Archivos Mensuales: febrero 2014
Entre el capitalismo y la ecología
por Daniel Mathews Carmelino
En las Conferencias Internacional sobre Desarrollo Sostenible un tema que está lamentablemente ausente es el de la adaptación de nuestros sistemas económicos a los cambios climáticos. Pareciera que las distintas oficinas de las Naciones Unidas caminan por carriles paralelos, nunca se encuentran. Y sin embargo la realidad es una misma y no habrá más desarrollo si no nos fijamos en los informes sobre calentamiento global. Algo hay que hacer. La gran pregunta que anima el artículo es ¿Puede un gobierno ser capitalista y defensor de la ecología al mismo tiempo? Para eso le doy una mirada a las políticas de Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador.
En los cuatro casos se han dictado una serie de disposiciones legales e incluso constitucionales que pretenden proteger la naturaleza. En los cuatro se han desarrollado procesos de cambios que deberían haber potenciado estas políticas. El Perú logro derrotar la dictadura de Fujimori y comenzó un proceso de “transición a la democracia” que incluye la prisión del dictador. Ecuador, Bolivia, Colombia, han tenido importantes cambios constitucionales que incluyen artículos con contenido ecológico. Y sin embargo vemos en los cuatro que el extractivismo está ganando la batalla.
El nuevo siglo se inició en el Perú con un Gobierno de Transición, al ser declarado con incapacidad moral el Presidente Alberto Fujimori, por haberse fugado del país en medio de una grave crisis política. Durante el corto periodo de ocho meses de gobierno de Valentín Paniagua, se restableció el estado de derecho en el país, se logró estabilidad política, respeto a la institucionalidad democrática Alejandro Toledo, luego de un proceso electoral democrático, se convirtió en el presidente del Perú para el periodo del 2001 al 2006.
El 2005 se dictó la Ley General del Ambiente que establece los principios y normas básicas para el efectivo ejercicio del derecho constitucional al ambiente saludable, equilibrado y adecuado para el pleno desarrollo de la vida. Regula la gestión del ambiente y sus componentes en el Perú, y estipula la aplicación de medidas de adaptación y mitigación para eliminar o controlar las causas que generan la degradación ambiental. El 2008 se crea el Ministerio del Ambiente con el fin de aplicar políticas acordes con dicha ley y los compromisos internacionales adquiridos.
Y sin embargo son cada vez más los espacios agrarios que pasan a convertirse en zonas mineras. En un país que en los años 60 produjo una importante reforma agraria que puso las tierras en manos de quienes la trabajan esto ha significado un constante enfrentamiento entre la política extractivista del gobierno y el movimiento social: 12 muertos durante el gobierno de Alejandro Toledo, 67 durante el segundo gobierno de Alan García y 27 muertos durante el gobierno Ollanta Humala.
Bolivia es un país que resulta importante por varias razones. Tiene un gobierno que resulta de luchas ambientales y que corresponde al liderazgo del cocalero Evo Morales. Tiene una actitud de mayor independencia frente al mercado internacional. Promueve mayor inversión social, cambios institucionales que favorecen la participación ciudadana y fortalecimiento del Estado. Ha elevado el Buen Vivir a categoría constitucional lo que supone una relación más positiva entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza. Por último hay que destacar el liderazgo mundial que dio lugar a su momento más destacado: la Cumbre de Cochabamba de 2010.
A fines de la década del 2000, e inicios de la siguiente, los temas de cambio climático ocuparon un lugar central en la agenda política del país, de la mano del presidente Evo Morales, para quien es central la interpelación a las causas estructurales del cambio climático y la demanda a los países desarrollados a reducir sus Gases de Efecto Invernadero en sus fuentes domésticas y no a través de los mecanismos financieros de mercado.
El 2013 sin embargo ha estado marcado por el conflicto de la carretera TIPNIS. Se trata de un proyecto de unir el Pacifico con el Atlántico y que sin embargo afecta a un país que hace más de un siglo reclama su salida al mar. Evidentemente los beneficiados son Chile y Brasil. Pero también hay intereses Bolivianos, nuevamente relacionados a la política extractivista. En el plano de la institucionalidad del cambio climático, se genera el debilitamiento progresivo del Programa Nacional de Cambio Climatico hasta su cierre en 2012, así como el cierre del Mecanismo Nacional de Adaptación al Cambio Climático en 2011.
En Colombia desde finales de la década del ochenta, la economía ha venido siendo objeto de una significativa diversificación hacia la superación del modelo mono exportador del café, por uno que incluye múltiples productos primarios, mediante el auge de industrias extractivas (minerales e hidrocarburos), manufacturas y prestación de servicios. Todo a partir de la implementación del modelo económico neoliberal impulsado por el Consenso de Washington de 1989.
Si bien la Constitución Política de 1991 no contiene disposiciones que aludan directamente al cambio climático, si contempla un amplio catálogo de normas en materia ambiental y reconocimiento de la diversidad cultural. A esto se suma la Ley 99 de 1993, que creó el sistema nacional ambiental y reconoció los principios de la Declaración de Río de Janeiro de 1992 —sobre medioambiente y desarrollo— como principios orientadores de la política. Además, el desarrollo jurisprudencial de la Corte Constitucional, en particular en materia de derechos ambientales y la protección de los territorios, han hecho de Colombia un país bandera en esta materia.
Algunas organizaciones de la sociedad civil, con experticia en materia de cambio climático y áreas prioritarias para la conservación, decidieron formar una Mesa para apoyar las iniciativas del gobierno. Además, participaron en la realización conjunta de talleres de información y diálogo temprano con pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas. Lastimosamente las recomendaciones y estrategias formuladas por la Mesa prácticamente se quedaron en la mesa, por no tener la capacidad de articularse con sectores gubernamentales.
Colombia es, de los cuatro, el país con menos preocupación ambiental. En la actualidad, la economía del país se encuentra en un proceso dirigido a alcanzar mejores niveles de competitividad, lo cual se acompaña de la flexibilización de la normatividad ambiental y la no definición de salvaguardas socioambientales.
La Constitución de la República que actualmente rige la vida jurídica del Ecuador es fruto de un proceso profundo de cambios en la estructura institucional del Estado, que inició en septiembre de 2007 con la inauguración de los trabajos de la Asamblea Constituyente de Montecristi, y que culminó con la promulgación de la nueva Constitución en octubre de 2008 luego de su aprobación mayoritaria en referéndum. El nuevo texto constitucional incorpora tres pilares fundamentales sobre los que sustenta su visión de país. Los tres resultan de gran relevancia en relación a la naturaleza, la diversidad cultural y los derechos vinculados a ellas: el buen vivir o sumak kawsay, el reconocimiento de derechos a la naturaleza y el carácter plurinacional del Estado ecuatoriano. Con respecto al cambio climático, la Constitución establece que el Estado adoptará medidas adecuadas y transversales para la mitigación del cambio climático, mediante la limitación de las emisiones de gases de efecto invernadero, la deforestación y la contaminación atmosférica; además, tomará medidas para la conservación de los bosques y la vegetación, y protegerá a la población en riesgo (Art. 414).
Y sin embargo la iniciativa más atrevida del gobierno ecuatoriano muestra claramente sus límites. Se trata del compromiso del país para mantener indefinidamente inexplotadas las reservas de 846 millones de barriles de petróleo en el campo ITT (Ishpingo-Tambococha-Tiputini), equivalentes al 20% de las reservas del país, localizadas en el Parque Nacional Yasuní en la Amazonía ecuatoriana. Pero es un compromiso condicionado a lo que haga la banca mundial. El Presidente Correa propuso que la comunidad internacional contribuya financieramente con al menos 3.600 millones de dólares, equivalentes al 50% de los recursos que percibiría el Estado en caso de optar por la explotación petrolera. Como la comunidad internacional no ha respondido el gobierno ecuatoriano piensa pasar por encima de los artículos que hablan de los derechos de la naturaleza, que prohíben la deforestación, que protegen a las comunidades en aislamiento voluntario.
