¿Cuál Paz se premió en Europa?
Lo primero a destacar es que los trabajadores siempre estamos en crisis. Por ello, cuando se mediatiza la ocurrencia de una crisis económica, en realidad estamos hablando de cuando los ricos ven caer sus tasas de ganancia, ante lo cual (y tal como lo explica la etimología de la palabra ‘crisis’) deriva en oportunidades de cambio: ya sean en beneficio de los ricos como es la tendencia observada en países como España y Grecia a través de ajustes que afectan la ya precaria realidad de los asalariados , o en beneficio de la clase trabajadora cuando las condiciones subjetivas (organización y experiencia de lucha) son favorables frente a la siempre preparada clase dominante.
Cuatro años lleva ya la denominada ‘crisis económica’ en Europa. Las razones resultaron de una combinación de factores complejos, pero todos inmanentes al Capitalismo, cuyas crisis se han sucedido constantemente y con más velocidad y crudeza en los últimos 30 años. Entre estos factores destaca la financiarización de la economía, donde ‘el dinero que hace dinero’ se multiplica más rápido que los bienes y servicios en que debiese sustentarse. Ello incentivó sabrosas prácticas de préstamos de alto riesgo, incluyendo la generación de burbujas en el sector inmobiliario de algunos países (como EE.UU., España e Irlanda) que al estallar dejó a los bancos sin tener cómo cobrar a quiénes les habían prestado (considerando la mezcla de más créditos otorgados a los más pobres y propiedades cada vez más caras), con ello no podían pagar sus compromisos encadenados y finalmente, el sueño de la casa propia se tornó en pesadilla para las familias que habían accedido al crédito.
Por otra parte, en el contexto internacional, los alimentos han continuado subiendo su precio (debido en mayor parte a la labor de los especuladores) dato que acompaña otra estadística que devela que una octava parte de la población pasa actualmente hambre; además del incremento en los precios de las materias primas. Esto último se debe principalmente a la demanda de las nuevas potencias emergentes, las cuales vienen a sepultar las viejas glorias de quienes mantenían la hegemonía del comercio exterior: Europa (principalmente a través de la Unión Europea), EE.UU. y Japón, ello en pos del resurgimiento de quien dominara prácticamente toda la historia previa al Capitalismo: China, junto a los otros componentes de los denominados países BRIC (Brasil, Rusia, India y el mencionado China); todo lo cual implica una nueva competencia (muchas veces debido a una mayor eficiencia o explotación de mano de obra barata) para los líderes industriales del momento.
Claro que el origen de la crisis, según los economistas neoliberales, se ha debido al endeudamiento de los estados tratando de mantener el ‘ineficiente’ estado de bienestar, pero ello no parece más que una excusa para la neoliberalización del continente auspiciada por la Troika (la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, FMI) que exige ajustes a cambio de los préstamos. De hecho, se han sucedido huelgas generales en algunos países del sur de Europa (Portugal, Grecia), mientras las medidas propuestas continúan siendo la reducción del estado de bienestar que caracterizó al continente durante el siglo pasado, dejando incluso a la tecnocracia llegar al poder, con mandatarios en Italia y Grecia escogidos a dedo, sin participación popular, demostrando una vez más que el poder financiero mueve mucho más que sólo la economía. Todo lo cual se ha acentuado con el salvavidas que se le ha arrojado a la banca (y a sus administradores que ya se enriquecieron), pero socializando las pérdidas a través del pago que realiza el estado y las medidas consecuentes – generalmente de ‘austeridad’ como le llaman – para con el pueblo.
Para contextualizar más a fondo la situación europea hay que comprender cómo se distribuye la economía y el poder en el continente. Además de la potencia que significa el Reino Unido, el poder descansa fundamentalmente en el eje franco-alemán, constituyendo el corazón de la economía de Europa (al menos de la Unión Europea) y, como buena potencia, en los últimos 40 años ha pretendido el dominio del resto de las economías europeas periféricas. En este binomio es donde se concentra la actividad industrial y posee el mayor peso económico junto a los demás países del área continental de Europa: Bélgica, Holanda y Austria. Mientras, los países del sur (España, Portugal, Italia, Grecia, entre otros) concentran el turismo y la agricultura. Si sumamos a esto la situación de los países del área del Báltico y del Este, obtenemos una disparidad entre la riqueza de los países europeos, en particular entre aquellos reunidos en torno a la Unión Europea, que hoy agrupa a 27 países, de los cuales 17 utilizan una moneda única: el Euro.
Ante tal disparidad, también se han planteado distintas formas de atacar las consecuencias de la crisis (ojo: consecuencias, poco o nada ataca a las causas). Por una parte, luego de las últimas elecciones en Francia, donde salió triunfante el socialista Hollande, el gobierno anunció un aumento de los impuestos a los más ricos, el cual será de un 75% por dos años a las riquezas por encima del millón de euros. La clave de esta matriz ‘progresista’ es que en lugar de basarse en impuestos regresivos como el impuesto al consumo (IVA), que afecta a toda la población sin tomar en cuenta sus ingresos, ésta se basa en un aumento de las contribuciones que deben hacer las grandes corporaciones y las personas con más ingresos. Con ello, las autoridades francesas han asegurado que nueve de cada diez ciudadanos franceses no pagarán más tributos en este intento de equilibrar las cuentas fiscales. El caso contrario es España, donde el gobierno ha anunciado un aumento del IVA y de otros tributos generales, además del congelamiento del salario público y una disminución en el gasto ministerial.
