores estadísticos esperados (¡los verdaderos!). Difícil decisión para el Guinness Book of Records, si tuviese que escoger entre ésta quimera y las ideas egocéntricas ptoloméicas para sus secciones “omnipotencia” y “omnisciencia”. El tercer lugar lo pelearían las teorías de las “burbujas racionales”, con la creencia de que, de existir la mano invisible (esto es, de que si no es invisible simplemente porque no existe), los equilibrios de mercados se caracterizarían por engendrar una armonía perfecta entre los intereses privados y los sociales. Luego, pisándole los talones, vendrían los juegos interactivos del “dilema de los prisioneros” (a-la-Robert Axelrod), donde los individuos egoístas -y tan sólo por su propio egoísmo- tenderían a ser agradables, tolerantes y no-envidiosos, incluso en los mercados financieros. Por tanto, ya que los que tienden a ganar son los nice guys, ¡para qué regular! Ni los socialismos del Siglo XIX eran tan utópicos.

Un mercado capaz de traducir la maximización de los intereses individuales en óptimos sociales, es un cuento bastante útil. De acuerdo con Hayek, el resultado de la interacción de agentes libres en el mercado es producto de un juego de suerte y habilidades. No todo el mundo será feliz en el capitalismo, pero esto es así sólo porque algunos nunca se dieron la molestia de adquirir conocimientos útiles o necesarios, o simplemente tuvieron mala suerte (como tener las habilidades erradas después de un cambio tecnológico). Por tanto, los resultados distributivos no son producto de la explotación o de relaciones sistemáticas de poder que favorecen a unos y perjudican a otros. En esta lógica, si en Chile el 1% se lleva aproximadamente el 30% del ingreso, no es algo grotesco, sino sólo el resultado de que los primeros tienen tanta “educación”. El hecho de que ese 1% tenga a los partidos políticos tradicionales (literalmente) en el bolsillo, de que sean máquinas aspiradores de todo tipo de rentas artificiales provenientes en especial de la concentración oligopólica, de que tengan al resto del país en una camisa de fuerza, es irrelevante (ver). En este marco, no se puede decir que hay ganadores y perdedores y mucho menos desigualdades o injusticias sistemáticas. Sólo fuerzas anónimas operando en el mercado, con un resultado distributivo eficiente.

Además, el cuento de agentes libres operando en el mercado y sus equilibrios óptimos, permite culpar al Estado y a los que no respetan las reglas del juego por cualquier problema, como ha sucedido interminablemente en la actual crisis financiera global.  Supuestamente, ella jamás podría haber sido una crisis financiera endógena, fruto de dinámicas autodestructivas internas, en mercados financieros desregulados y con exceso de liquidez. ¡Oh, no, eso jamás!: agentes inteligentes, maximizando sus intereses en mercados libres, sólo pueden producir equilibrios óptimos (bueno, concedamos: quizás también sub-óptimos, pero estos también son equilibrios después de todo). ¿Crisis financieras ‘endógenas’?: una contradicción en sí misma (ver).

Por supuesto, Adam Smith y la Ilustración tenían toda la razón cuando argumentaban que los seres humanos podemos preocuparnos perfectamente de nuestros propios intereses: no necesitamos de una iglesia o de un rey o reina para que nos diga lo que tenemos o podemos hacer. Esa fue una propuesta muy progresiva para la época. De hecho, revolucionaria. ¡Vive la liberté! Pero la idealización que hace la economía ortodoxa de esos seres humanos interactuando “libremente” en el mercado, y produciendo óptimos sociales al maximizar sus intereses individuales, es sólo otro cuento de economistas. Smith, en cambio, sí tenia los pies en la tierra, y nos prevenía insistentemente, por ejemplo, de que esos mismo agentes estaban muchísimo más interesados en coludir que en competir.

¿Y puede haber mayor ilusión (¿delirio?) respecto de los poderes mágicos de las matemáticas, que la que tenían en Estados Unidos los estrategas políticos durante la Guerra Fría, cuando pensaban que mediante el uso de la teoría de los juegos se podría tener una carrera armamentista ilimitada, sin tener al mismo tiempo el riesgo de una aniquilación nuclear? Cual casino, ¡la sobrevivencia del planeta se apostaba en un juego matemático!