En resumen: no puede haber cambio social que no pase por la ruptura con el capitalismo. Los intentos han sido saludables. Las propuestas de defender la naturaleza están ahí y seguramente son honestas. Pero no bastan. Y ya en los cuatro países los pueblos han comenzado a andar en la dirección del ecosocialismo. En esa dirección nos apuntamos.
http://quemanta.org/2014/entre-el-capitalismo-y-la-ecologia-2/
Hacia una empresa democrática
por Fernando Sabín e Iñigo Bandrés, socios de las cooperativas Altekio y Andaira, respectivamente
Desde que estalló la crisis se han publicado numerosos informes y estudios que muestran que las empresas cooperativas y otras organizaciones de economía social están soportando mejor la crisis que las empresas de capital. Según las estadísticas, desde el comienzo de la crisis en el año 2008, las cooperativas, sociedades laborales, ONG o fundaciones han destruido menos empleo y han cerrado en menor número. Históricamente este fenómenos contracíclico ha estado muy unido a la expansión y consolidación del movimiento cooperativo y los datos que se van recogiendo a lo largo de esta crisis confirman esta tendencia histórica. Por ejemplo, si miramos los últimos datos de empleo publicados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, correspondientes al tercer trimestre de 2013, destaca un incremento del 32% de las cooperativas de trabajo. Tal y como asegura la Confederación Estatal (COCETA) «Estos porcentajes se traducen en una recuperación del empleo en las cooperativas de trabajo a los niveles del año 2007″.
Recientemente, el barometro de Empresas del Pais publicaba que las empresas esperan aumentar sus beneficios en 2014, per sin embargo no iba a ocurrir lo mismo con el empleo. Sin entrar en analizar cómo se aumentan los beneficios sin aumentar el empleo, lo cierto es que esta conclusión es el claro reflejo de una fotografía costumbrista de nuestro modelo empresarial. Una vez se han reducido los costes empresariales, por medio del deterioro en las condiciones de acceso y permanencia en un puesto de trabajo, y se empiezan a recuperar las tasas de beneficio empresarial, llegará el momento de pensar en el empleo. A diferencia de esta realidad las empresas cooperativas apoyadas en valores organizativos basados en la democracia económica, la corresponsabilidad y la solidaridad, sitúan el empleo y su calidad en el centro de las decisiones más importantes frente al lucro. Estamos en un momento en que la crisis económica, y su incidencia en el empleo y en la vida de las personas, nos obligan, al menos, a cuestionarnos nuestro modelo económico y productivo y el papel de la empresa en la estructura social.
¿Pero cuáles son las causas diferenciadas que han permitido a las cooperativas destruir menos empleo durante la crisis?, los principios y valores de este tipo de empresas aparecen como los elementos fundamentales que explican el mismo. Para ser más concretos, factores vinculados a la gestión democrática, a la propiedad colectiva de la empresa y a la flexibilidad para adecuarse a los cambios en el mercado explican las principales ventajas competitivas de las empresas cooperativas respecto de otras sociedades. (Sabín Galán, F.; Fernández Casadevante, J.L.; Bandrés de Lucas, I. (2010)). Sin embargo, estos valores de democracia interna y de participación en la gestión empresarial no son sufientes en si mismos, si no que es necesario que se encuentren reflejados en una estructura de organización y en una política de gestión empresarial que promueva y facilite que estos valores se puedan desarrollar, ayudando a promover la implicación y motivación de las personas trabajadoras, así como su sentido de pertenencia a partir de su condición de socios-trabajadores. Es decir, el diseño organizativo de las cooperativas de trabajo debe estar pensado para materializar los principios y valores cooperativos. Casos recientes como el de la cooperativa Fagor Electrodomésticos reflejan que cuando no se procuran de forma real los necesarios mecanismos de participación pueden producirse problemas importantes derivados del excesivo distanciamiento entre las personas socias y la dirección de la empresa.
Vivimos un contexto en el que uno de los factores más importantes con el que cuenta la empresa para generar valor añadido se encuentra en su capacidad para revalorizar el conocimiento y la iniciativa de las personas que forman que forman parte de ella. En este sentido, tal y como muestran los nuevos modelos empresariales, esta situación se produce en mayor medida si el trabajador se siente emocional, personal y profesionalmente implicado con la empresa y su modelo de negocio. Podemos señalar tres aspectos fundamentales desde nuestro punto de vista para que esto se produzca:
En primer lugar, es necesario que se generen condiciones que motiven la participación. En este sentido, será necesario que las personas sientan que realmente pueden participar de las decisiones importantes vinculadas a la estrategia empresarial y organizativa de la empresa; que se vean reflejadas en la estructura organizativa y de toma de decisiones y que la cultura empresarial ponga en valor la dimensión colectiva y cooperativa del proyecto. Para ello posiblemente sea necesario pensar sobre el tamaño y la relación entre distintas unidades productivas, en el papel de los órganos políticos (asamblea, consejo rector, etc) o la delegación de tareas y responsabilidades.
En segundo lugar, será necesario que se promuevan los mecanismos adecuados para que las personas puedan realmente participar: que la información importante llegue a todas las personas implicadas en la gestión de la empresa -por ejemplo, habilitando espacios para facilitar el análisis, la reflexión y el debate-; que se facilite la conciliación entre la vida personal y profesional; y que exista una profunda convicción democrática y de fomento de la participación por parte de las personas con mayor responsabilidad en la empresa, articulando cauces de participación de abajo a arriba y de arriba a abajo. En este sentido, se puede pensar en multiplicar los liderazgos para lograr los objetivos (Garcia, J, 2010)
Por último, será necesario que la participación en la empresa sea realmente un valor añadido, lo cual supone un cambio importante en la cultura sobre cómo entendemos el trabajo, la empresa y nuestro papel en la misma. En este sentido resulta fundamental que sea reconocido el valor de cada una de las personas que forman parte de la empresa y su papel en la misma, conectando las partes con el conjunto, pero también que éstas tengan los conocimientos y habilidades para alcanzar acuerdos y construir colectivamente, y se impliquen en el diseño de su propio trabajo y en buscar el beneficio común por encima de los intereses personales.
Nos enfrentamos al reto de construir empresas del siglo XXI en las que la democracia, transparencia y responsabilidad se conviertan en pilares de la estructura organizacional, por medio de un diseño empresarial que favorezca el desarrollo personal y profesional de sus miembros, así como unos objetivos económicos y societarios comunes que aporten valor socioeconómico a sus socios y a la sociedad. Un modelo que ve en el cooperativismo de trabajo su formalización empresarial más coherente, en el que todo ello es un reflejo de los principios que promueve hacia dentro y hacia afuera.
Este artículo se ha publicado también en la revista Profesiones nº 147 Jenero-febrero 2014.
http://www.diagonalperiodico.net/blogs/idearia/hacia-empresa-democratica.html
¿Crecer o decrecer? That is the question
por Máximo Luffiego García y Julio Soto López
“Todos los habitantes de la Tierra cabrían en el estado de Texas”. Con este argumento, sectores de la Iglesia católica se enfrentaron a la inmensa mayoría de participantes en la III Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de 1994, partidaria de la planificación familiar y del control de la natalidad. Esta posición fue muy criticada entonces, especialmente desde sectores de la izquierda, y con razón. Al parecer la Iglesia no solo cree que las almas van al cielo sino que aquí, en la Tierra, encerradas en el cuerpo, seguirían siendo seres celestiales que no necesitan espacio vital alguno.
