Archivos Mensuales: diciembre 2014

Grecia se vuelca en la autogestión

Ante las políticas de austeridad, los mecanismos de autogestión se multiplican en la sociedad griega. Incluso asuntos con histórica participación del Estado, como la salud o el agua, están siendo repensados desde la sociedad civil y la gestión comunitaria. La economía cooperativa, las redes de solidaridad y las prácticas alrededor de los bienes comunes viven un momento dorado en el país helénico.

por ElDiario.es

13.00 horas, Egnatia, periferia de Salónica, la segunda ciudad más importante de Grecia. Dimitris Koymatsiouli es el único guardián de la fábrica Vio.me. Su camiseta contiene un lema inequívoco: «la lucha es lo que hace dar vueltas al engranaje». Dimitris sabe que la autogestión de esta fábrica de productos de limpieza es un mito de muchos movimientos y pensadores del mundo. Desde la sala de controles, llena de emoción cada frase: «Naomi Klein estuvo aquí. Estamos en una lucha global. Lo que hagamos aquí sirve de ejemplo al mundo». Eleni Dimitriadou, la socióloga que se ofrece de traductora, hace una breve introducción a Vio.me: «Los dueños quisieron cerrar la fábrica en el año 2011. Tenían beneficios, pero querían aprovechar la crisis para deshacerse de los trabajadores sin pagar despidos».

Los trabajadores decidieron, según explica Dimitris, «mantener la planta en funcionamiento y sobrevivir». El proceso fue arduo. Trabas judiciales. Amenazas. «Nos les interesábamos. Entonces, la mayoría de los 45 trabajadores votaron a favor de continuar con la producción de forma auto gestionada», afirma un entusiasta Dimitris. Vio.me funciona de forma horizontal. Realizan varias asambleas a la semana, algunas abiertas a movimientos sociales y ciudadanos. Mientras muestra las naves de la fábrica, Dimitris enumera otras actividades que realizan, como performances o cine. También cita a intelectuales internacionales que les apoyan, como David Harvey o John Holloway. Al final de la charla, aparece Syriza, «la política». Pero a Dimitris no le interesa demasiado. Vio.me es su prototipo y utopia. «Somos uno, estamos juntos, es la base de todo», asegura en la despedida.

De crisis a la autoorganización

Autobús 15089, rumbo al Centro de Salónica. Eleni Dimitriadou transforma el trayecto en una lección político social. «Grecia es el laboratorio de los mercados, de la doctrina del shock, del miedo», asegura. Eleni recuerda la Grecia olímpica, con sus flamantes infraestructuras construidas con fondos europeos. Y critica con dureza a la clase dirigente. «Preocupante es el trato dado a los inmigrantes. El ascenso de Amanecer Dorado también es terrible», matiza Eleni. Tampoco se libra Syriza, al que tilda de «otro partido más». Critica Solidarity4All, la plataforma de Syriza, por ser un espacio de cooptación política.

En el tono triste de Eleni parecen flotar los datos de la austeridad made in troikaque copan los grandes medios europeos: entre 2010 y el 2014 los salarios se han reducido un 23,8%, los impuestos sobre la propiedad han aumentado un 514%, el paro juvenil roza el 60%, el número de ciudadanos excluidos del sistema de salud supera los 3 millones… Pero Eleni, como muchos griegos, sonríe cuando aflora el tupido entramado solidario en el que vive inmersa. Eleni empieza a hablar de otro país. Una Grecia social, solidaria, cooperativa. Una Grecia en red, más micro que macro. Una Grecia en pie.»El pueblo paró la privatización del agua, por ejemplo», asegura, en referencia al referéndum (ilegalizado por el Gobierno) que ayudó aparar la privatización del agua en Atenas y Salónica recomendada por la troika.

Noche cerrada. Acaba de terminar una manifestación contra la violencia de grupos ultraderechistas. La policía comenzó a usar gas. La multitud se dispersó a las carreras. El centro social Micrópolis, en el centro de Salónica, es uno de los refugios. Eleni conversa con Jeza Goudi (activista del 15M Barcelona, colaboradora del Festival de Economía Cooperativa y Solidaria de Atenas), Miki (un activista del 15M de Barcelona) y Theodoros Karyotis (vinculado a procesos de autogestión en general). «Es increíble todo lo que está ocurriendo en Grecia desde las redes de solidaridad», asegura Jeza.