Joseph Stiglitz dice a menudo que, dada su extraordinaria simplificación de lo real, la mayor atracción del Consenso de Washington es la notable sencillez de sus ideas. No hay que ser economista para entenderlas…

En resumen, la complejidad de lo real-social, y el miedo a lo desconocido, parecen conducirnos en teoría economía a una preponderancia por la ilusión, los espejismos y los ensueños ¡hasta los delirios! En economía, este fenómeno parece ser peor, porque nuestros métodos de investigación tienen poca capacidad de discernir entre hipótesis alternativas. ¿Qué otra cosa puede explicar que el grado de certeza con la que un grupo cree su propio cuento puede llegar a ser un mecanismo de selección social y político entre historias alternativas?

3c.-  La agresión innata

En la peculiar relación entre ideas y destructividad, el punto clave vuelve a ser lo que ya se ha dicho: lo importante no es lo que se lee, sino la forma en la que se lee; no es lo que se piensa, sino la forma de pensar; no es lo que se cree, sino cómo se cree. Eso es lo que va a determinar si la destructividad se pondrá en juego. Pol Pot basó sus ideas en una muy particular lectura de Lenin; Hitler, en una extremadamente peculiar interpretación de Nietzsche y Wagner; Robespierre, en su lectura mecanicista de Rousseau; la señora Thatcher, en su comprensión trivial de Friedrich Hayek; los Chicago-boys y sus mentores (Friedman y Harberger) en su lectura puramente ideológica de Adam Smith.

Se trata de ideas convertidas en creencias absolutistas. Y por supuesto, ningún país, ninguna religión, ninguna ciencia -en particular las sociales- es inmune a este fenómeno: la transformación de ideas en creencias absolutas. Una forma de regresión psicológica que las hace un aliado perfecto de los instintos destructivos del ser humano.

Cuando hay una fuerte necesidad de comprensión, junto al aterrorizador temor de la no-comprensión, surge una insistente y casi exasperada necesidad de acuerdo y de aniquilación del desacuerdo. La ansiedad relacionada con la incomprensión y el miedo a lo desconocido, lleva una relación inversa entre las expectativas de entender lo real y la necesidad de un acuerdo. En economía, la baja expectativa de comprender la realidad social es crucial para explicar la persistencia y el nivel de la intolerancia, incluso si los temas a los que se dirige la intolerancia han cambiado en el tiempo.

El temor es que al permitir nuevas ideas en un sistema absolutista de creencias, éstas pueden destruir la creencia misma. Esto pone en juego el instinto destructivo, convirtiendo al sistema absolutista en un motor de “genocidio ideológico”: un intento de purificar un sistema de creencias aniquilando aquellos que se oponen a ella (el terror de Robespierre viene a colación). En cierto modo, en esto hay poca diferencia entre los ‘60 y ‘70 y el periodo posterior. En el primero lo que se purificó fue el campo de las ideas; en el segundo, la metodología.

Sin embargo, en otro sentido sí hay una gran diferencia. Es mucho más aceptable ser intolerante con los que son críticos con el uso de las matemáticas en la economía, que con los escépticos de la supremacía de los mercados libres. Es mucho más fácil utilizar el argumento de las matemáticas para sacar mal a un estudiante, rechazar un paper en una revista académica, asignar recursos en forma sesgada o negar un derecho de cátedra. ¡Es (literalmente) imposible idealizar un ritual sin demonizar las alternativas!

También hay que tener presente que en la política pequeña de la academia se confirma aquel dicho: cuando lo que está en juego nos es trascendental, la política tiende a ser intensa.  (When the stakes are low, politics is high!).

Además, muchos miembros de la profesión del campo heterodoxo simplemente han tirado la toalla. Por ejemplo, en los ‘90, el decano de la Facultad de Economía de Berkeley (heterodoxo dubitante), me comentó en una comida sobre sus dudas, que para entonces no eran simples dudas, sino de esas que ya están cerca de un nuevo criterio de verdad (por haberse llegado ya a la certeza de la duda): si en ese momento él fuese un economista joven postulando a un cargo en su facultad, él jamás se daría a si mismo el puesto por su falta de conocimiento profundo de las matemáticas. Unos llamarían a esto Síndrome de Estocolmo; otros, quizás un buen ejemplo de la certeza del yo dubitante de la filosofía pre-kantiana.