Lo sorprendente es que gran parte de la izquierda mantiene una creencia semejante respecto del crecimiento económico continuo, como si nuestro mundo fuera cuasi inmaterial, desligado de las leyes físicas y biológicas que lo gobiernan y limitan el crecimiento ya sea económico, poblacional o de recursos disponibles.
En su artículo “Los errores de la tesis del decrecimiento” aparecido en Público (1), el profesor Navarro critica al ecologismo partidario del decrecimiento, en la persona de Marcellesi (2), tachándolo de conservador, de hacer el juego a la derecha y de desconocer las posiciones del ecologismo de izquierdas, encarnado en Barry Commoner.
Para Navarro, el problema no es elegir entre crecimiento y decrecimiento sino qué tipo de crecimiento queremos. Aduce que puede haber un crecimiento económico compatible con los ecosistemas modificando el sistema productivo e incrementando el sector servicios. Si no entendemos mal, con una economía de este tipo, podría mantenerse un crecimiento económico ilimitado, suponemos que del PIB, con un descenso en la producción y consumo de los bienes más intensivos en la demanda de energía y otros recursos naturales en favor de otros que lo sean menos. En otras palabras, se trataría de desmaterializar la economía, de desacoplar el crecimiento económico de su base física. Aunque algunas naciones como Alemania han conseguido ciertos resultados manteniendo el crecimiento económico a la vez que disminuía la energía utilizada mediante el incremento de la eficiencia energética y del ahorro en las actividades más superfluas, la gran mayoría de los países no lo ha podido hacer. Y si lo hubieran hecho, sólo se habría ganado algo de tiempo en la segura colisión de nuestras economías con los límites del planeta. Y es que toda actividad, humana o no, requiere energía.
A nuestro juicio, hay tres aspectos -que quizá suscribiría el propio Commoner, conocedor como era del Segundo principio de la termodinámica y de sus implicaciones para la economía- que hay que tener presentes para comprender el significado del crecimiento ilimitado y rechazarlo por sus consecuencias indeseables: los límites naturales, el crecimiento de tipo exponencial y la historia de sociedades fracasadas por problemas ambientales.
Un par de réplicas al profesor Navarro, fundamentadas en los límites al crecimiento, pueden encontrarse en el blog de Antonio Turiel (3) y en el de Pedro Prieto (4). Concretamente, el pico del petróleo, alcanzado en algún momento entre el 2005 y 2006, es un hecho incuestionable que, de no encontrarse un sustituto del crudo, acabará con el crecimiento económico. Y no parece haber un sustituto de una abundancia, versatilidad y densidad energética comparables a las del petróleo; con el problema añadido de que, aún en el caso que se encontrara, no habría tiempo para realizar tal sustitución y sortear los estragos económicos y sociales de esta crisis energética y económica.
De otros recursos no renovables, tanto energéticos como minerales, tampoco andamos sobrados y también tienen picos cercanos. En cuanto a los recursos renovables, el panorama no es nada halagüeño, es incluso más preocupante. Por decirlo sintéticamente, desde los años 70 del siglo pasado hemos entrado en déficit ecológico. Desde entonces, no tenemos suficiente con los recursos renovables que produce anualmente la Tierra y hemos empezado a “devorar” el capital natural acumulado durante décadas y siglos. Como ya ha advertido Mediavilla (5), queramos o no, el decrecimiento físico ya ha comenzado.
Einstein dijo que uno de los problemas de la humanidad consiste en no comprender la función exponencial. En el caso que nos ocupa, tanto el crecimiento económico como el demográfico se han acercado desde la Revolución Industrial hasta hoy a un crecimiento de este tipo. La solución no pasa por mantener el crecimiento porque, aunque pudiéramos dar con una fuente de energía tan poderosa y abundante como el petróleo y continuar el crecimiento mundial a razón, por ejemplo, del 3% anual (la tasa media de las últimas tres décadas), en 23 años duplicaríamos el consumo actual de recursos que equivale a más de planeta y medio. ¿De dónde sacaríamos tres planetas? En un sistema limitado, como la Tierra, el crecimiento exponencial del consumo de recursos también supone una reducción exponencial de los mismos, lo que implica que puede alcanzarse un umbral peligroso más allá del cual no sea posible “frenar” a tiempo. Ante esta disyuntiva, ver el vaso medio lleno puede suponer un riesgo fatal porque todo indica que nos estamos acercando a ese umbral rápidamente.
Situaciones semejantes a la nuestra pero a una escala local o regional han sucedido en varias ocasiones a lo largo de la historia. La investigación histórica ha puesto de relieve que algunas sociedades han colapsado por minar los recursos de su medio natural. El crecimiento demográfico y ciertas prácticas nocivas han acabado con la base forestal y edafológica que sustentaba esas sociedades.
De haber tenido presentes las advertencias del Club de Roma y de Einstein, así como estas lecciones de la historia, ahora no nos tendríamos que enfrentar a una situación de tanta emergencia.
Dicen que la verdad es revolucionaria. Si no cambiamos el modelo económico, más bien pronto que tarde, la humanidad está abocada a un colapso. Pues bien, por inconcebible que pueda parecer, el poder financiero y político que domina el mundo ya ha elegido su opción, apurar la máquina del crecimiento hasta que reviente. Seguramente creen que así van a obtener más beneficios que si plantean frenar la economía y entrar en una etapa de decrecimiento voluntario porque eso significaría el fin del capitalismo y de su status dentro de él. Más difícil de comprender es la situación que vive la izquierda. La ciudadanía, aquejada por los muchos problemas cotidianos, es ajena a la crisis energética que ya tenemos encima y cree todavía en un futuro inexistente, el que le proporcionará la recuperación de la senda del crecimiento. La adscripción a paradigmas contrarios, crecimiento versus decrecimiento, impide valorar la emergencia de la situación y su difusión, manteniendo a la izquierda dividida y a la sociedad en el limbo de la desinformación.
Sería razonable, a pesar de las diferencias existentes en cuanto a la valoración de la situación ecológica –aunque los hechos y la lógica dejan poco margen para la incertidumbre- que la izquierda conviniera aplicar un principio de precaución a la hora de confeccionar una política común para aminorar los riesgos en el caso de que estallara la crisis energética y se intensificara el cambio climático. Complementariamente al mismo, hay una idea central que puede servir de guía para llegar a acuerdos programáticos importantes: la idea de resiliencia. Más allá de si la economía crece o decrece –nosotros pensamos que, con altibajos, la tendencia hacia el decrecimiento es ineludible- lo importante es preparar al país para hacerlo más resistente en lo posible a nuevas crisis económicas, políticas, sociales o ambientales, ante perturbaciones o contingencias futuras como la escasez y encarecimiento de la energía, el cambio climático, nuevas burbujas financieras, casos graves de corrupción, etc.
Aunque el debate crecimiento vs decrecimiento no hay que darlo por cerrado, no debiera ser, bajo esta perspectiva, un obstáculo para llegar a acuerdos con el fin de modificar el sistema productivo y hacerlo menos dependiente del petróleo, más diversificado y local, con sistemas de reciclaje más eficaces y que aprovechase y conservase los recursos de nuestro país, especialmente las energías renovables, los bosques, la diversidad biológica, cultural y paisajística, la tierra fértil y el agua.
La investigación científica e innovación tecnológica y una capacidad de financiación propia serían necesarias para mejorar la producción y evitar que el sistema no dependa del exterior o de la banca privada.
Los acuerdos seguramente son más fáciles de lograr en aspectos sociales y políticos que fortalezcan la solidaridad en nuestro país, como combatir el paro creando empleo verde y repartiendo el trabajo, mantener y mejorar los servicios públicos esenciales y proteger a los sectores más débiles, vulnerables y dependientes. La difusión y debate en una democracia participativa a diferentes escalas y la separación de los tres poderes permitirían fortalecer el andamiaje político y social.