Miki cita el ejemplo de la clínica autogestionada de Helleniko de Atenas, una de las42 clínicas y farmacias autogestionadas de Grecia. «Algunas televisiones y radios públicas de Salónica siguen ocupadas y gestionadas por los propios trabajadores», matiza Miki. Jeza opina que Grecia no sobreviviría sin la autogestión: «Sin las clínicas sociales, el 35% de la gente no sabría donde acudir con un problema médico. Sin las asambleas de barrio y su contacto con las escuelas no habría educación. Sin los mercados sin intermediarios, muchas familias sufrirían hambre».

Alternativas

El texto ‘Transformando crisis en Krisis’ aborda la mutación social griega de los últimos años: «Estas iniciativas emergentes han sentado las bases de una red invisible, no regulada y autónoma que se ha llamado economía solidaria y cooperativa». Grecia se vuelca en la autogestión. Sus ciudadanos se organizan sin el Estado que les ha fallado. La plataforma Omnikron Project acaba de lanzar la segunda edición de su guía ‘Ouzo-Drinking Lazy Greeks? Grassroots groups in Greece’. En ella, encontramos la Grecia que no aparece en los medios, cientos de proyectos que configuran una nueva sociedad en marcha.

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La Athens Wireless Metropolitan Network es una red de malla que provee internet comunitaria. La Red Solidaria de Profesores de Larisa suple los déficits educativos en dicha ciudad. Nea Guinea incentiva la auto suficiencia energética desde el  paradigma de la tecnología libre. El proyecto Telaithrion evove alrededor de la permacultura. Nuevos medios como omnia.tv tejen redes a partir de la comunicación libre. Encuentros como el Commons Fest y el Festival de Economía Solidaria y Cooperativa de Atenas visibilizan y conectan esa vibrante Grecia paralela. «La robustas redes de solidaridad y de cooperativas ayudarán a catalizar esta transición hacia los comunes», asegura a eldiario.es, Vasilis Kostakis, una de las voces griegas del procomún más respetadas.

Las imágenes de la manifestación regresan a la conversación en Micrópolis: banderas rojinegras, lemas anarquistas, puños en alto, estética negra, «No Pasarán» (en castellano). Surgen algunas preguntas. ¿Cómo se conectaron los movimientos sociales clásicos que protagonizaron la oleada de protestas de 2008 y la ocupación de la plaza Syntagma de 2011? ¿Las ocupaciones de las plazas de los Indignados griegos fueron tan influyentes como las del 15M en España?

De Syntagma a Syriza

El Embros Theater de Atenas es uno de los mayores símbolos de la autogestión en Grecia. Tras años de abandono, el colectivo Kinivi Mavil ocupó este teatro público del distrito de Psiris. «Lo ocupamos tras la oleada de Syntagma, a finales de 2011, con doce días de discusiones, charlas e intervenciones», asegura Christina Thomopoulos, que trabaja con arte experimental. Christina modera una charla en el Embross que resume la pluralidad de la sociedad griega. También, la dificultad de diálogo.

El sexagenario Thomas Tsoutsos recuerda la ocupación de la plaza Syntagma con algo de desprecio. Habla de «caos», de «falta de organización», de «decepción personal». En el lado opuesto de la mesa se encuentra Xara Alexakis, una profesora de arte dramático. «A mí Syntagma me marcó. Era algo muy vivo. Había mucha gente que no tenía un pasado militante, interesada en la política», afirma Xara. Esta diferencia de posturas coincide con la conclusión de Jeza Goudi, tras un año de convivencia con activistas griegos: los movimientos sociales clásicos no se conectaron tanto con los Indignados de Sytagma.»Tienen mucha más ideologización que en la España del 15M. No hay un diálogo tan transversal. Los grupos de izquierdas que participaron en las revueltas de 2008 encuentran naives a los de 2011″.