Lo importante de entender es que la falta de diversidad de pensamiento en economía es algo particularmente autodestructivo para su creatividad intelectual. Cuando Adam Smith nos decía que “sin competencia no hay progreso”, también se refería a esto. ¡Pero cómo hacerle entender a un economista neoliberal que cuando Smith decía eso, no sólo se refería al mundo material, sino también al de las ideas!

Con el fin de comprender la titánica necesidad destructiva del ser humano respecto de maneras diferentes de pensar -especialmente cuando está parado bajo un tejado de vidrio-, hay que volver nuevamente a Freud: cuando la manera de pensar de uno es frágil, es fácil que se desate nuestra innata tendencia a la destructividad. Para Freud, el “instinto de muerte” no es una fuerza contra el bien o lo bondadoso, sino una fuerza destructiva innata contra la creatividad, contra lo original, imaginativo, fértil, divergente. Cuando Freud hizo del instinto destructivo un aspecto central de su teoría, pensó en el Fausto de Goethe. Citando a Mefistófeles, la personificación del mal, a quien identifica con el instinto de muerte, explica su idea: “El mismo diablo nombra como su adversario no lo que es santo y bueno, sino el poder de la naturaleza para crear, para multiplicar la vida…”.

Por eso, personas perfectamente normales pueden actuar en grupo de formas que la psicología individual interpretaría como extremos psicopatológicos. Al parecer, cuando actúa en grupo, la gente piensa que tiene licencia moral para comportarse de una manera que como individuo nunca lo haría. Acciones destructivas de las personas, cuando actúan en grupos basados en creencias ideológicas, están destinadas a estar libres de culpa e incluso a ser gratificantes. Esto explica, al menos en parte, la manera en la cual se aniquiló la disidencia en la mayoría de las facultades de economía, incluido, por cierto, en Chile.

De hecho, la tolerancia de puntos de vista diferentes más sofisticados es una de las cosas más provocativas para los fundamentalistas. Por ejemplo, los economistas pueden ignorar más fácilmente una opinión disidente que dice que las matemáticas no deben ser nunca utilizadas en economía, que la que plantea que las matemáticas, como herramienta o lenguaje, pueden perfectamente ser útiles en algunas áreas pero debe ser tratada con extrema precaución en otras. Ya decíamos, esto es similar a cuando necesito hacer un trabajo en mi casa: las herramientas que preciso son diferentes según la tarea. La maquina de cortar pasto no es útil para cocinar. Entonces, ¿cómo puede ser que la “herramienta” en el análisis económico sea la misma cualquiera sea la necesidad?

Como nos advierte Keynes, matemático de formación, en su opus magnum: “El objeto del análisis económico no es proporcionar una respuesta mecánica, o ser un método de manipulación hipnotizado capaz de proporcionar respuestas infalibles, sino el dotarnos de un método organizado y ordenado que nos permita pensar problemas específicos. Una vez hecho esto, a través de aislar los factores que complican el análisis, y habiendo llegado a una conclusión provisional, debemos volver al comienzo y estudiar de nuevo, como sea posible, los efectos probables de la interacción de esos factores excluidos. Esa es la naturaleza del pensamiento económico. Cualquier otra forma de aplicar nuestros principios formales del pensamiento (sin los cuales, sin embargo, estaríamos perdidos en el bosque) nos llevarán a una equivocación. Es un gran error de los métodos simbólicos pseudo-matemáticos tratar de formalizar un sistema de análisis económico…, que asuma expresamente una estricta independencia entre los factores involucrados, y que de este modo pierde toda su fuerza y autoridad. En el discurso normal, en cambio, donde no estamos manipulando a ciegas, sabemos todo el tiempo lo que estamos haciendo y lo que significan las palabras. Así podemos mantener en forma conciente, las necesarias reservas y calificaciones… Una parte demasiado grande de la reciente ‘economía matemática’ son meras invenciones, tan imprecisas como los supuestos en las que descansan, los que permiten al autor perder de vista la complejidad e interdependencias del mundo real en un laberinto de símbolos pretenciosos e inútiles”.

