Archivos Mensuales: enero 2015
El capitalismo es irreformable
por Xavier Caño.
No gana uno para sustos. La situación de la economía global, que no arranca ni a tiros, se agrava de forma paradójica por la rápida rebaja del precio del petróleo. Menos de 50 dólares el barril de petróleo es un palo para los países productores, pero también para la economía general. Muchos economistas coinciden en que el bajo precio del petróleo es un preocupante factor de inestabilidad económica. Y si sube, también. Un sistema de locos.
Pero no aprenden. Cuando la minoría rica y la clase política a su servicio se acobardaron por el hundimiento de Lehman Brothers, prometieron reformar el capitalismo para no repetir el desastre financiero que había estallado. Pero pronto olvidaron promesas y propósitos de enmienda y convirtieron la crisis en un modo de enriquecerse más y a mayor velocidad.
Abundando en las irresolubles contradicciones del capitalismo, si el crecimiento supone actividad económica, también es primera causa de la grave crisis ecológica, cambio climático incluido. El capitalismo ha devenido antieconómico, porque los beneficios no superan los perjuicios. Además de no poder evitar las crisis que lo erosionan una tras otra hasta el seguro colapso en el futuro.
En 2007 explotó una crisis poliédrica, con muchas caras: hipotecaria, financiera, económica general, de empleo, de deuda… Y las élites económicas la usaron para que el Estado cediera en su obligación de satisfacer los derechos de la ciudadanía, al tiempo de trasvasar rentas de la clase trabajadora y de esa ciudadanía a la minoría rica. Una derrama mil millonaria al sector financiero y privatización de lo público, lo que es de todos, más recortes sociales, rebajas salariales y pérdida de derechos generalizada.
Siete años después, no hay salida, según las previsiones de la OCDE para la economía mundial hasta 2060. La organización de los 34 estados más ricos del mundo advierte de que el crecimiento se reducirá un 60% respecto al actual, además de aumentar masivamente la desigualdad. Sin crecimiento, según la visión capitalista, no hay recuperación. Y con crecimiento nos cargamos la Tierra. Si el capitalismo necesita crecimiento exponencial para tener beneficios (y, en teoría, crear empleo), pero supone desigualdad y pobreza, no puede haber recuperación. ¿Qué recuperación verdadera deja en la cuneta a millones y millones de personas? ¿Acaso no conocemos los datos de pobreza, desigualdad y pobreza extrema en todo el mundo, no solo en países empobrecidos y subdesarrollados?n También en países ricos.
Si crece el número de marginados y excluidos en el próximo medio siglo, según prevé la OCDE, cuánta más gente se hunda en la pobreza, peor funcionará el capitalismo. Habrá mucha menos demanda y cada vez, menos. ¿No es significativo que hoy por cada dólar invertido en economía productiva, se dediquen 60 a la especulación financiera? O tal vez más. ¿Acaso el futuro que preparan las élites es el casino financiero? ¿Especular con bonos y títulos de deuda diversa? Pero los bonos y títulos no se comen, no visten a nadie, no curan enfermedades y no son un techo. Sin economía productiva, no hay economía de verdad y, por supuesto, no hay recuperación que merezca tal nombre.
Lo cierto es que, incluso olvidando el imperativo ecológico y la exigencia de combatir el cambio climático, el capitalismo es irreformable. Propuestas de bonísima intención, como la de Thomas Pikkety, de gravar a los más ricos del mundo con impuestos progresivos crecientes más un impuesto global sobre la riqueza para contrarrestar el capitalismo ‘patrimonial’ no tienen posibilidad alguna de aplicarse en el sistema actual. El buen deseo de que la riqueza no esté en pocas manos choca con el alma del capitalismo: concentrarse, ganar cada vez más y en menos tiempo. ¿Acaso puede haber otro capitalismo? ¿Un capitalismo que no genere desigualdades enormes? No, porque está en su ADN. Como está en su ADN ir hacia un colapso final. La única duda es cuándo será.
En realidad, se veía venir. ¿Qué pensar de un sistema que funciona por la inclinación natural al lujo, como escribió Bernard de Mandeville en 1714? Quienes de modo egoísta buscan su propio interés y placer y viven lujosamente, pontificó, hacen circular el dinero, la sociedad progresa y se da la acumulación de beneficios que precisa el capitalismo. Gastar el dinero en lujos beneficia a los pobres, decía Mandeville, porque la demanda de lujo favorece el desarrollo de las industrias y crea empleo.
¿Hace falta algo más para descalificar el capitalismo? Habrá que empezar a ver cómo sustituimos tal engendro.
https://xacata.wordpress.com/2015/01/12/el-capitalismo-es-irreformable/
131° Capítulo de ECONONUESTRAS 19-ene-2015
Celebrando 3 años en la radio sindical www.lavozdelostrabajadores.cl estrenamos la entrevista que hicimos en París a la panadería autogestionada La conquête du pain (La Conquista del Pan).