A pesar de las importantes discrepancias que subsisten en el seno de la izquierda, creemos que estos dos criterios, el de precaución y resiliencia, junto a otros no menos importantes, pueden permitir alcanzar un programa común que nos saque del atolladero, evite sufrimiento y prepare el futuro ante retos tan importantes como el del paro, la pobreza, el cambio climático y la crisis energética. Así parecen haberlo entendido los partidos y activistas que han iniciado contactos para alcanzar acuerdos sustanciales que deben ir más allá de las elecciones europeas e intentar integrar a los sectores más conscientes de la socialdemocracia de la situación de emergencia en la que nos encontramos.
Referencias bibliográficas
(1) Navarro, V (2014). Los errores de la tesis del decrecimiento. Público 6/2/2014
http://blogs.publico.es/dominiopublico/9039/los-errores-de-las-tesis-del-decrecimiento-economico/
(2) Marcellesi, F (2013). La crisis económica es también una crisis ecológica. Público 9/10/2013
http://blogs.publico.es/dominiopublico/7822/la-crisis-economica-es-tambien-una-crisis-ecologica/
(3) Turiel, A (2014). Revista de prensa. Vicenç Navarro en Dominio público. Blog The Oil Crash, 7/2/2014
http://crashoil.blogspot.com.es/
(4) Prieto, A (2014). De progresistas y biofísica económica. 8/2/2014
http://lacrisisenergetica.wordpress.com/
(5) Mediavilla, M. (2011). Decrecer bien o decrecer mal. Rebelión, 16/11/2011 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=139397
Sexto Congreso Sin Tierra: Reinventar en movimiento
por Raúl Zibechi
Después de tres décadas de lucha por la reforma agraria, el MST hizo un alto en el camino para trazar un balance y comprender la nueva realidad para seguir siendo fieles a una de sus consignas centrales: “transformar transformándose”.
Enfatizando lo obvio: crecimiento-decrecimiento y emancipación social
por Emilio Santiago Muiño, Instituto de Transición Rompe el Círculo.
No hay mito que mejor resuma la condición humana que el de Sísifo: empujando la piedra hasta la cima, ésta rueda montaña abajo justo antes de llegar a la meta, y Sísifo tiene que volver a empezar permanentemente. Insiste en ello Jorge Riechmann, que también nos recuerda la misma moraleja cuando recurre a aquellas palabras del padre fundador de la economía ecológica, Georgescu Roegen, sobre la necesidad de insistir en lo evidente: “lo obvio debe ser enfatizado, porque ha sido ignorado mucho tiempo”.
Y lo obvio, una de nuestras particulares cargas de Sísifo, es volver a recordar que en un planeta finito nada, ninguna cosa, puede crecer hasta el infinito. Y menos a un ritmo exponencial, como crece nuestro sistema económico, que suponiéndole unas moderadas tasas de expansión del 2,5% anual dobla su tamaño cada 28 años. Los cuentecitos didácticos sobre la explosividad del crecimiento exponencial son abundantes: si dobláramos sobre sí mismo un papel muy fino, como el que se usa en la Biblia, al cabo de 10 pliegues alcanzaría casi el centímetro de grosor, con 17 pliegues el metro treinta centímetros, con 25 pliegues casi los 400 metros, más alto que un rascacielos, y con 45 pliegues nuestro papel de Biblia alcanzaría la superficie lunar. O si alguien hubiera invertido un penique de oro a un interés compuesto del 5% en el año 1 de nuestra era, en 1990 tendría dinero suficiente para comprar 134.000 millones de bolas de oro ¡del tamaño de la Tierra!
Aplicando matemáticas al alcance de un niño de primaria se llega a la conclusión, irrefutable, de que una civilización basada en el crecimiento perpetuo está condenada a ser una excepción. Algo de vida muy breve en términos históricos, salvo que diera un hipotético salto estelar y trasladase su expansión por el cosmos, hipótesis a la que la ciencia ficción nos ha familiarizado, pero cuya realización práctica dista mucho de ser técnicamente posible y moralmente deseable. Si esas matemáticas rudimentarias las complementamos con los conocimientos empíricos sólidos sobre el estado del mundo que ciencias como la geología, la climatología o la ecología nos han ofrecido durante el último medio siglo, la conclusión es tajante: de proseguir las actuales tendencias socio-económicas, el escenario más probable para el siglo XXI será el de un colapso social, sin que ningún fantasioso despegue del imperialismo intergaláctico pueda salvarnos de nuestra propia voracidad.
En esencia, ésta es la tesis planteada por el informe de los Limites del Crecimiento publicado ya en el año 1972, uno de los hitos científicos más importantes del siglo XX y también, seguramente, uno de los peor asimilados. Sus conclusiones, que preveían un hundimiento civilizatorio para el siglo XXI incluso ante escenarios de multiplicación de los recursos naturales o saltos cualitativos a nivel tecnológico, despertaron una oposición unánime y muy irracional, tanto en las izquierdas como en las derechas. Y es que dichas conclusiones atacaban al corazón mismo del mundo moderno, declarándolo inviable a largo plazo y urgiéndonos a una transformación radical que nadie quería acometer.
Acusados de catastrofistas maltusianos y de peones al servicio de delirantes conspiraciones, el informe cayó en el ostracismo intelectual hasta que diversos acontecimientos recientes, como el sobrepasamiento oficial del pico del petróleo convencional en 2006 o la confirmación científica del cambio climático, nos han golpeado recordándonos que la crisis que desgarra nuestras sociedades es, además de económica y financiera, una crisis socio-ecológica. Desde entonces los planteamientos decrecentistas, hasta hace unos años una postura muy marginal ligada al ecologismo más radical, se han colocado en el centro del escenario discursivo y se disputan con el progresismo tecnófilo de los sigo XIX y XX el imaginario civilizatorio de la izquierda mundial.
Recientemente, una polémica entre Florent Marcellesi y Vicenç Navarro ha abordado esta cuestión entre crecimiento-límites del crecimiento, que es sin duda uno de los debates más importantes para la transformación social, quizá la cuestión por excelencia, pues la respuesta a este debate condicionará todo lo demás. Por su trascendencia acercamos al lector/a de Voces del Pradillo esta polémica, en la que también han contribuido importantes figuras como Antonio Turiel, Pedro Prieto o Jorge Riechmann:
Artículo de Florent Marcellesi “La crisis económica también es una crisis socio-ecológica”:
http://florentmarcellesi.eu/2013/10/09/la-crisis-economica-es-tambien-una-crisis-ecologica/
Respuesta de Vicenç Navarro “Los errores de las tesis del decrecimiento económico”:
http://blogs.publico.es/dominiopublico/9039/los-errores-de-las-tesis-del-decrecimiento-economico/
Respuesta de Antonio Turiel al artículo de Vicenç Navarro:
http://crashoil.blogspot.com.es/2014/02/revista-de-prensa-vicenc-navarro-en.html
Respuesta de Pedro Prieto al artículo de Vicenç Navarro, “De progresistas y biofísica económica”:
http://lacrisisenergetica.wordpress.com/2014/02/08/de-progresistas-y-biofisica-economica/
Post de Jorge Riechmann recopilando la polémica y realizando algunos comentarios:
http://tratarde.org/marcellesi-navarro-turiel-y-los-limites-del-crecimiento/
Finalmente, una humilde contribución en forma de breves comentarios en los que sacamos punta a algunas de las aristas de esta polémica.