4.-  La especificidad de la economía

Como analizábamos en la columna anterior (y en otros trabajos), en economía la interacción específica de tres características la hace particularmente vulnerable a los problemas mencionados anteriormente. a) Tiene que vérselas con un tema especialmente complejo: la naturaleza particularmente enmarañada de la realidad social; b) por tratarse de una ciencia social, las herramientas analíticas a nuestra disposición son relativamente ineficaces tanto para entender como para discernir entre hipótesis alternativas (irónicamente, como ya decíamos, para superar este problema la economía se casó con un modelo de ciencias ya obsoleto en las Ciencias Naturales); y c) existen poderosas demandas externas sobre la profesión, a veces muy bien remuneradas, en especial para ayudar a consolidar poder y legitimar ideas incongruentes o ilusorias.

Todo esto no ayuda al esfuerzo por tratar de entender la compleja realidad-social, pero sí ayuda a “embellecer la irrelevancia” y a modelar ficciones, como es el caso de la nueva síntesis neoclásica, con sus supuestos de agentes representativos y licuación de mercado (sujeto a la posibilidad de precios porfiados), en los cuales no cabe ni la posibilidad que exista desempleo involuntario keynesiano, creado por falta de demanda efectiva. Modelos que son incapaces de explicar fluctuaciones en economías donde no sólo importa el dinero para entender lo real, sino también economías que están plagadas de fallas de coordinación. Y hasta ahora, la crisis financiera global ha tenido poco efecto en esta forma de entender las cosas. En esto, quizás deberíamos recordar aquella frase de Keynes: “La gente (¿salvo en Asia?) generalmente prefiere fallar por medios convencionales, que tener éxito experimentando con otros no-convencionales”.

También es el caso de los modelos distributivos que justifican la creciente desigualdad en el mundo, pues, aparentemente, en él sólo existen fuerzas anónimas que producen resultados eficientes (dadas ciertas condiciones). Por tanto, no hay ganadores o perdedores; menos aún desigualdades sistemáticas o injusticias estructurales. Aquí la comparación anterior con los debates entre teólogos escolásticos y su eficaz inquisición, es particularmente relevante.

Quizás se podría agregar una cuarta interacción en este proceso y que hace a la economía particularmente vulnerable a los problemas mencionados anteriormente: la selección adversa o incentivos poco santos que atraen a muchos a la profesión y que son muy poco saludables al momento de ayudar a lograr un mayor entendimiento de lo real-social.

Como ha argumentado Tony Lawson, un colega aquí en Cambridge, la proposición central del Darwinismo es que, en una población, un subgrupo va a sobresalir respecto de los demás si tiene algunas características que los otros no tienen, lo cual lo hace mejor adaptado a un medio-ambiente específico. Sin embargo, eso no tiene nada que ver con el “valor intrínseco” o superioridad moral del subgrupo. Sólo con tener lo que se requiere, dada las circunstancias especiales.

Por eso, una forma simple de entender qué es el neoliberalismo es, precisamente, crear artificialmente un nuevo “medio-ambiente” donde el capital, por sus características, pueda ser el rey; mientras que el trabajo, por su creciente inseguridad, pueda ser fácilmente mantenido a raya. Esto es, abrir la cuenta de capitales, flexibilizar el mercado del trabajo, ahogar en crédito, domesticar al Estado, independizar la política monetaria de la voluntad popular, etc., etc. De modo de crear artificialmente un nuevo medio-ambiente, que no es más que una vuelta a una forma de capitalismo puramente predatorio, donde las habilidades del capital sean las más afortunadas.

De ser así, al neoliberalismo se lo podría interpretar como una etapa regresiva en la evolución humana, pues como nos dice Albert Einstein, siguiendo a Thorstein Veblen, el socialismo no es más que un intento de superar la etapa predatoria en la evolución humana. Para Einstein, el neoliberalismo (o neoconservadurismo, como se llama en Estados Unidos), no es más que lo opuesto: reafirmar dicha etapa arcaica.