Proyectos de economía social en Buenos Aires: De la fábrica recuperada a la red de empresas cooperativas
Con la crisis de 2001, Argentina vio renacer una importante cantidad de proyectos basados en los movimientos obreros, como es el caso de las fábricas recuperadas por sus trabajadores y trabajadoras ante su cierre. Casi 15 años después, esa herencia de lucha colectiva y asamblearia en el terreno de la economía social se extiende a otros proyectos, como las jóvenes empresas cooperativas que aparecen en las grandes urbes argentinas.
por El Salmón Contracorriente.
En el barrio de Palermo, uno de los más extensos de Buenos Aires Capital, se encuentra el gran pulmón verde de la ciudad, los bosques de Palermo, y también un pequeño espacio donde la economía social respira hondo. ElMercado Solidario de Bonpland es una nave de estética industrial, con la estructura de hierro tan característica de los mercados de abasto. Allí se organizan 25 puestos con alimentación, cerámica, ropa de diseño artesanal, higiene, libros, joyas… bajo criterios sociales y medioambientales que hacen de argamasa de un proyecto donde confluyen muchos otros.
La propia nave experimentó la crisis que estalla con el inicio de este siglo y se mantuvo en estado de abandono hasta que el movimiento barrial, La Asamblea de Palermo Viejo, decide ocuparla en octubre de 2002. Ese mismo año, el 50% de la población argentina vivía bajo el umbral de la pobreza y la actividad económica se había reducido en un 10% en tan sólo dos años. Desde entonces, las negociaciones con el Gobierno de la ciudad han pasado por todo tipo de etapas y, aunque algunas asociaciones e iniciativas dejaron el proyecto, otras nuevas han llegado con fuerza.
Es el caso de Colectivo Solidario, en cuyo puesto nos recibe Montse Miño, mientras corta un enorme queso de mozzarella para una clienta porteña: “Este queso lo produce una fábrica recuperada. Ante el cierre, los trabajadores se encargaron de su gestión”, nos cuenta.
Esta es una de las líneas fundamentales del proyecto, el apoyo a empresas recuperadas, aunque cada vez introducen más criterios relacionados con la agricultura ecológica y la sostenibilidad medioambiental. La economía social y solidaria revivió en Argentina azuzada por la crisis de 2001 y ahora van tomando forma otros proyectos que amplían y experimentan con el territorio de la economía social: “En estos años se ha avanzado enormemente en la elaboración de otras formas de producir, necesitamos ahora dar pasos en la distribución, el consumo y la utilización de desechos y residuos. Esto también es fundamental para recuperar la soberanía en el consumo”, explican.
Montse Miño en uno de los puestos itinerantes de Colectivo Solidario
Colectivo Solidario es una cooperativa de trabajo que nace en 2010 y ya cuenta con siete jóvenes profesionales en diversas áreas. La última en llegar es contable, ante el crecimiento en la gestión de pedidos. Comenzaron vendiendo productos en internet y algunas ferias ocasionales, hasta que en 2011 pasaron a ocupar un espacio en el Mercado de Bonpland. Hacen de intermediarios entre los productores de la economía social y la ciudadanía porteña más sensibilizada con este tipo de consumo, pero no quieren limitarse a ser unos “pasa manos de productos”. De hecho, para obtener la licencia de empresa cooperativa tuvieron que convencer al Ministerio de Desarrollo Social de que su actividad no es meramente especulativa: “Hay un cuello de botella porque las empresas de la economía social tienen una producción creciente y no llegan al gran público”, explica Montse, que nos muestra gráficos pormenorizados sobre cómo se reparte el dinero en cada eslabón de su actividad.
Colectivo Solidario consiguió entrar hace dos años en el Programa de Trabajo Autogestionado, una línea de ayuda con fondos del PNUD y el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, que se creó ante la demanda de inversión de las fábricas recuperadas. A través del programa reciben 800 pesos mensuales (unos 80 euros) por cooperativista y acceden a otras ayudas para, por ejemplo, la compra de una furgoneta, un frigorífico y una máquina de corte de embutido. Además, como cooperativa de trabajo disfrutan de algunas exenciones fiscales, en la tributación de Impuestos a las Ganancias y en los Impuestos de Ingresos Brutos.
Como otras entidades de la economía social, Colectivo Solidario pone especial cuidado en los criterios sociales y medioambientales que les identifican, de tal forma que sus productos provienen de fábricas recuperadas, emprendimientos de la agricultura familiar, cooperativas de trabajo y proyectos productivos asociativos. También distribuyen productos agroecológicos, pero el primer eslabón lo ocupan los proyectos colaborativos y autogestionados, bajo criterios de horizontalidad y participación.