1
Vicenç Navarro acierta en dos puntos de su argumentación:
- La historia del socialismo es compleja y, al menos en el plano de los debates teóricos, no se puede rebajar a la caricatura productivista finalmente implantada en los socialismos de inspiración bolchevique. Pero los resultados prácticos de las intentonas socialistas se parecieron tanto al capitalismo que sospechas como la de Marcellesi son también de sentido común. Esta replicación del productivismo capitalista en el socialismo no fue sólo una cuestión de creencias y valores, sino un fenómeno estructural con una explicación mucho más profunda, basada en el mantenimiento por parte del socialismo de las formas sociales fetichistas (mercancía, valor, capital y dinero) como centro de la constitución social.
- El determinismo energético es un error. La cantidad de energía disponible no determina la concreción de los hechos, lo que va a pasar. Pero lo que los recursos en general, y la energía particular, sí determinan es un límite negativo. En otras palabras, nada nos dicen de lo que es posible, pero nos marcan con claridad lo que es imposible. Y, como afirma Pedro Prieto con su esclarecedora gráfica, es imposible que el mundo equipare los niveles de consumo actuales del occidente desarrollado.
2
Para distinguirse de lo que llama ecologismo conservador, se sobreentiende de derechas, lo cual como afirma Turiel es muy problemático, Navarro reivindica la figura del eco-socialista Commoner. Sin embargo Jorge Riechmann ya señala que, reconociendo las importantísimas contribuciones de Commoner para pensar la sostenibilidad de nuestras sociedades, este tuvo un punto débil teórico, hoy ampliamente reconocido: su tecno-optimismo en relación al reciclaje infinito de materiales. Este reciclaje infinito, como aclara Riechmann, es un imposible termodinámico, imposible que además se ha corroborado empíricamente en el proceso de reciclaje histórico de algunos minerales, como el oro.
3
Vicenç Navarro pone el énfasis en los procesos de poder, procesos políticos, que determinan las realidades económicas. Pero el capitalismo, en última instancia, no crece empujado por decisiones colectivas planificadas por agentes conscientes en un proceso político. El capitalismo está obligado a crecer por un imperativo estructural anónimo generado por un mundo social en el que miles millones de productores separados, pero interdependientes a través de relaciones mercantiles, intercambian competitivamente una forma muy particular de riqueza, que es el valor. Incluso la cuestión de la deuda y el sistema bancario, aunque acertada, no deja de ser un fenómeno de superficie. Es el famoso “no lo saben pero lo hacen” de Marx, que aunque siempre se media a través de la política, trasciende el marco de la política (por eso la política se ha visto siempre limitada a la hora de tomar el verdadero control de la civilización industrial mercantil, incluso allí donde ha tenido supuestamente todos los resortes, como en los proyectos socialistas, lo que ayuda también a explicar su deriva en capitalismos de Estado). Para que un proyecto ecosocialista futuro no recaiga en la defensa de la civilización keynesiana, que gente como Bourdieu concibe como el único horizonte posible para la izquierda, ni repita los errores del mutualismo de Proudhon que hoy vuelven a tener vigor en iniciativas como las monedas sociales, es interesante volver a Marx. Pero este retorno debe darse con un espíritu profundamente revisionista y desde un ángulo distinto al del marxismo, con el fin de retomar a la luz de la crisis socio-ecológica el verdadero proyecto de Marx, que no era hacer una economía política crítica, como pretendió el marxismo, sino una crítica de la economía política.
4
El determinismo político que defiende Navarro le hace incurrir en una serie de errores técnicos importantes. Como afirma Antonio Turiel, se nota que Vicenç Navarro lleva años desconectado de las polémicas energéticas “y parece desconocer todo lo que está pasando con el petróleo”. Sus argumentos están desactualizados. Turiel señala algunas falencias clave: ignorar los cambios, constatados y trascendentales, en la producción mundial de petróleo desde mediados de la década del 2000; no percibir que nuestras sociedades son esencialmente no eléctricas; pensar que las energías renovables pueden hacerse cargo técnicamente del actual nivel de consumo. En esencia, este determinismo político es el mismo que lleva a tantos a pensar que si no vivimos en un mundo movido por energías 100% renovables es porque los malvados oligopolios eléctricos se han conjurado en nuestra contra, lo cual es cierto, pero no basta: el gran problema de las renovables es que tienen un techo de producción energética objetivo que está a años luz de nuestras (disparatadas) necesidades de consumo.
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En cierto sentido, el decrecimiento económico no es una opción política, sino una realidad constatada en nuestro país desde el año 2008. Como el planeta ya no soporta físicamente un crecimiento energético general, la economía global suelta el lastre de las regiones menos competitivas dentro del juego mundial del valor. La cuestión, paradójicamente, ya no es qué tipo de crecimiento queremos, sino qué tipo de decrecimiento: uno que exacerbe las desigualdades sociales, el totalitarismo político y arroje a amplias capas de la población a la exclusión social o uno que aproveche el frenazo para reorganizar el mundo sobre bases más maduras, autónomas, sustentables, equitativas y plenas.
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Como ocurre con cualquier corriente de ideas, la crítica del crecimiento económico es una propuesta plural en la que no podemos confundir la parte de un discurso particular con el todo de la propuesta histórica de conjunto, que siempre será heterogénea y diversa. Son muchas las personas que, reconociendo que la prolongación del crecimiento económico es algo parecido a un suicidio de especie, se distancian también de posicionarse como decrecentistas en los términos en que éste ha sido construido En este sentido queremos aclarar ciertos lugares comunes que, por lo menos algunos, tenemos relativamente claros y sobre los que existe confusión:
- Apostar por el decrecimiento económico no significa renunciar a la redistribución de la riqueza. Sin un fuerte componente redistributivo, el decrecimiento sería un proyecto destinado a jugar el papel de tonto útil del capitalismo terminal, fomentando que los pobres autogestionaramos la mierda de los basureros sociales a los que seremos arrojados. Sin redistribución la transformación social se reduciría a una fabelización con rostro humano.
- Que muchas corrientes decrecentistas, como los Movimientos en Transición, hagan hincapié en la dimensión constructiva del cambio social (cooperativas, consumos comunes, monedas sociales, economía local…) no implica abandonar el conflicto. Sí redimensionarlo, pues el siglo XX nos ha legado una importante lección sobre los peligros de la hiperpolitización de la transformación social. Algunos pensamos que el conflicto en el siglo XXI no se trata tanto de buscarlo, sino de encontrarlo. Y si hacemos las cosas bien, sin duda lo encontraremos.
- Que persigamos un descenso global de nuestros impactos ecológicos, mediante un decrecimiento económico planificado, no significa que algunos sectores productivos concretos, o países concretos, no tengan necesidad y derecho de crecer más (a costa, por supuesto, de muchos sectores productivos que deberían ser drásticamente reducidos o suprimidos). Ivan Illich lo afirmo de un modo muy claro: cualquier país tiene derecho a poseer el grado de desarrollo económico que permita, a cada uno de sus ciudadanos, ser poseedor de una bicicleta. Lo mismo podemos decir del agua potable, una dieta adecuada, o de antibióticos. Este horizonte exigiría que muchas regiones del mundo crecieran económicamente y que en otras desplomáramos, de modo controlado como en una voladura de un edificio, nuestro insensato modo de vida.