5.-  Una sugerencia de cómo distinguir a los economistas en Chile

En pocos días habrá una elección presidencial en Chile. Salvo que ocurra un tsunami político, ya se sabe el resultado. ¿Y qué esperar del nuevo equipo económico? Bueno, en su mayoría pertenecen a un grupo muy específico -y mayoritario- de economistas en Chile. Siguiendo la lógica de lo dicho anteriormente, sugiero que se pueden distinguir dos tipos de economistas en Chile entre los que están a la izquierda de Genghis Khan: aquellos, la mayoría, en especial entre de los que tienen doctorados en países anglo-sajones, que no sólo profesan su nueva devoción al modelo, sino que nos quieren convencer de que no hay mayores grados de libertad para mejorarlo (tampoco se necesitan); y aquellos que creemos que sí hay un espacio significativo, al menos para hacer de este modelo algo más eficiente, humano y racional. ¿Es tanto pedir? (por ahora).

Mucho se ha hablado de la ultima encuesta del CEP, pero hasta donde he leído pocos parecen haberse dado cuenta de una gran curiosidad: el 86% dijo estar a favor de una mayor protección de los consumidores; un 85% a favor de reducir las diferencias de ingresos; un 83% a favor de (re)nacionalizar el cobre; un 74% a favor de priorizar la educación universitaria gratuita; un 73% a favor de descentralizar el país y un 67% a favor de hacer una reforma tributaria de verdad. Si se tomase esa misma encuesta a los economistas chilenos con doctorado en países anglo-sajones, el resultado seria el mismo, pero multiplicado por menos 1. Lo más probable es que digan que si bien, en teoría, están a favor de la protección de los consumidores, la reducción de la desigualdad y la descentralización del país, desgraciadamente, dado los poderes fácticos, poco se puede hacer en la práctica por ahora para avanzar en eso (lo poco que se avanzó en estas materias en los cuatro gobiernos de la Concertación habla por si sólo). En los otros temas, en cambio, la gran mayoría de ellos están simplemente en contra: como con la (re)nacionalización del cobre, la educación universitaria gratuita, una reforma tributaria progresiva de verdad, y la recuperación de los recursos naturales que los Chicago-boys & asociados se auto-privatizaron (ver).

¿Por qué será que existe esta gran brecha entre la opinión mayoritaria del país y la de los ‘técnicos’ de la economía?  ¿Por qué los primeros creen que hay espacio para cambiar ciertas cosas, y le dan a ello un fuerte sentido de urgencia, mientras que los segundos se pasan la vida predicando que, de hacerse dichos cambios, todos serían contraproducentes?  Y para convencernos de ello, nos dramatizan los riesgos asociados al cambio a niveles inauditos. Así, la mejor telenovela en cartelera nos dice que cualquier agenda progresista alternativa no es más que un pacto autodestructivo, de autoinmolación. Como ya decíamos, recordando la canción, bienvenidos al mundo del teatro, puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro.

No me extrañaría si un día se sabe que en las comisiones del equipo económico de Michelle Bachelet los economistas ya se dividieron en dos grupos: aquellos que estudian los pocos avances (supuestamente) posibles, y aquellos que ya preparan la letanía de disculpas para tratar de convencer al resto del país de que cualquier paso más allá de eso es para peor. ¡Con razón se autodenominan economistas marginalistas! Yo creo que sería más adecuado llamarlos “economistas a-lo-Barros Luco”, pues para ellos existen realmente sólo dos tipos de problemas: los que resuelve el mercado y los que no tienen solución.

http://ciperchile.cl/2013/11/12/por-que-la-economia-ortodoxa-transfirio-su-obsesion-por-un-concepto-mercado-a-un-ritual-matematicas/

84° Capítulo de ECONONUESTRAS 11-nov-2013

Invitada: Alicia Muñoz de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas ANAMURI.

Continuando con nuestro ciclo Tierra y Territorio.