Christina Thomopoulos, mientras modera la charla informal del Embros, tampoco toca la macropolítica. Ni rastro de partidos. Apenas habla de gestión colectiva, de detalles que abren puertas. «Investigamos nuevos caminos comunitarios, la producción artística, la convivencia», afirma Christina.

Todos los caminos llevan a Exarcheia

En la Atenas social, todos los caminos llevan a Exarcheia, el barrio anarquista. En la terraza del centro social Nosotros, Christine Papadopoulou hace un minucioso repaso cronológico de la ocupación de Syntagma. «Fue una llamada de los Indignados españoles. Alguien en la puerta del Sol colocó un cartel tipo «silencio, que vamos a despertar a los Griegos». Y la gente se lanzó a las plazas», afirma Christine.  A partir del 25 de mayo de 2011, los griegos tomaron la plaza Syntagma de Atenas y cientos de plazas en todo el país. 100.000 personas rodearon el Parlamento, con un gran cartel en español: «Estamos despiertos. ¿Qué hora es? Es hora de que se vayan».

Christine habla de Syntagma con emoción: «Yo nunca había tenido contacto con la política. Muchos nos conocimos en  Syntagma y empezamos a hacer cosas juntos. En el inicio no había ni banderas de partidos. Poco a poco, comenzaron a llegar los infiltrados de grupos organizados». Syntagma fue un divisor de aguas. Christine comienza a enumerar alternativas que surgieron de la ocupación de Syntagma, como la Campaña Ciudadana de Auditoría de la Deuda, el Banco del Tiempo de Atenas, el Bazar de Intercambio solidario o el grupo de Democracia Directa. «El formato asamblea se expandió por barrios y ciudades. El boom de la economía solidaria es fruto de Syntagma», matiza Christine.

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Todos los caminos, todas las luchas, llevan a Exarcheia. La revolución de 1973 empezó en la universidad politécnica, en la calle Stournari. El asesinato del adolescente Alexis Grigoropoulos, que dio pie a las revueltas de 2008, ocurrió a pocos metros del centro social Nosotros. Una esquina desconchada sirve de memorial colectivo. Una fotografía recuerda a Alexis Grigoropoulo, al lado de un cartel con el rostro de Salvador Puig Antich (ejecutado por el franquismo). Durante el estallido de 2008, tras la muerte de Alexis, una frase que apareció en una pared de Atenas viralizó por el país: «somos una imagen del futuro».

Aquella imagen del futuro fue la ocupación de Syntagma en 2011. O las protestas de diciembre de 2014, las primeras masivas de los últimos años. Para James Roos, editor de Roar Magazine, «el futuro distópico es ahora». La nueva imagen del futuro son las revueltas en solidaridad con Nikos Romanos, el preso anarquista que acaba de terminar una huelga de hambre. Pero la imagen del futuro también es pasado. El 2 de diciembre, la represión policial e Exarchia se agudizó en la entrada de la Universidad Politécnica, el lugar exacto del levante estudiantil de 1973 que acabaría derrumbando al régimen de los coroneles. «Hay un sentimiento generalizado de que la nueva generación tiene que levantarse hacia el desafío de nuestros tiempos, como sus padres lo hicieron en los setenta», asegura James Roos.

Pero tal vez no sea un futuro tan distópico. Nikos Romanos ha forzado al Parlamento a concederle un régimen abierto. El Gobierno se tambalea. Los coroneles de la troika tiemblan. Syriza está más cerca del poder que nunca. Aunque tal vez la imagen del futuro que inquieta a la troika no es la de un pueblo en las calles. Es la imagen de un país volcado en la autogestión que está cocinando una atractiva narrativa que sobrepasa el neoliberalismo.

http://www.eldiario.es/internacional/Grecia-auto_gestion-anarquismo-economia_solidaria-movimientos_autonomos-procomun_0_338067068.html

127° Capítulo de ECONONUESTRAS 22-dic-2014

Hablamos del restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, del país de esclavos que ve en Chile un periodista en inglés, de las amenazas de los empresarios ante una (mediocre) Reforma Laboral, y más.