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Porque una de las cuestiones clave que cualquier tentativa de transición sustentable defiende, con datos en la mano, es que sin la transformación radical de nuestros modos de vida imaginar un siglo XXII ya no sólo humanamente emancipado, sino siquiera humanamente habitable, es imposible. El propio Vicenç Navarro admite que él es profundamente crítico con la mera re-distribución de los recursos en su fisionomía actual, sino que aboga por un cambio radical del modelo productivo y por ende de consumo: “socialismo no es capitalismo mejor distribuido”. Para el caso de la URSS, Navarro parece señalar a la producción masiva de automóviles como un caso en el que los valores del capitalismo se trasladaron al socialismo, pues (añadimos nosotros) en el coche estos valores están inscritos estructuralmente en su misma existencia: el despropósito ecológico y social que representa un vehículo materialmente tan complejo y energéticamente tan exigente destinado a la movilidad privada. En este punto ambas posturas se tocan. Dilucidar cuáles son realmente las implicaciones materiales del cómo vivimos y del cómo podríamos hacerlo, para ajustarlas al imperativo físico que el declive energético, el agotamiento de materiales o el calentamiento global han introducido, es una de las tareas más importantes a la que nos enfrentamos. Después vendrá el reto, todavía mayor, de convertir un mundo energéticamente más pobre, y por tanto materialmente más constreñido, en un mundo vitalmente atractivo para generaciones educadas en la cultura del despilfarro.
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Un debate tan importante no puede verse reducido al ámbito de internet, siempre vaporoso y poco relevante. Su verdadero sentido se descubre sólo implantado en espacios políticos. Es ahí donde la gente que se parte la cara y la espalda en intentar cambiar las cosas conforma sus visiones del mundo y donde nacen las acciones microscópicas que luego desencadenan los efectos determinantes.
Trabajadores y trabajadoras de fábricas recuperadas y autogestionadas se reúnen en Europa
por diagonalperiodico.net
Fralib es una fábrica de procesamiento y empaquetado de hierbas para infusiones situada a unos 20 kilómetros de la ciudad de Marsella, al sur de Francia. El antiguo dueño de la fábrica, la enorme transnacional de químicos y alimentos Unilever, decidió hace tres años trasladar al extranjero la producción del té Lipton con el fin de ahorrar costos. Con intensas protestas y campañas de boicot, los 80 trabajadores demandaron que la fábrica permanezca abierta, y cuando vieron que esto no era possible, decidieron tomar la producción en sus propias manos.
Recientemente los trabajadores han reactivado las máquinas de la gran fábrica para producir un lote de té de tila basado en la producción local, y actualmente están buscando maneras de recomenzar la producción a plena capacidad. Fralib es solo una de un de un puñado de fábricas europeas que, teniendo o no un discurso transformador o radical, han avanzado hacia la autogestión de la producción por los trabajadores.
La ocupación de empresas por trabajadores y su autogestión democrática a través de la toma horizontal de decisiones es una práctica que tiene siglos de historia. Sin embargo, ha resurgido recientemente como fenómeno, especialmente en Argentina en torno al cambio de siglo, país que actualmente cuenta con alrededor de 300 empresas recuperadas, empleando a más de 15.000 trabajadores.
¿Puede también este modelo constituir una solución viable en Europa, no sólo para el creciente desempleo y pobreza, sino también para la verdadera explotación y alienación que caracterizan el modo capitalista de producción? Ésta fue la pregunta principal que el primer encuentro europeo de “La Economía de los Trabajadores”, que tuvo lugar el 31 de enero y 1 de febrero en la fábrica ocupada Fralib, intentó contestar. La idea detrás de estos encuentros independientes y autofinanciados nació hace siete años en Argentina, con su tradición de dos décadas de ocupación de fábricas. Mas tarde, eventos similares se realizaron en Brasil y en México.
Esta primera edición europea del encuentro reunió no sólo a los trabajadores de las fábricas autogestionadas de Europa (mayormente de Italia, Francia y Grecia), sino también a académicos, activistas, sindicatos y organizaciones que promueven y estudian la autogestión, como la Association Autogestion de Francia y el ICEA, proveniente del Estado español.
Alrededor de 200 personas de una docena de países asistieron al evento que tuvo lugar entre las intermitentes luces de la maquinaria de la fábrica empaquetadora de té. La traducción paralela a tres idiomas, llevada a cabo por traductores activistas voluntarios de la red Babels, ayudo a derribar las barreras lingüísticas permitiendo la unión de estas experiencias tan distantes geográficamente.
Además de los anfitriones de Fralib, hubo participantes de Pilpa, una fábrica ocupada de helados de Carcasonne, Francia; de Officine Zero y Rimaflow, dos espacios ex-industriales ocupados por sus trabajadores y otros activistas en Roma y en Milán respectivamente; y de Vio.Me, una de las pocas experiencias de autogestión que hasta el momento han garantizado un estable –aunque limitado– ingreso por sus trabajadores a través de la producción de detergentes ecológicos en su fábrica ocupada de Tesalónica, Grecia. Otro invitado, un trabajador argentino de la fábrica textil Pigüé, intentó también trazar paralelos entre las primeras etapas del movimiento argentino –que surgió en plena crisis–, y el naciente movimiento europeo. Muchas más experiencias en autogestión obrera y economía cooperativa fueron compartidas de lugares tan diversos como Serbia, España, México, Venezuela y Brasil.
Si bien la voluntad de democratizar la producción y de redistribuir la riqueza “está en el ADN de los trabajadores”, como señala Andrés Ruggeri –un investigador militante argentino y uno de los principales promotores del evento–, las experiencias de ocupación de fábricas y autogestión son tan diversas como los contextos políticos, económicos e históricos en los que ocurren. Usualmente, los trabajadores deben lidiar con una unidad de producción obsoleta o que produce mercancías que no tienen ninguna demanda (como es el caso de Oficina Zero). El ingenio y la creatividad de los trabajadores en estos casos, y lo que es más importante, la estrecha cooperación con la comunidad, puede ayudar a reconvertir la producción hacia productos más útiles y respetuosos con el medio ambiente. En el caso de las fábricas italianas, esta reconversión permitirá, entre otras actividades, rescatar y reciclar equipamiento electrónico.
Algunos de los desafíos habituales que deben enfrentar las fábricas ocupadas son la represión estatal, grandes trabas burocráticas, falta de un marco institucional apropiado, y la hostilidad de los antiguos dueños, los partidos políticos y los sindicatos burocráticos. A menudo operan en economías que ya están en severa recesión (tal es el caso de Vio.Me y de la mayoría de las fábricas argentinas en el comienzo del siglo XXI), y por ende reinsertarse en el mercado y asegurarse un ingreso son metas muy difíciles de conseguir.
También existen peligros en caso de éxito económico. ¿Cómo pueden los trabajadores proteger el carácter radical del experimento y evitar convertirse en una empresa capitalista cooperativa guiada por el principio de ganancia o usando trabajo asalariado? En torno a esto, muchos participantes resaltaron la importancia de las relaciones cercanas con la comunidad. No es suficiente que la producción esté bajo control de los trabajadores, aunque sí es un primer paso necesario para romper el círculo vicioso de explotación capitalista. La producción también debería ser controlada socialmente; debería ser sensibilizada en materia de política del medio ambiente y fundada en los valores del respeto y la solidaridad.
Los trabajadores de Vio.Me se hicieron eco de estas preocupaciones al anunciar que, en el estatuto de la naciente cooperativa que tiene como objetivo legalizar sus actividades tras el primer aniversario de la autogestión de los trabajadores, se reconoce la figura del “simpatizante-solidario”. Éste es cualquier miembro de la comunidad que se compromete a consumir cierta cantidad de productos de la fábrica, y que a cambio tiene el derecho a obtener información de primera mano sobre la lucha, a participar en las asambleas de los trabajadores, y a ayudar en la toma de decisiones a través de un voto consultivo. Un puente se construye así entre el control obrero y el control social de la producción.
Además de un intercambio de ideas y experiencias, también muchos proyectos fueron puestos en marcha en este primer encuentro europeo. Trabajadores, activistas, académicos y simpatizantes iniciaron campañas para promover los productos de las fábricas autogestionadas, hicieron acuerdos de intercambio directo de bienes entre las fábricas, asentaron herramientas para el trabajo en red y toma colectiva de decisiones, y elaboraron proyectos que avanzan en la comprensión teórica de la autogestión y la promoción del conocimiento popular de los problemas que la rodean, como por ejemplo el sitio web workerscontrol.net, un recurso multilingüe dedicado al estudio y promoción de la autogestión obrera. Incluso se habló de un fondo de solidaridad que puede surgir del excedente que las fábricas ocupadas puedan tener, el cual ofrecerá financiación a los nuevos emprendimientos y así ayudará a cortar los lazos con el sistema de financiación capitalista.