De Brasil al Mundo: el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra

por Gonzalo Soria, publicado originalmente en rebelion.org

Conocemos a Augusto recitando Aceituneros de Jaénen honor a un compañero del SOC andaluz con quien comparte mesa, durante un encuentro sobre Luchas por la Tierra. Augusto de carácter alegre y profundo convencimiento, pertenece al Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra del Brasil (MST). Así, en el centenario Centro Musical de Benimaclet donde tienen lugar las conferencias, concretamos con él una entrevista para la tarde siguiente. Augusto nos hablará de Brasil, de esa fulgurante aparición en el panorama internacional, de la década Lula–Dilma, de la amenaza del agronegocio y la filosofía del MST.

Para comenzar, nos presenta un país multiétnico; el país de las tres culturas, de las tres razas. La del indígena autóctono, mayoritaria en la Amazonía norte, la negra de descendientes esclavos, situados principalmente al noreste y la blanca que pueblan sobre todo el sur del país. “Con todo, el mestizaje es muy amplio, los mismos portugueses se mezclaron mucho más que los españoles con el resto del continente.” Así se distribuyen unos 190 millones de personas. De estos, los indígenas están en una situación bastante complicada. “Los llamados kilombolos descendientes de esclavos rebeldes que fueron pseudocompensados con algunas tierras por los siglos de esclavitud, están siendo atacados por las multinacionales. A día de hoy están en guerra, enfrentándose a ejércitos profesionales con sus pinturas, sus arcos y sus flechas.” Existe un comité para la protección del indígena, pero no funciona. El indio tiene un problema muy grande de adaptación. “Hay también un alto porcentaje de suicidios en indígenas que van a vivir a las grandes ciudades.” Por su parte, los brasileños negros padecen el racismo. Hasta hace menos de diez años, “no aparecían personas negras en programas ni teleseries del país, daba la sensación al resto del continente de que todos los brasileños eran blancos.” Siempre se les asocia con la pobreza y las favelas. La policía les dispara y luego pregunta. “Es frecuente que un trabajador vuelva a casa por la noche, lo paren y amanezca muerto. Mientras las élites brasileñas, en su mayoría blancos, concentran en un 1% de la población el 45% de la riqueza del país. “Esta élite posee la mayor concentración de tierras del mundo, la 2ª es Paraguay cuyos terratenientes son brasileños.”

Antes de adentrarnos a analizar los años del gobierno Lula-Dilma, hagamos un poco de memoria para entender la lucha histórica que hizo posible la llegada de un sindicalista al poder. Proviniendo de las luchas sociales de los 70s, es en 1981 cuando Lula aparece como uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores, en plena dictadura militar. La dictadura concederá una apertura en el 85 acabando por promulgar una democracia representativa. Fernando Collor de Melo, muy duro con los movimientos sociales, será el primer presidente; “el pueblo lo expulsa en 1989.” Tiempo después llegará al poder Enrique Cardoso, “un intelectual de derechas, que representa el proyecto de las élites brasileñas y de las políticas neoliberales.” Gobernará entre 1995 y 2002. En 2003 después de una larga carrera como sindicalista en la metalurgia de Sao Paolo y de años de lucha contra la dictadura, Lula da Silva llega a la presidencia de Brasil. “El MST hizo campaña por Lula pero si pudo acceder al poder fue porque las clases dirigentes lo permitieron.” Todo el mundo le apoyaba, la clase media y trabajadora pero también la burguesía nacional y las multinacionales extranjeras. Por esto último, Lula prosiguió con las mismas políticas neoliberales que Cardozo había comenzado, “incluso fue más allá ya que por ser de izquierdas pudo hacer cosas que la derecha no se hubiera atrevido.”

Bien es cierto que Lula promulgó iniciativas políticas como luz para todos, hambre cero o las bolsas de sueldos para familias que mejoraron en mucho la calidad de vida de millones de personas. “Pero después de esto, no vino nada. Son políticas asistencialistas, de caridad, muy populistas, no hay cambios políticos importantes. Cuando ellos se vayan la situación de la gente será la misma que antes.” Dilma ha seguido con las mismas políticas asistencialistas y de privatización. “Si hubieran hecho cambios el pueblo los hubiera seguido, a Lula lo adoran, pero no se atreven. Es un gobierno con poco valor para enfrentarse al capital.” Los grandes ministerios están en manos de la burguesía. Sin ir más lejos el ministerio de agricultura está bajo el entorno de la Banca Ruralista, la banca de los terratenientes, que jamás apoyará una reforma agraria. “Lula y Dilma no tienen un proyecto de desarrollo nacional sino que están a expensas de los dictados internacionales.”