Algunos analistas están preocupados pensando – y con justa razón en términos pecuniarios – que sea cual sea la cara de la austeridad, ninguna reducirá la relación: tamaño de la economía versus deuda. Y es que la austeridad encierra una paradoja: buena parte de los ahorros y de los aumentos impositivos sirven para pagar los intereses de lo adeudado. Pero más allá, el problema de fondo es que ambas posturas (incluyendo la de los analistas) mantienen la convicción de que el crecimiento económico es el fin, mientras la solución sensata tendría rostro social, una mediante la cual todas las vidas humanas deberían ganar. Lo anterior revitaliza un tema fundamental de la economía política: la urgencia de reemplazar la maximización del crecimiento económico y de las rentas personales como finalidad de la economía, para restablecer el imperativo de una economía que busque la satisfacción de las necesidades, colectivas e individuales, presentes y futuras.
Pero la imposición del Neoliberalismo en Europa y la socialización de las pérdidas (mientras las ganancias fueron acaparadas en pocas manos) no es la única provocación. El viernes 12 de octubre (a 520 años del comienzo de la masacre y saqueo de América por parte de los europeos) la Unión Europea recibió el Premio Nobel de la Paz. De esta forma, nuevamente este ‘Premio de la Paz’ se convierte en una provocación: primero fue otorgado a Obama (2009), en plena crisis y aún administrando el modelo imperialista de guerra externa en favor de su economía, y tres años después fue entregado a la Coalición Comercial de Europa que, como parte de ‘la Troika’ y también en plena crisis, está implementando un modelo de guerra interna a través de los ajustes de austeridad que sufren los trabajadores del viejo continente.
Pero, si se desechan las alternativas de austeridad tanto francesas como españolas, qué queda? Quizás los europeos deberían mirar más hacia sus antiguas y despojadas colonias. Después de todo, y aunque no correspondan a procesos íntegros en términos de libertad y justicia, América Latina está poniendo en práctica nuevas estructuras político-institucionales que pretenden enfrentar y revertir la avanzada Neoliberal. Parte de ello ha sido el refortalecimiento del estado, lo que permite al menos un piso de mayor control, respecto de lo que sería la economía en manos privadas y multinacionales. Precisamente Argentina vivió una apretada situación al comienzo de la década anterior que resultó en un “que se vayan todos” que, si bien terminó por ceder ante el imperio K, aún mantiene las experiencias autogestionarias que son embriones de una revolución en construcción: empresas recuperadas por sus trabajadores en los más diversos rubros y muchas de las cuales aún funcionan a pesar del ahogo del mercado sobre estas empresas socialmente responsables. Ahora, si los casos latinoamericanos parecen lejanos, quizás los mejores ejemplos para Europa sean aquellos que responden a su propio contexto continental.
En medios de contra-información se ha estado hablando de una revolución silenciada en curso, que se ha venido desarrollando a raíz de la crisis económica, y que se ubica en una isla al norte del viejo continente: Islandia. Lo que sucedió en Islandia se puede resumir en: desplome de la moneda, la suspensión de la actividad bursátil y la quiebra de sus tres principales bancos en el año 2008. Lo anterior llevó al país a declararse prácticamente en bancarrota, considerando que se trata de uno de los países con más altos niveles de desarrollo humano del mundo. Hasta allí la historia parece repetida, excepto que la respuesta de la población logró la dimisión del gobierno, detenciones y encarcelamientos para las elites financieras y políticas responsables de la crisis, la negativa a asumir la enorme deuda contraída por esas mismas élites y la investigación profunda sobre las causas y responsables de la crisis.
De esta forma, la población en Islandia ha llevado a cabo los primeros pasos hacia una democracia más auténtica. Además de nacionalizar la banca, definieron el referéndum como mecanismo para decisiones económicas cruciales y redactaron una nueva constitución política del estado bajo control ciudadano. La población es la protagonista en Islandia, como sujeto político que toma decisiones versus la elite económica y política que abocó al país a la bancarrota. De esta forma, con dignidad, es que Islandia está saliendo de la crisis. Aún así, en el resto de Europa la economía y la política cada vez están más al servicio de los mercados.
La Eurozona acaba de alcanzar el máximo histórico de desempleo: 11,6%, lo cual equivale a 18,5 millones de personas sin trabajo en los 17 países que poseen la moneda única dentro de la Unión Europea. Por ello, frente a la deliberada guerra de clases que está ganando la burguesía, el Premio Nobel de la Paz aparece como un reconocimiento a aquello que reza «el poder titula paz cuando van ganando la guerra«. Mientras, hasta el momento sólo la lucha mancomunada ha dado frutos para los trabajadores. Por ello, quizás el norte de Europa, podría estar en el Norte de Europa. Mientras, paralelamente a las cifras de desocupación, en España (cuyo desempleo es el más alto con un 25,8%) se está preparando una Huelga General para el 14 de noviembre.
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