Cuando se trata de crear una actividad económica humana basada en la igualdad y en la solidaridad, no hay reglas preestablecidas. La imaginación de los trabajadores y su voluntad de luchar por un mundo mejor son los límites. El evento de “La Economía de los Trabajadores” en Fralib inspiró y motivó todos los involucrados, y quizá haya desencadenado la creación de un movimiento europeo amplio por la ocupación de los medios de producción y por una autentica autogestión obrera.
http://www.diagonalperiodico.net/movimientos/21821-trabajadores-y-trabajadoras-fabricas-autogestionadas-se-reunen-marsella.html
“El verdadero ideólogo de las empresas recuperadas es el neoliberalismo” Entrevista a Andrés Ruggeri
Diciembre del 2001 siempre será recordado por la revuelta popular que tuvo lugar en Argentina. La causa fue una profunda crisis económica. En tan solo un mes, la fuerte presión provocó tres cambios en la presidencia del gobierno. Las acciones de los desempleados, agrupados bajo el nombre de piqueteros, o las convocatorias de las asambleas barriales tomaron mucha más fuerza. Lo mismo ocurrió con las empresas recuperadas, que, como dice Andrés Ruggeri “surgieron en pleno ‘quilombo’”.
Ruggeri es antropólogo, y desde marzo del 2002 dirige el Programa Facultad Abierta de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Además, coordina el Centro de Documentación de Empresas Recuperadas, que tiene su sede en la imprenta Chilavert, una más de las empresas argentinas gestionada por sus trabajadores.
Aprovechamos la gira europea de Andrés Ruggeri para preguntarle el cómo y el porqué los trabajadores tomaron la dirección de las empresas cerradas por la crisis que vivió este país sudamericano.
¿Cómo comienza todo el proceso con el que despega el Programa?
Primero comenzamos a apoyar a IMPA, la que encabezaba las primeras empresas recuperadas en ese momento, y luego, empezamos a trabajar con muchas otras. Acompañábamos en las ocupaciones y después hicimos alguna investigación que derivó en un censo o, como llamamos aquí, relevamiento. Aunque casi todo el trabajo fue voluntario y tuvimos dificultades para encontrarlas, en el primer relevamiento del 2002 contabilizamos 60 empresas recuperadas y, entre ellas, realizamos una encuesta de treinta y cinco preguntas. Más tarde celebramos unas jornadas en donde asistieron más de treinta empresas y a partir de ahí, surgieron diferentes comisiones de trabajo. Gracias a esta tarea, conocimos mejor el movimiento y, al mismo tiempo, ayudamos a que el movimiento tuviese mayor conocimiento de sí mismo. A partir de ese momento, comenzó a funcionar el Programa Facultad Abierta.
¿Cuántos relevamientos o censos se han realizado desde el 2002?
Hicimos cuatro. El primero fue en el 2002. Le sigue el del 2004, en el que encontramos 160 empresas. En el del 2009-2010 registramos más de 200 y en el último que acabamos de terminar el pasado noviembre del 2013 se han contabilizado 70 más. Con lo cual, hemos registrado 310 empresas en funcionamiento.
¿Cómo se produce el proceso de autogestión de las empresas?
En principio, estas empresas recuperadas son la minoría de las que cierran, y en general, no se unen inicialmente a la autogestión. Ninguna empresa recuperada ha iniciado un emprendimiento de autogestión voluntaria, por iniciativa propia: todas son por obligación, por necesidad. Los obreros de las fábricas recuperadas se encontraron con esa situación, el que la buscó fue el patrón que provocó el cierre de la fábrica y se fue. Por eso es un movimiento que surge en torno a alguien, surge espontáneamente. El nivel de desesperación es muy alto, se quedaron sin empleo sabiendo que no van a conseguir otro, y que ni siquiera van a cobrar subsidio de desempleo porque en Argentina esta prestación es muy baja y no corresponde en casos como éste en que la empresa cierra sin siquiera despedir a sus empleados, y saben que no van a conseguir más empleo.
¿Qué inconvenientes o qué dudas van surgiendo desde que empezó el proceso?
Los comienzos son muy duros, porque el proceso de ocupación puede durar meses y durante ese tiempo no hay ningún salario que cobrar. Lo primero de todo era cómo hacer para que no los echaran de la fábrica. En el 2010, cómo sobrevivir, e inclusive, cómo se jubilan los trabajadores, cómo consiguen algún tipo de seguro de salud, porque al perder el empleo, pierden todo tipo de seguridad social. La ley de cooperativas no da esa cobertura.
Pero también hay casos de empresas con un número muy bajo de trabajadores cuando se produce el cierre ¿verdad?
Sí, uno de ellos es el caso del Hotel Bauen. En esta empresa, algunos de los trabajadores comenzaron a buscar a sus ex compañeros. En otras empresas que no logran que los antiguos compañeros se unan, pues son familiares o amigos que se encuentran desempleados. Una cooperativa de trabajadores, absorbe a todo el mundo porque no está en su naturaleza no asegurar el empleo entre sus socios. Eso sí, hay una parte algo complicada porque se espera que la lucha por mantener los puestos sea el objetivo de los nuevos integrantes abrazando la autogestión.
El trabajo del Programa ¿cómo se demuestra en el día a día de las empresas?
Antes de todo, hay que tener en cuenta que las personas que se quedan recuperando la empresa son el personal menos cualificado. Los administrativos y los burócratas no se quedan porque tienen más posibilidades de encontrar otro empleo. Ante esto, desde el Programa les brindamos asesoramiento técnico en algunas cosas: desde ayudarles a gestionar los pedidos de subsidios, realizar informes que apoyan los pedidos de leyes de expropiación, o yendo al juzgado para pedir la tenencia de la empresas a los trabajadores. En este último caso, se va con el aval de la Universidad y es más difícil que puedan argumentar contra ellos muchas cosas.
El apoyo popular que han recibido las empresas recuperadas en todo este proceso también ha sido determinante…
Efectivamente, de hecho, hay una anécdota muy representativa. En la empresa Chilavert, que es una imprenta recuperada, en una de la veces que fue la policía a intentar desalojarles, los trabajadores tenían que entregar un pedido de libros. El cliente se presentó en aquel momento y los libros se trasladaron a través de una ventana de un vecino y éste los metió en el vehículo del que venía a recogerlos. Como éstas hay muchas, de hecho, la Chilavert, como agradecimiento al barrio, abre sus puertas por la tarde, para que la gente de allí pueda hacer actividades como dar clases de bachillerato popular para jóvenes y adultos.
Hablamos todo el tiempo de hombres trabajadores, pero hay muchas mujeres trabajadoras en estas empresas recuperadas ¿verdad?
Sí, efectivamente. Hay pocas empresas con mayoría de mujeres, excepto en las textiles. Por ejemplo, la conocida Brukman, siguiendo por Ceres o La nueva esperanza. En donde también hay mayoría de mujeres es en las clínicas y en las escuelas. En otras las lideran, como en el Hotel Bauen o en La Cabaña.
Y en plena crisis ¿ qué productos podían vender?
Los productos de primera necesidad siempre van a ser comprados. Lo que ocurrió es que en el 2001, Argentina tocó fondo, y a partir de ahí, por efecto rebote, fue hacia arriba. Esa recuperación estuvo basada en una devaluación del peso frente de la divisa y eso hizo más rentable la producción nacional que de la importación de productos. La economía comenzó a recuperarse y la industria comenzó a ir al alza, las empresas salieron favorecidas y creció el consumo.
