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Aprendiendo de las empresas recuperadas
por Erika González, investigadora del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad.
“Una empresa capitalista que se transforma en una gestionada colectivamente por los trabajadores”. Así define el director del programa Facultad Abierta de la Universidad de Buenos Aires, Andrés Ruggeri, las empresas recuperadas, un fenómeno que tiene ya casi quince años de existencia en Argentina y “no es un paraíso de la autogestión ni una isla en un mundo capitalista; está integrada en el sistema”. En su paso por Madrid la semana pasada, Ruggeri señalaba las cuestiones centrales en las empresas recuperadas: los procesos de resistencia para controlar los medios de producción, el problema no resuelto de la propiedad, la autogestión como la única vía laboral, la solidaridad más allá del centro de trabajo. Sin duda, del movimiento argentino de “empresas sin patrón” podemos extraer muchos aprendizajes; veamos algunos de ellos.
1. Resistencia: En un contexto de crisis, tras la quiebra y el abandono de las empresas por sus patrones, la perspectiva de la exclusión social determina la búsqueda de opciones por una parte de las personas que estaban empleadas. Es entonces cuando inician el proceso que se condensa en el lema de este movimiento: “Ocupar, resistir, producir”. Generalmente, el primer paso que dan los trabajadores y trabajadoras es “la toma”, es decir, la ocupación de las empresas, lo que da lugar a un conflicto con el Estado y los dueños que intentan proteger la propiedad privada. Así, quienes ocupan las fábricas, mercados, colegios o restaurantes deben resistir los desalojos y la represión ejercida por la policía, los jueces y los agresores contratados por los antiguos propietarios. El objetivo final, ganar la legitimidad social y la autorización legal para poner la empresa a producir bajo un modelo de autogestión.
2. Propiedad: Hasta ahora, el Estado argentino ha preferido rebajar la presión social antes que garantizar la propiedad a los antiguos dueños de las empresas recuperadas. Así es como ha sido relativamente fácil que se permitiera la gestión colectiva de las instalaciones, pero eso no quiere decir que haya cambiado la propiedad en sí. En la mayoría de los casos, lo que se ha logrado ha sido el usufructo; por tanto, sigue existiendo una disputa por la propiedad. Si el Estado, por el momento, no ha optado por ser muy beligerante frente a este movimiento, es “porque se ha conseguido una elevada legitimidad social y por su relativa debilidad actual”, dice Ruggeri. En el caso de que se amenacen determinados intereses privados, cuando se intente recuperar una gran empresa, por ejemplo la filial de una compañía transnacional, la respuesta estatal podría ser muy distinta.
3. Autogestión: Una vez que se inicia la gestión colectiva de la producción empieza una de las fases más duras. Y es que tienen que hacer frente a enormes dificultades para reactivar instalaciones que están deterioradas, sin financiación ni capital inicial con el que poner en marcha la actividad y sin personal especializado en ámbitos como la ingeniería o la administración. Por eso, muchas veces se quedan quienes no tienen otra opción y parten de la falta de conocimientos en ámbitos clave para la producción y comercialización. En ese contexto, el día a día de la empresa recuperada está lejos del ideal de la autogestión: “No por ser una fábrica recuperada hay un colectivo que está desarrollando la autogestión con convencimiento, sino que se está construyendo en la práctica, con todas sus limitaciones”, apunta el investigador argentino. Eso sí, el hecho de haber compartido momentos de gran conflictividad, como la toma de la fábrica y la resistencia al desalojo, permite afrontar de forma más igualitaria la reorganización del trabajo.
4. Democracia: Hay una gran variabilidad en las formas en las que se organizan las empresas recuperadas: desde aquellas más horizontales hasta las que mantienen estructuras jerárquicas, desde las que tienen en la asamblea el principal espacio de toma de decisiones hasta otras donde el consejo de administración tiene mucho peso. En cualquier caso, la asamblea es el recurso al que acuden quienes están en la empresa recuperada para abordar decisiones con las que no están de acuerdo. Un dato que Andrés Ruggeri ofrece al respecto: “El 50% de las fábricas recuperadas realizan una asamblea una vez por semana”. En cuanto a la forma jurídica que adoptan, en su inmensa mayoría son cooperativas, porque se adapta mejor a su realidad y por las ventajas legales que les ofrece.