En estos diez años de gobierno de centro-izquierda, el tándem Lula-Dilma mantuvo una política exterior de relaciones muy buenas con sus vecinos Chávez, Evo, Celaya, Lago, Múgicay de cara al resto del mundo la imagen es inmejorable. “A nivel global Brasil ha pasado de ser deudor a acreedor del FMI prestando dinero a la cooperación internacional.” Este espectacular crecimiento ha situado al país como 6ª potencia económica mundial. Pero el crecimiento no revierte en desarrollo social, el hambre ha aumentado y hay 17 millones de brasileños bajo el nivel de pobreza. Incluso en la novísima potencia mundial existe hoy en día el trabajo esclavo. “Hay unos 35 mil trabajadores escondidos en el norte del país que trabajan en las haciendas, continuamente movilizados y secuestrados sin poder escapar.” Esto sucede en un contexto en el que la Banca Ruralista pretende cambiar la ley para la explotación de la Amazonia, pulmón del planeta, para acabar con los bosques y poseer más tierras.

Lejos de la selva, en las ciudades, donde Dilma subió los salarios y mejoró la calidad del empleo en un clima de entusiasmo que recuerda al de pre-crisis, “los trabajadores siguen reivindicando la reducción de la jornada laboral a 40 horas, sin concesión del gobierno.” En lo que respecta a las relaciones del gobierno con el MST, Lula no hizo concesiones a las familias para asentarse. “Hoy hay 80 mil familias que han ocupado tierras para trabajar y están a la espera de que se las cedan. Dilma tampoco ha reconocido ninguna.” Mientras, el ministerio de agricultura reparte su presupuesto dando el 30% a los pequeños propietarios que deben dar de comer al 80% de la población y destina el 70% restante para el agronegocio.

Momento ahora de explicar en qué consiste este invento. “Es la forma que tiene el capital financiero internacional de organizar la producción agrícola a nivel mundial. Este poder financiero internacional lo conforman las multinacionales, los grandes propietarios y los medios de comunicación que les avalan.” Este poder se convenció que la hegemonía ya no la proporcionan los bienes reales, físicos, sino el capital ficticio. Y así jugó, “sabiendo que podía usar un solo dólar para invertirlo al mismo tiempo en las bolsas de Nueva York, Tokio y París gracias al desarrollo de internet y las nuevas tecnologías”. De este modo, todo ese capital ficticio se ha ido desvinculando de la producción de capital real. “Este es el desajuste que ha generado la crisis. No hay producción real que justifique el capital ficticio por lo que hay dinero que empieza a no valer, a desaparecer; más o menos unos 33 mil trillones de dólares que no tienen una justificación física.” Para nivelar el desajuste comienza a invertirse, entre otros, en agricultura. Se diseña así, una nueva división internacional del trabajo. “A los países “desarrollados” les corresponde la tecnología y los productos de valor añadido. Al sudeste asiático les toca manufacturar, dada su abundancia en mano de obra barata. África y América les corresponde la agricultura como tarea y el agronegocio como forma de explotación.” La idea es sencilla: grandes extensiones de monocultivos intensivos para la exportación. Para ello se promueve el uso de maquinaria industrial, tóxicos y productos transgénicos“ que provocan cáncer por el consumo excesivo de ansiolíticos.”

Frente a toda esta lógica de explotación de la gente y la naturaleza, surge el MST brasileño. Aquella historia, por supuesto no oficial, de los esclavos rebeldes que fundaron el Kilombo dos Palmares, es la referencia de la que se declaran herederos los sin tierra del Brasil. Ya más recientemente, en los 50, hubo movimientos organizados en ligas de campesinos que fueron destruidas con la llegada de la dictadura en 1964. Tiempo después en 1978, comienzan las primeras ocupaciones de tierras en diversas partes del país. ¿Por qué no coordinarlas? Fue la pregunta y la respuesta la fundación del MST en 1985.