126° Capítulo de ECONONUESTRAS 15-dic-2014

Hablamos de educación económica ante la asociación entre flojera y pobreza que hace el chileno, del legado de un Pinochet que no muere, de la Huelga Lider-Walmart y más.

Fetichismo, pseudo-ecologismo y dinero

Por José Luis Carretero Miramar

Entre los múltiples discursos que, hoy en día, florecen en el mundo alternativo y antagonista, no podemos perder de vista aquellos que, de una manera u otra, ponen la centralidad de lo que sucede, de los devenires de un mundo cada vez más irracional y caótico, en cosas como la energía (los combustibles fósiles) o lo financiero (concretamente, en el dinero en sus distintas formulaciones).

No negaremos virtualidad a esos discursos: la realidad de la crisis ecológica y del cuello de botella energético, así como del brutal proceso de financiarización de la economía desplegado en las últimas décadas, no pueden desconocerse. Dinero “fiat”, pico del petróleo, reserva fraccionaria y amalgama inescindible entre banca de inversión y banca comercial son ejes centrales de nuestro tiempo. Los derivados lo inundan todo, y la titulización de activos permite la expansión exponencial de las burbujas; el acceso a los recursos fósiles impregna poderosamente las apuestas geopolíticas esenciales y está, también, en el corazón de la crisis civilizatoria que encaramos.

Pero, pese al enorme interés de muchas de estas aproximaciones, pensamos que todo ello tiene un origen más profundo que, en algunas, que no en todas, de estas narrativas acaba desapareciendo de la escena y el análisis, así como de la delineación de las posibles alternativas: la explotación humana.

Que se nos entienda bien: no queremos con esto decir que el crecimiento ilimitado carezca de virtualidad o importancia central en el presente; o que no sea oportuna la experimentación con monedas sociales o con formas de criptomoneda funcionales a las necesidades de los movimientos sociales. Lo que queremos decir es que no cabe, en modo alguno y pese a lo que se acaba asumiendo en muchos ambientes, un decrecimiento sostenible en el marco del proceso de acumulación del Capital ni una forma monetaria que no acabe siendo “puesta a trabajar” para la especulación mercantil (aun manteniendo su funcionalidad ambivalente y, por tanto, siendo útil para determinadas cosas), en el contexto de la explotación humana.

En muchos de los discursos a los que nos referimos el colapso ecológico o la deriva financiera acaban convirtiéndose en un dato inconmovible de la realidad. En algo objetivo que no puede ser alcanzado por la actuación humana en modo alguno. Así, “prepararse para el colapso” comporta hacer las cuentas sobre la totalidad de cosas de nuestra vida actual que no podremos mantener en un futuro, pues, al fin y al cabo, para algunos, no existe otra forma de vida (o de abundancia) posible más que la nuestra, la de los juguetes mercantiles. Las necesidades humanas, trascendentes y a-históricas, parece decirse, son las que este modo de producción ha ido solventando, y en otra sociedad no capitalista y no industrial no podremos sentir más que una “gran falta”. Pero lo más preocupante es cuando algunos sectores hablan también de adaptación al pico de los combustibles fósiles desde la narrativa de los “ajustes” que deberemos hacer “todos”, sin atención alguna a la realidad de la desigualdad de fondo, a nivel de clase, y de la arquitectura global de un sistema atravesado por múltiples segmentaciones.

No pudiendo imaginar más vida que la nuestra, nos vemos atravesados por la imposibilidad de mantenerla, en vez de atisbar la oportunidad real de “superarla” en la forma de una sociedad más vivible, en la que la sostenibilidad se fundamente, precisamente, en la emancipación de los trabajadores y las trabajadoras de sus ataduras con el proceso de acumulación siempre creciente del Capital y con un pasado de opresiones.