5. Contradicción: Otra cuestión que no se puede dejar de lado son las contradicciones que puede acarrear producir bienes y servicios para el mercado capitalista: “El problema es que los tiempos y la intensidad del trabajo los termina poniendo el mercado”. Así, no es posible abstraerse del modelo económico porque tienen que conseguirse insumos, buscar crédito y establecer clientes para comprar la producción. La situación se complica aún más cuando estas empresas forman parte de cadenas de valor como, por ejemplo, las que fabrican piezas para automóviles. El patrón no está entonces en el interior de la empresa, pero si su “cliente” es una compañía transnacional esta se configura como un “nuevo patrón” externo al que es más difícil de enfrentarse. Aún con todo, la forma en la que se organizan, se relacionan y se toman las decisiones permite, generalmente, romper con la lógica del máximo beneficio, imponiendo en su lugar lógicas de solidaridad y equidad.
6. Solidaridad: “Ninguna empresa se recuperó solo con sus trabajadores, todas lo hicieron porque hubo redes de solidaridad que les apoyaron”. De este modo destaca Ruggeri la importancia del papel que han jugado los movimientos populares y algunos sindicatos en las empresas recuperadas; las redes sociales de los barrios, que se crearon a raíz de la crisis de 2001, han frenado el desalojo de empresas y han aportado comida y recursos para sostener las ocupaciones. A la vez, los trabajadores que reciben esa solidaridad la devuelven de distintas formas; una de ellas, transformar la empresa en lo que se ha llamado “fábrica abierta”, albergando actividades socioculturales llevadas a cabo por diferentes colectivos que nada tienen que ver con el sector de actividad de la empresa en cuestión. El hecho de apoyar a la comunidad local y a organizaciones sociales permite una mayor fortaleza del movimiento de fábricas recuperadas, especialmente ante de un posible intento de desalojo: “No es lo mismo enfrentar a un conjunto de trabajadores que a una serie de organizaciones sociales, educativas, culturales, de la comunidad que la rodea… Es un conflicto social mucho más amplio, que los hace más fuertes”.
7. Alternativa: Como hemos dicho, la empresa recuperada parte de un proceso de resistencia de los trabajadores y trabajadoras, cuestionando también la absoluta prioridad de la propiedad privada sobre el bien común y poniendo en práctica otras formas de gestionar la propiedad, la toma de decisiones y los beneficios que, al final, nada tienen que ver con los modos habituales de la empresa capitalista. Sin obviar, al mismo tiempo, las barreras externas e internas para avanzar hacia una mayor democracia en la empresa, así como las limitaciones que se derivan de poner en práctica la autogestión en el marco de un modelo socioeconómico como el actual. Con todo ello, la experiencia de las empresas recuperadas en Argentina aparece, con sus potencialidades no exentas de contradicciones, como un espejo en el que mirarse a la hora de ir construyendo alternativas económicas que posibiliten un sistema basado en la solidaridad, la reciprocidad y el bien común.
Fuente: http://omal.info/spip.php?article7485
Andrés Ruggeri, experto en empresas recuperadas: “Ponen en práctica el ideal de autogestión”
por Cuarto Poder
Andrés Ruggeri (Buenos Aires, Argentina, 1967) es un activista de los movimientos sociales de ese país y un estudioso del fenómeno de las empresas recuperadas. Participa en el programa Facultad Abierta, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, una iniciativa que pretende poner el desarrollo teórico y los recursos de la universidad al servicio de los movimientos sociales, a los cuales también estudia. A raíz de este programa, entró en contacto, precisamente, con el movimiento de las empresas recuperadas. Además, es profesor en la Universidad Arturo Jauretche bonaerense de materias relacionadas con la Economía y el Trabajo. Visita España para hacer una gira de charlas y conferencias sobre las empresas recuperadas, los movimientos sociales y la situación política en América Latina. Atiende a cuartopoder.es en el local del sindicato Solidaridad Obrera de la capital.
— ¿Cómo define una empresa recuperada?
— Es el paso de una empresa privada a una empresa colectiva gestionada por los trabajadores. En Argentina, la peculiaridad es que hay un movimiento que se asume como el movimiento de las empresas recuperadas y acuñan ese término. Es importante ver la forma que adquiere después dicha empresa, si ha habido conflicto laboral o si luego se convierte en algo autogestionado o en una cooperativa normal, con jefes, con una estructura vertical…
— ¿Cuándo comienza este fenómeno en Argentina?
— En Argentina hay empresas recuperadas desde principios de los años 90. Esos son casos aislados, y también hubo bastantes intentos previos que fracasaron. Se conforma un movimiento mucho más fuerte tras la crisis de diciembre del 2001, con el corralito. En ese momento se recuperan 150 empresas de distintos tipos. Esas ocupaciones simultáneas conformaron un movimiento que empezó a tener una entidad propia y a organizarse. La particularidad de Argentina es que se creó un movimiento que incluso puso el nombre de empresas recuperadas.
— ¿Cuál es la situación actual de este movimiento?