En estos cinco años de vida han ido estableciendo una red de confianza con estos productores y con otras entidades de la economía social, que intentan trasladar cada día a sus clientes del Mercado Bonpland: “Queremos trabajar la distribución con valores de ayuda mutua, democracia y solidaridad”, nos explica Montse, que también hace un análisis de lo que no quieren ser, las dinámicas especulativas que dominan la actual distribución de alimentos: “El soterramiento de este papel de la distribución permite la opresión de los productores, beneficiando a las multinacionales de la industria agroalimentaria”, dice.
Bajo una enorme cúpula de hierros que vienen y van, el Mercado Solidario de Bonpland parece un viejo mercado de abasto un tanto especial. Hay, como antaño, productos a granel y carteles con precios escritos a mano. Pero detrás de los mostradores se ven bastantes jóvenes. Representan las nuevas formas de un cooperativismo que hereda con orgullo el carácter social de las fábricas recuperadas.
http://www.elsalmoncontracorriente.es/?De-la-fabrica-recuperada-a-la-red
¿Realmente medimos bien cuánto crece la economía?
por BBC Mundo.
¿Cómo sabemos si una economía anda bien?
La herramienta más usada por una larga legión de economistas, políticos, medios e instituciones es el Producto Interno Bruto (PIB).
Es prácticamente imposible leer una nota, documento o estudio económico que no incluya como elemento central el PIB.
Según Francois Lequiller, autor de «Comprendiendo las cuentas nacionales», y asesor del departamento de Estadísticas de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo), es un concepto al mismo tiempo útil y limitado.
«El PIB mide la producción total como queda explícito en el término Producto. Esto significa cuantificar todos los bienes y servicios que produce una sociedad en un período determinado. Es un instrumento importante, pero no la palabra definitiva y final sobre una economía», señaló a BBC Mundo.
PIB de un almuerzo
El PIB ha sido comparado con la cuenta de un almuerzo.
Como ejemplo, imaginen que en la cuenta figura que la mesa 14 con tres comensales pagó US$200 y consumió una entrada, un pollo y un pescado con ensalada y patatas fritas, un postre, dos cafés, vino y agua, pero no dice que uno de los comensales consumió en cada una de las paradas, otro apenas probó el pollo, el café y el vino mientras que el tercero se dedicó a mirar a los otros dos y picar lo que podía del pan de la casa.
Pero si además se quisiera hacer un ranking del PIB del restaurante, se puede llegar a la conclusión de que otra mesa, la 15, comió mucho mejor que la 14 porque gastó más, obviando el hecho crucial que en ésta otra había 50 comensales.
A principios de 2012, un ranking anunciaba que Brasil había superado al Reino Unido como sexta economía mundial, nueva prueba según los analistas, del nuevo equilibrio mundial entre países desarrollados y en desarrollo.
Casi nadie mencionó que la población del país sudamericano era más de tres veces mayor que la del europeo.
Ponderando el PIB
Las limitaciones del dato bruto del PIB obliga a los economistas a ponderarlo continuamente con otros datos como población o productividad o distribución de ingreso, todos indicadores fundamentales no solo para evaluar una nación sino también para compararla con otras.
Con casi 1.400 millones de personas, China tiene una masa productora y consumidora de bienes y servicios que aumenta por su propio peso el PIB, pero para que la comparación con un país con 80 millones de habitantes como Alemania tenga sentido es necesario incorporar el PIB per cápita.
Un crítico del uso excesivo del PIB para evaluar la salud de una política económica, Juan Valerdi, economista de la Universidad de la Plata, en Argentina, señala que el indicador nos puede dar una aproximación a ciertos aspectos.
«El PIB busca precisar el nivel de bienestar material de una sociedad, pero también da una idea del poder de fuego de una nación no solo como mercado productor sino de consumidores. Cuando se dice que Brasil tiene tanto PIB se está diciendo que es un país de casi 200 millones de personas que están consumiendo tantos servicios. Lo mismo con China o India», indicó a BBC mundo.
Aún con estas limitaciones, el PIB es una medición colosal que incluye toda la producción fabril y de servicios (comercio, finanzas, servicios profesionales y domésticos, etc.), así como la inversión estatal en sectores como salud o educación, mucho más difícil de ponderar en un número exacto.
En un país como Francia con una población de más de 65 millones de personas implica la sumatoria de los datos del sector privado – unas dos millones y medio de firmas – y del sector público – unas 120 mil entidades.
¿De dónde sale la información para medir algo tan descomunal?