Augusto reconoce un papel muy importante para la organización del MST a las gentes de la Teología de la Liberación. Aunque los campesinos tenían sus propias ideas y conservaban su autonomía, la CPT (Comisión Pastoral de la Tierra) estaba presente en todos los estados del país, como perteneciente a la iglesia. “Esto dio muchas facilidades a la coordinación de los distintos asentamientos. Primero ocupamos la tierra, después vienen la permanencia y la resistencia, y así el movimiento va evolucionando.” Del mero autoconsumo para el hambre, se crece hacia una organización más compleja, la producción propia y la demanda de la reforma agraria. Pero el desarrollo de los asentamientos es desigual en las distintas zonas del país.

Y es que la lucha siempre fue y sigue siendo dura. “La mayor represión vino con el gobierno de Felipe Mello, que fue brutal. Con Dilma y Lula no hay represión federal pero sí a nivel local por parte de los gobiernos autóctonos.” En los 5 primeros meses de 2013 han sido asesinados 4 dirigentes del MST. Augusto recuerda ahora otra fecha y un lugar concreto. El 17 de Abril de 1996 en el Dorado dos Carjás, en Paná, la Amazonía. “Los campesinos protestaron cortando las carreteras para paralizar el transporte de camiones de la compañía Vale. Hubo una masacre de campesinos perpetrada por sicarios contratados por las multinacionales, que hizo que incluso mucha gente abandonara por lo terrible de las consecuencias.”

Ese mismo año 1996, surge un concepto nuevo, el de Soberanía Alimentaria. Para contraponerse a los dictámenes de la FAO, que sólo reconoce el derecho a comer, la Soberanía Alimentaria reclama la decisión sobre qué producir y cómo hacerlo.“Son las ideas del cuidado de la tierra, del autoabastecimiento, del comercio local para evitar los grandes transportes, causa principal del agujero en el ozono.”El MST recoge la agroecología como contrapunto al agronegocio y desarrolla toda una filosofía de vida. “Desde las producciones pequeñas, sostenibles, la promoción del mercado local hasta la división entre lo que se produce para consumir y lo que se destina al comercio.”Un desarrollo basado en la cooperación que deriva en otras facetas como la salud, la educación, el género, la juventud…“Una tarea gigante que exige el momento histórico para contribuir a un gran cambio que replantee todas las facetas de la vida.” El MST comprende así hasta 11 sector diferentes. Se consideran a sí mismos como socialistas de base. Hoy es la gran fuerza política de Brasil. En 30 años ha dado tierra a 370 mil familias, unos 2 millones de personas organizadas en 24 de las 26 provincias del país. Aún con todas las dificultades el MST ha conseguido que gente que no sabía leer ni escribir esté, 3 décadas después, dando clases en la universidad. “Se ha restituido la dignidad, hoy en día un sin tierra puede entrar en cualquier sitio con toda seguridad y la cabeza bien alta.”

El compañero Augusto no quiere despedirse sin dejar un mensaje: “Estamos conectándonos con los demás pueblos, no sólo de Sudamérica. La clase media europea está engañada por los mass media. Luchar aquí es luchar por la gente de allí y viceversa. En mayor o menor medida todos somos explotados por unas cuantas familias que dominan el planeta. La lucha es global.”

http://rebelion.org/noticia.php?id=176745

«Así funciona el Mundo»: Video enfocado en la Desigualdad Global

Algunas citas extraídas del video son:

– «El 20% más rico tiene el 94% de la riqueza»

– «Hace 200 años, las pocas naciones más ricas [en los inicios del Capitalismo] eran 3 veces más ricas que las naciones más pobres; al final del colonialismo, en los años 60, eran 35 veces más ricas; hoy son 80 veces más ricas»

– «Todos los años fluyen 2 billones de dólares desde los países pobres a los países ricos…»

Mira el video aquí

83° Capítulo de ECONONUESTRAS 4-nov-2013

Entrevista a Rodrigo Lampasona de la Campaña YO NO QUIERO TRANSGÉNICOS EN CHILE.