— Después de esa primera explosión inicial, que llegó a ser de 160 empresas recuperadas en el año 2004 de distintos sectores, como industriales, talleres pequeños de metalurgia o química, se fue extendiendo a otros sectores, como hoteles, escuelas, radios… Un panorama muy diverso. Poco a poco estas empresas empezaron a producir para el mercado interno y se fortalecieron los sindicatos. Hubo nuevas empresas recuperadas, pero en lugares de mucha precarización laboral. Tras el estallido de la crisis internacional en 2008, empezó a haber otro tipo de empresas recuperadas, como cadenas de restaurantes, el sector textil, de producción de alimentos…
— ¿Y más allá de Argentina?
— En Uruguay, el movimiento surge en el 2002, pero no fue tan agudo. Fue un coletazo de la crisis argentina, al estar tan relacionado económicamente. Ahí surgieron varias empresas recuperadas. Actualmente hay un movimiento con unas 50. En Brasil empezó a haber empresas recuperadas en los 90, durante el gobierno corrupto de Collor de Melo. En Venezuela hay bastantes, a las cuales se les dio un impulso a través del chavismo, tras el intento de golpe contra Hugo Chávez en 2002, cuando hubo un proceso de toma de fábricas. En México, Perú, Bolivia, Paraguay… hay casos puntuales. Fuera de América Latina hay algunas en Estados Unidos, hay un caso muy conocido en Chicago, de una empresa de puertas y ventanas, donde la mayoría de los trabajadores son de origen mexicano. En Francia, Italia y Grecia también hay empresas recuperadas. En España, el tema es controvertido. Hay algunos informes que hablan de muchas empresas recuperadas, pero otros que dicen que no. Esto depende de cómo se defina una empresa recuperada. Si la definimos como el proceso de una empresa privada que cierra o quiebra y se convierte en una empresa colectiva a través de un mecanismo administrativo, de un proceso legal, o si el proceso es conflictivo. Desde perspectivas más militantes, no se considera empresa recuperada si no ha habido conflicto, en cuyo caso, en España no habría muchas.
— ¿Cómo se lleva a cabo la gestión por parte de los trabajadores de las empresas recuperadas?
— Hay una variabilidad enorme. Hay una influencia bastante grande de cómo se desarrolla el conflicto. El conflicto es cómo se organiza después internamente la empresa. Un conflicto iguala a los trabajadores, si hay una ocupación de varios meses donde no se perciben ingresos, se eliminan las estructuras jerárquicas laborales y sindicales. Y cuando se vuelven a organizar las estructuras, tiende a ser todo más igualitario. Nosotros vemos que la frecuencia de asambleas es más alta y que la importancia de estas sobre el consejo de administración es mayor. En nuestros estudios vemos que las asambleas son donde se toman las decisiones importantes y se celebran con mucha regularidad.
— ¿Es este movimiento anarquista?
— Hay ciertas costumbres y tradiciones de organización anarquista. Pero no hay una cuestión ideológica ni una voluntad de ser autogestionarios. Se parece al ideal autogesionado anarquista, pero los trabajadores no se consideran así. El movimiento anarquista no existe en Argentina desde la década de los 30. Por otro lado, la existencia de una empresa autogestionada surge por el propio capitalismo, es el patrón el que se va y no el obrero el que le echa.
—¿Qué puede aportar el movimiento de las empresas recuperadas al resto de los movimientos sociales?
Se pueden sacar enseñanzas. Se ve la posibilidad, la viabilidad de la autogestión de los trabajadores como forma económica que se enfrenta al capitalismo. Este movimiento surge de la práctica, de la necesidad de los trabajadores, y luego lo estudiamos y sacamos la teoría. Eso es interesante. Sobre el tema de la autogestión, hay mucha idealización, aquí se demuestra que es posible, aunque no haya una teoría o una voluntad previa de hacerla. Pone en práctica el ideal de la autogestión.
— ¿Cuál es la actual situación de los movimientos sociales argentinos tras la llegada al gobierno de Mauricio Macri?
— Está tomando medidas de neoliberalismo salvaje desde que llegó. Es una táctica muy común de los neoliberales, arrasar con todo lo más rápido posible para pillar por sorpresa a la resistencia social. Los sindicatos no han sido capaces de adaptarse todavía, ni los movimientos sociales. Está habiendo mucha represión, con presos políticos, hay dirigentes sociales presos. Creo que la experiencia acumulada durante estos años hará que rápidamente se genere una resistencia. En relación con las empresas recuperadas, todavía no hay novedades. Cuando termine con las cosas más gruesas, irá a los movimientos más de base. Ahora está golpeando a los movimientos más cercanos al kirchnerismo, como los tupacamaru, a los que acusan de crear un estado paralelo en la provincia de Jujuy con dinero del anterior gobierno. La dirigente Milagros Sala es una indígena, y ahora está presa… Después irán a por algún sindicato combativo, para que hagan huelgas y la gente se les ponga en contra. También están despidiendo empleados del Estado, utilizando como argumento que son militantes políticos.