«Una de las fuentes principales, pero no la única, son las declaraciones impositivas. Si a esto se le suman las cuentas del sector público, estadísticas empresarias, información del sistema financiero, encuestas y otras fuentes, junto a un sistema estadístico eficiente, podemos tener una idea clara de lo que produce el 90% de la economía», señala Lequiller.
En Francia la tarea de consolidar el dato en un número final uniendo estas diversas fuentes de información la realiza el Departamento de Medición del PIB que cuenta con unos 180 empleados.
Según Nicholas Oulton, del Centre for Economic Performance de la London School of Economics, el cálculo del PIB es lo suficientemente abarcador y sofisticado como para incluir elementos no registrados oficialmente como la evasión fiscal o el trabajo en negro.
«El PIB se construye con estimaciones del gasto y el ingreso total. El gasto es, por definición, igual al ingreso total. Si hay más consumo que ingreso que no se justifique a través del crédito, tenemos un arma para calcular la evasión fiscal», señaló a BBC Mundo.
Midiendo catástrofes
La desproporcionada ambición del PIB (¡medir toda la economía que producen millones de personas!) y sus indudables límites no han evitado que en la vulgata mediática económica el crecimiento del PIB sea siempre presentado como una buena noticia a pesar de que esta medición es una cuantificación pura que no dice mucho sobre la calidad del crecimiento económico.
«Una tragedia ecológica como un tsunami puede tener un impacto positivo porque la actividad económica de reconstrucción que sigue a una catástrofe produce un aumento del PIB», señala Lequiller.
Una ola de robos puede hacer crecer el sector de seguridad de una economía con el consiguiente aumento de la producción de alarmas y Cámaras de Circuito Cerrado y un incremento en el empleo por la contratación de personal de seguridad, pero nadie considera que haya que alentar estas actividades para mejorar la marcha de la economía.
Abundan las correcciones metodológicas para medir lo que realmente produce una economía en un determinado período.
Desde el punto de vista económico todo servicio (cuidado de niños, cortar el pelo, etc.) debería formar parte del PIB, pero por convención este no se cuenta cuando lo hace la familia misma y no existe pago concreto (a diferencia de si lo hace una niñera o uno va a una peluquería).
La economía ilegal presenta otro reto. El año pasado al Unión Europea (UE) decidió incluir en el PIB las transacciones económicas de la prostitución y el tráfico de drogas.
La estimación fue que en Italia la «economía criminal» constituía casi un 11% del PIB, en España lo aumentaba entre un 2,7 y un 4,5% y en Portugal un 0,4%.
Sobre fetiches
Estas «peculiaridades» del PIB han llevado a que una comisión nombrada por el gobierno francés, con el Premio Nobel Joseph Stiglitz a la cabeza, señalara en un documento en septiembre pasado que era indispensable abandonar «el fetichismo del PIB» para tomar decisiones de política económica.
No es la primera iniciativa al respecto. Los indicadores de Human Development de Naciones Unidos o las Medidas del Progreso en Australia o el índice «Better life» de la OECD procuran incluir diferentes indicadores – salud, educación, medio ambiente, vivienda y delincuencia – a la medición de una economía.
En este sentido cabría preguntarse si el PIB – y cómo se lo usa políticamente y en el debate público – ayuda a evaluar la marcha real de un programa económico.
La interpretación de los economistas varía bastante.
«Con más PIB hay más empleo, indicador fundamental del bienestar. Al mismo tiempo es necesario combinar este indicador con otros para evaluar la marcha de una economía. Hay un inconveniente metodológico. Indicadores como salud, educación, vivienda, etc. son más difíciles de cuantificar y consolidar en un solo número. De ahí la fascinación de mucha gente con el PIB», asegura Francois Lequiller, de la OECD.
Mientras que Juan Valerdi, de la Universidad de la Plata asegura: «Como está usado hoy, el PIB refuerza la idea de que cuanto más bienes y servicios más bienestar o felicidad y mejor es una política económica. Esto es una distorsión que lleva a muchos errores. La cantidad de horas trabajadas de una economía aumenta el PIB, pero puede desequilibrar por completo el equilibrio trabajo-ocio, fundamental para un ser humano. Otro ejemplo, se toma el dato bruto, pero raramente se lo pondera con el coeficiente Gini para saber cómo está distribuido, con lo cual no se dice mucho sobre el bienestar individual».
Y entre tanto, Nicholas Oulton de la London School of Economics lo interpreta así: «Aunque el PIB no es la medida del bienestar humano, es un componente de este bienestar. El volumen total de bienes y servicios a los que tiene acceso una persona claramente contribuye a su bienestar. Si se correlaciona el PIB con indicadores como la mortalidad o la expectativa de vida, se ve que el nivel del PIB tiene un impacto positivo en estos dos indicadores fundamentales».
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2015/01/150114_economia_como_medir_pib_finde_mj