¿Han sido complicadas las exportaciones? Por ejemplo, nos acordamos de Zanon.
El caso de Zanon fue casi excepcional cuando hablamos de exportaciones, además, gozaban de tecnología punta en su maquinaria. Pero el proyecto argentino de aquel momento era que cerraran las fábricas, que no se proodujera nada en Argentina, excepto carne, trigo y, ahora soja y algún producto industrializado. Hay pocas posiblidades para exportar.
Se hace evidente que el objetivo era la quiebra por parte de muchos empresarios…
Para muchos empresarios era más conveniente el negocio de la quiebra que seguir produciendo. La mayoría de las empresas recuperadas en Argentina, igual que en Brasil o en Uruguay, son quiebras fraudulentas. El empresario quiere ganar siempre, entonces lo más fácil, es quebrarla. Lo más fácil es generar la deuda. Es decir, no pagar impuestos, ni pagan a los proveedores, ni los salarios, consiguiendo así que los empleados se vayan.
Si eso se produjo sería porque la legislación era muy permisiva.
Efectivamente. En el año 1995, durante el gobierno de Menem, se reformó la Ley de Quiebras y fue muy fácil cerrar una empresa. Con esa nueva ley, el delito de fraude ya no era un delito penal. Fue hecha con ese fin, el objetivo era la quiebra de empresas.
Y cómo les ha ido a las empresas recuperadas con los gobiernos de los Kirchner?
Los gobiernos kirchneristas anularon la Ley de Quiebras en el 95 y añadieron una claúsula que permite que los trabajadores puedan quedarse con la fábrica en canje de las deudas que la empresa tiene con ellos y constituirse como cooperativa. Pero el kirchnerismo las han apoyado de una forma ambigua. No reprimen, no son hostiles, no las quieren echar, pero tampoco están tan a favor: no han elaborado una política que las sostenga mucho más con proyección. La idea de los Kirchner está basada en el pleno empleo a través de las empresas o del gobierno. Ellos no ven el modelo de autogestión sostenible.
Pero ¿en qué se palpa el déficit legislativo?
Ese gran déficit de legislación significa, por ejemplo, que, aunque cada una de las cooperativas tienen su propia dinámica, todas tienen un mismo conflicto: el de la propiedad, y que, aunque hay una ley de expropiación que las protege, es de manera temporal. No se terminan de ejecutar las leyes, siguen en precariedad legal, la propiedad sigue en litigio. De hecho, la Corte Suprema de la Nación falló en dos casos en contra, pero a ver quién viene a echar a los trabajadores. Nadie toma la decisión de ejecutar esos fallos. El gobierno no dice nada: ni desobedece las sentencias judiciales, ni firman las órdenes de desalojo. Los trabajadores que recuperan la empresas prefieren ocuparlas, y a partir de una posición de fuerza, negociar la continuidad, es el camino más seguro.
Cristina Fernández de Kirchner, la actual presidenta de Argentina, no se vuelve a presentar al cargo en las próximas elecciones. ¿Qué puede pasar con las empresas recuperadas si gana la derecha?
Es difícil saber lo que va a pasar, pero no va a ser fácil que repriman a las que ya están. No va a ser tan fácil desalojarlas porque ocasionaría mucho conflicto y al gobierno de turno se le volvería en contra. La sociedad argentina no es que sea muy de izquierdas, pero ante la represión y a todas esas políticas que fueron comunes, reacciona. En Argentina hay muchos prejuicios ante los desempleados, entonces, la gente que está trabajando y que quiere seguir haciéndolo es muy bien valorada.
¿Cree que la idea de la autogestión se materializa cuando hay un cambio en la mentalidad individual y/o colectiva?
No sé si es siempre posible, pero esa fue la experiencia nuestra. Lo que sí que creo es que la autogestión tiene que producirse desde la gente común, con trabajadores comunes. Cuando apareció el movimiento en el 2002 se unieron militantes, intelectuales, etc. para apoyar el proceso, pero, se evidenció, al final, que son los propios trabajadores los que tienen que hacerlo. Pero, además, si no es así,
¿Quién hace la autogestión? ¿Qué sociedad queremos construir si no son los trabajadores quiénes hacen la autogestión? ¿Va a ser una casta de privilegiados? ¿Qué sentido tendría? ¿Para qué serviría? A veces, hay discusiones en las que se comenta que las empresas recuperadas son modelos de autogestión con trabajadores que no tienen conciencia, justamente, lo más valioso es que son gente que no se le había pasado la idea de la autogestión y que lo hizo, con muchos problemas, pero lo hizo. Esta experiencia demuestra que cualquiera puede hacer autogestión.
¿Se pueden autogestionar las empresas de salud y de educación?
Creo que el foco tiene que estar no en la empresa, sino en el trabajo. Se recupera la empresa, pero lo primero es recuperar el empleo, si esa empresa no puede dar trabajo, no hay nada que recuperar. Por ahí pasa la cuestión: no hay que forzar la realidad, tiene que ver con la dinámica económica y no se puede poner una empresa de diligencias y de carretas en el siglo XXI, es una estupidez total. Hay algunas áreas de la economía que son difíciles de recuperar. Eso sí, al no haber una autogestión generalizada, hay algunos sectores que se autogestionan y que a la vez son rentables para poder dar empleo a la gente que vive del trabajo. Y todos, menos los capitalistas, todos vivimos del trabajo.
¿Cómo valora todo el proceso de las empresas recuperadas?
En primer lugar hay que destacar que en los últimos diez años hay muchas menos quiebras y cierres, para mí es positiva porque han demostrado eficiencia para dar trabajo. Los trabajadores ya tienen la idea incorporada en la cabeza y comprueban que funciona. Se plantean la autogestión como algo válido. Antes ni se lo plateaban por cómo era el modelo, y si lo hacían siempre pensaban que tendría que producirse una revolución radical. Aquí, no hizo falta una revolución, los capitalistas se fueron. Lo que sí se ha aprendido es que el verdadero ideológo de las empresas recuperadas es el neoliberalismo, no deja ninguna vía de escape. Si hay necesidades, y no hay cómo satisfacerlas, ¿cuánto tiempo se puede aguantar? Aparecieron los piqueteros, los clubes de trueque, es la imaginación del pueblo que se pone en marcha…
Cómo podría surgir un número importante de empresas recuperadas en el Estado español?
Por un lado, hay empresas recuperadas que no las conoce nadie, pero existen (risas). Las hay simplemente porque es un proceso en el que una empresa capitalista pasa a ser gestionada por los trabajadores, puede ser una cooperativa. El nombre de empresa recuperada se inventa en la crisis argentina, antes nadie lo llamaba así, y nadie lo identificaba como una particularidad del proceso. A partir de ahí, empiezas a poner la lupa y te das cuenta que el capitalismo la produce todo el tiempo. Existen más de lo que se piensa. En Argentina encontramos cerca de 33 empresas recuperadas desde hace cincuenta o sesenta años.
Lo que ocurre en el Estado Español es que la crisis no ha llegado al peor punto todavía, siempre hay algo peor. Pero hay algo que lo diferencia de Argentina: que forma parte de la Unión Europea, y ahí está el problema. Nosotros, los argentinos, podemos devaluar la moneda, manejar el tipo de cambio o echar al FMI. Esas son cosas que hizo el gobierno de Kirschner y evitó que el pais volviera a explotar. El mismo capitalismo tiene que reconstruirse a sí mismo. El problema de la UE es que es el centro del capitalismo, y además, hace décadas que llevan construyendo esta unión de capitales, de estados europeos. Habría que salir del euro, pero ¿quién quiere salir?