Durante el kirchnerismo hubo una división en los movimientos sociales. Por un lado, algunos veían que era una oportunidad de un gobierno popular con el que no había que confrontar. Otros vieron que era un gobierno como los demás, contra el que confrontar. Pero, desde luego, lo que no había era la represión contra los movimientos sociales que está habiendo con Macri.
— ¿Qué papel tuvieron los movimientos sociales en las llegadas a los gobiernos de Correa en Ecuador, Morales en Bolivia o Chávez en Venezuela? ¿Siguen escuchando estos líderes políticos a los movimientos sociales?
— Los distintos países tienen situaciones diferentes. En esos tres países, la relación entre los movimientos sociales y las llegadas a los respectivos gobiernos fue mucho más estrecha que en Argentina, Brasil o Uruguay. En Ecuador, actualmente, Rafael Correa ha roto con el sector indígena y campesino. Incluso estos se han llegado a alinear en contra del gobierno junto a opciones de derechas. Es una situación difícil la de Ecuador para los movimientos sociales. En estos países, hay una cuestión de que son demasiado importantes las figuras de los líderes políticos y no se han generado figuras de recambio, porque no quisieron o no pudieron. Evo Morales está haciendo una campaña para modificar la constitución para poder reelegirse. Hay miedo de no tener un candidato que haga frente a la derecha. La derecha ha sido hábil en estos casos, como en Argentina, o como Henrique Capriles en Venezuela. Capriles se ha enmascarado bastante y casi gana la elección a Nicolás Maduro, por supuesto no se la habría ganado a Hugo Chávez. Hay un debilitamiento del proceso en Venezuela porque no pudieron salir del modelo de renta petrolera y con la caída del petróleo eso da lugar a una situación inestable. Además, se ha generado una burocracia fuerte y corrupta en el gobierno. En todos estos países, los triunfos de la derecha están llegando por los errores de los propios gobiernos. Los errores son que el administrar el Estado ha fagocitado a los movimientos, muchos movimientos se desplazaron hacia los gobiernos, todo era disputar el aparato del estado y se olvidaban de lo que pasaba por abajo.
— ¿Está habiendo un giro a la derecha en América Latina?
— Está pasando. No lo veo como definitivo, pero en Argentina los tendremos para unos años más. Todos estos gobiernos populares tuvieron su desgaste, no lograron avanzar en muchos asuntos esperados y la crisis internacional está afectando. En Venezuela, la bajada del precio del petróleo ha generado que muchos problemas salgan a la luz. Cuando hay dinero, la corrupción y los problemas burocráticos se ocultan. Ahora no hay arroz, hay desabastecimiento y la derecha además acapara la producción y lo fomenta. Lo que veo es que la derecha tiene mucha claridad y tiene una gran oportunidad de volver a imponer sus programas y sacar del gobierno cualquier alternativa popular. Además, la derecha llega con mucha sed de revancha de clase.
—¿Cómo se ve desde los movimientos sociales y la izquierda latinoamericana el surgimiento de Syriza o Podemos? ¿Hay esperanza de que cambien las políticas en la Unión Europea?
— Podemos esperar sentados a un cambio en Europa. Creo que es un peligro también aquí el que la izquierda se enfrasque demasiado en las cuestiones de la política que le hagan perder su origen. Las disputas para formar gobierno, que están ocurriendo en España, te meten en una dinámica de la lógica del poder. Si uno no está perfectamente preparado, es fácil que te absorba, que te haga olvidar la propia lucha. Son estructuras muy grandes, estructuras de Estado, y hay que tener cuadros políticos y mucha gente preparada para llegar a toda la administración. La gente de Podemos conoce los procesos de América Latina, pero compañeros de Syriza me comentaron que cuando llegaron al gobierno algo de esto les pasó, era una estructura enorme el Estado. En América Latina el aparato del estado ha sido utilizado durante décadas para unos fines políticos concretos y cuando se quiso cambiar esos fines políticos, el aparato seguía su propia lógica. En Venezuela, Argentina, Bolivia hubo que crear estados paralelos. La izquierda no puede echar a los trabajadores del Estado, como hace la derecha. El chavismo hizo la ‘misión Robinson’ para alfabetizar el país, el Ministerio de Educación no pudo. Eso se hizo con el dinero del petróleo. Syriza, en Grecia, no tenía cómo financiar eso.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/lentesdecontacto/2016/02/02/ruggeri-experto-en-empresas-recuperadas-ponen-en-practica-el-ideal-de-autogestion/2466