En su libro “Nuestro Marx”, Néstor Kohan define el fetichismo, como una categoría central de análisis respecto al mundo del Capital:

“El fetichismo consiste en un proceso social e histórico según el cual se acepta que existe algo “afuera” (de la historia) que no tiene ningún vínculo con el “adentro” (de la historia). El fetichismo implica un dualismo radical, una escisión tajante entre el objeto y el sujeto. Habría un objeto radicalmente externo (categorías y leyes económicas) que no tiene ningún vínculo con los sujetos sociales y sus relaciones recíprocas (relaciones de lucha, de poder y de enfrentamiento, es decir, relaciones atravesadas –según la teoría marxista de la historia- por la lucha de clases)”.

En este proceso en el que el “fetiche” se autonomiza de su creador:

“Los objetos adquieren vida propia, se personifican y se transforman en “sujetos”. A su vez, las relaciones entre los seres humanos, los sujetos verdaderos, adquieren autonomía e independencia frente a ellos transformándose en “cosas”(…) Los sujetos se vuelven objetos y los objetos se transforman en sujetos.”

Pero este proceso de personificación del objeto y reificación del sujeto:

“no está recluido en ningún insondable pliegue metafísico al interior del “corazón del hombre” ni responde a ninguna “esencia perdida”. Tiene una explicación estrictamente social e histórica”.

Esta es la clave que permite entender la insuficiencia transformadora de determinados discursos que colocan en la posición de sujetos sociales a realidades materiales como la mercancía dinero o la mercancía energía, mientras reifican totalmente a los sujetos que las producen como mercancías, negándoles toda sustantividad efectiva. En estas narraciones la energía o el dinero “cobran vida”, se “embarazan”, de repente poseen “alma y automovimiento”, mientras las personas reales son objetos ahistóricos que no pueden tener más necesidades, reacciones o anhelos que los que expresan ahora mismo atados a las cadenas del capital. El dinero “nace, cambia, crece y se reproduce”, mientras los seres humanos que lo producen como equivalente general de todas las mercancías, sólo “son siempre los mismos”, “juguetes de las fuerzas económicas esenciales a las que sólo pueden adaptarse”.

La explotación desaparece del discurso, y así cabe “imaginar” un decrecimiento capitalista (“la emancipación humana no es posible, pero sí adaptar las fuerzas económicas a un consumo menor de energía”) o una forma de dinero que libere, sin intervenir sobre el núcleo de la relación de explotación Capital-Trabajo, a la Humanidad.

La realidad de estos discursos, que nada tienen que ver, en lo profundo, con el ecologismo consecuentemente anticapitalista de gente como Carlos Taibo, o con la experimentación monetaria asociada a las necesidades de los movimientos sociales que se da en ámbitos como los de los Mercados Sociales o las Cooperativas Integrales, es la de un cántico a los “imprescindibles” reajustes necesarios para intentar salvar al Capital de sus contradicciones ecológicas y financieras, haciendo asumir a las poblaciones, y más concretamente a los trabajadores, que “no es el momento de exigencias”, sino de “contribuir todos” a la supervivencia degradada del mundo social que conocemos.

Así, por ejemplo, las interminables discusiones sobre la “Tasa de Retorno Energético” mínima para sostener una sociedad, pretenden muchas veces desconocer que la nuestra no es la única sociedad factible ni su proceso básico de extracción del plusvalor (que tiñe poderosamente la amplitud de sus necesidades energéticas en un sistema basado en la competencia salvaje entre los individuos y la explotación de unas personas por otras, en el que “quien crece gana”) la única posibilidad pensable para la convivencia. Y que, realmente, subsistente el capitalismo no hay más alternativa que el colapso caótico.

El corazón de nuestro mundo social no está afincado en la escasez de la mercancía energía, ni en la reproductibilidad exponencial de la mercancía dinero mediante el crédito y la titulización, por muy importantes que sean estos procesos. El problema real, la dinámica esencial que ha terminado por desatar esos procesos anteriormente citados, es la realidad del trabajo enajenado, que necesita esa cantidad irracional de energía y de apuntes contables-moneda para reproducirse de manera ampliada. Y todo ese proceso continuará mientras exista, en el mercado, la mercancía fuerza de trabajo, es decir, el trabajo asalariado.

Esto pone sobre la mesa la radical importancia de algo que estos discursos tratan muchas veces de adormecer: la lucha de clases. Volvamos a Kohan, para entender que:

“El fetichismo se renueva, no es acabado, se convierte en un proceso de fetichización reiterado y reproducido (…)Todos estos procesos están abiertos a la disputa, al “tironeo”, a la “paleada”, y a una relación de poder y de fuerzas entre las clases sociales que se renueva periódicamente y en escalas cada vez más ampliadas. (…) Periódicamente, cotidianamente, el capital debe luchar y confrontar para reproducirse y transformar el trabajo vivo en algo muerto y cristalizado, algo sólido y petrificado, las relaciones interhumanas vivas en relaciones cosificadas, las necesidades humanas en demandas mercantiles (de valor y de dinero).”

Es en marco de esa confrontación en el que las necesidades humanas se terminan entendiendo necesariamente, por ciertos discursos, como la necesidad de acumulación de mercancías y no de una vida más amplia, rica y creativa. Es ahí donde se pierde vista que, lejos de debatir democráticamente para qué podemos usar la energía disponible desde un punto de vista material (lo que pondría sobre la mesa la necesidad de poner en cuestión la existencia misma del trabajo enajenado) lo que hacen muchos discursos pseudo-ecologistas es presentar a la mercancía energía como algo vivo que puede morir, y a las necesidades humanas de la sociedad mercantil como un dato objetivo y cosificado (lo que envía la discusión al debate sobre la necesidad de “todos” de “apretarse el cinturón”).

El éxito en nuestros medios de estos discursos pretendidamente novedosos y, sobre todo, supuestamente liberadores, está basado, en definitiva, en el trabajo disruptor del pensamiento antisistémico efectuado por la brutal derrota cultural post-68, y por su total abandono del discurso de clase. Si ya “no existe” clase trabajadora, ya no existe explotación, sino múltiples opresiones, ni tampoco existe horizonte de emancipación del trabajo asalariado que, tozudamente (y pese a todas sus transformaciones objetivas y reales en las últimas décadas) sigue siendo el corazón de la experiencia vital de la mayoría de la población global. Así, sólo cabe plantearse nuestra posición social en la forma de unidades de consumo todas igualmente responsables de la deriva caótica de la formación social en que vivimos y, por tanto, todas empujadas (aunque no igualmente) a seguir trabajando de manera enajenada en una situación de miseria (no sólo en términos de acceso a mercancías materiales) progresivamente acrecentada.

Desvelar radicalmente el proceso de fetichización que nos hace vulnerables a estas tesis del “Capitalismo sostenible” y de la “financiarización buena” precisa de la recuperación de la idea de que la abolición del salario y la gestión autogestionaria y colectiva de la infraestructura económica, son las únicas salidas que puede hacer factibles y expresables las necesidades humanas que el Capital ha dejado fuera de foco, permitiendo superar el fantasma del “Gran Colapso”. Sólo desde la propiedad colectiva y democrática de los medios de producción, y desde procesos asamblearios y participativos de toma de decisiones sociales, puede generarse el tipo de ser humano capaz de ser sujeto activo y consciente y de tratar a sus producciones como objetos, racionalizando la producción y haciéndola funcional a unas necesidades humanas muy alejadas a las ordenadas por el mundo de la mercancía y el plusvalor, como las de cuidado, afinidad, afectividad, cultura o juego.

Pero, para llegar a ese punto, recordemos, con Néstor Kohan que:

“La lucha y el enfrentamiento contra los enemigos, así como la iniciativa política y la influencia sobre los potenciales aliados, jamás se generan de forma automática, sin intervención subjetiva, sin conciencia política. Esta última presupone a su vez toda una experiencia histórica sedimentada y toda una serie de recuperaciones de la tradición acumulada por las generaciones anteriores (hayan ganado o perdido la lucha previa)”.

Procesos de construcción de conciencia política y de reapropiación (problematizada pero real) de la tradición revolucionaria previa que en nuestro país están todavía por hacer.

https://www.diagonalperiodico.net/blogs/economia-para-todos/fetichismo-pseudo-ecologismo-y-dinero.html