Mayo, mes del Marx
Hace 195 años, en el Reino de Prusia, nacía Karl Marx uno de los más influyentes pensadores de la historia y un pionero en la visión económica crítica, en especial desde el lente del trabajador, ayudando a conocer ese incipiente enemigo venido de la revolución industrial y el fortalecimiento de los bancos europeos: el Capitalismo.
Autor del clásico Das Kapital, donde realiza un profundo análisis del Capitalismo y cuyo 1° tomo está por cumplir 146 años desde su primera edición, hoy en día ha vuelto a transformarse en un súper ventas a raíz de la crisis económica que estallase en el año 2008.
En el mes de su cumpleaños, en un programa especial titulado ‘Mayo, mes del Marx’, y para analizar la vigencia del filósofo alemán, participó en econonuestras el cientista político y economista Rafael Agacino.
«La economía es la relación social entre dos clases»
En la Europa de mediados del siglo XIX, en medio de las revoluciones de 1848, Marx va elaborando su teoría en base a la dependencia entre las formas políticas y las formas económicas. Como nos cuenta Rafael Agacino: “la crisis política que observa Marx tiene que ver con un poder que subyace a esto: la cuestión económica”. De esta forma, Marx va concluyendo que, en el caso del Capitalismo, ese poder económico estaría definido por una humanidad dividida en dos: una que vende lo único que tiene (su talento productivo) y otra que lo compra y que tiene derecho de uso y abuso. El primero es el generador de la riqueza, el segundo es quien la controla; el primero es el trabajo, el segundo el capital.
“Como no somos propietarios de los medios de producción, ni no somos propietarios de dinero ni de medios de consumo, tenemos que salir a comprar los bienes, las mercancías. Cómo las compramos? Comprando dinero. Cómo compramos dinero? Vendiendo lo que tenemos. Qué tenemos? Precisamente lo que genera esa riqueza”, nos explica Rafael.
Qué significa ese control que posee el capital? Que las decisiones cruciales económicas: qué se produce, cómo se produce, para quién se produce no está en manos del trabajador, del productor, del generador de riqueza, sino es decidido por el capitalista y su búsqueda de la ganancia. Según Marx, nos explica nuestro entrevistado: “en las sociedades de clases (…) hay una contradicción de base: es un sector de la sociedad el que decide las cuestiones cruciales, vitales para la sobrevivencia de la especie y la reproducción de la sociedad”. Tales decisiones parten desde quién trabaja y quién no, pues hay algunos que para vivir deben trabajar, mientras otros no están obligados a trabajar para poder vivir y, en cambio, compran el trabajo de otro y deciden qué se hace con ese talento productivo. Condición que, por lo demás, no ha cambiado en absoluto desde los tiempos de Marx.
Pero tal división de clases se haya invisibilizada en el Capitalismo. En los modos de producción anteriores (Servidumbre, Esclavismo) era más evidente la división de clases, mientras en el Capitalismo se observa una igualdad aparente ante la ley, pues por ejemplo el voto de un empresario vale lo mismo que el voto de un trabajador. Entonces, cómo opera el Capitalismo para apropiarse de nuestro trabajo? Una de las aristas principales es la moral: enalteciendo el trabajo y la productividad, aunque los frutos de éstos no se distribuyan para quienes lo producen. Ahora sabemos a quién beneficia aquello de “el trabajo dignifica”, o como rezaba la entrada al campo de concentración de Auschwitz: “el trabajo os hace libres”.
En un país como Chile, donde todos se consideran clase media, Rafael nos explica que Marx no define las clases por la cantidad de mercancías que los sectores sociales pueden conseguir, sino por el rol que cumplen en esta relación social, es decir: ya sea como explotador o como explotado. Los patrones de consumo, que son los utilizados para hablar de sectores medios (y no de clase media), están definidos más que todo por el nivel de ingreso y, por ello, aparejados con la opresión capitalista más que con la explotación.
La opresión se evidencia en la apropiación de la ‘riqueza no producida’, mientras la explotación, en la apropiación de la ‘riqueza producida’. Como ‘riqueza no producida’ entendemos la tierra, los recursos naturales, cuya apropiación significa privar al otro (privatizar) y con ello desplazar, contaminar… oprimir; mientras la ‘riqueza producida’ es apropiada cuando alguien obtiene riqueza como resultado de la compra de una fuerza de trabajo que produce más de lo que se le paga, y a eso se le llama explotación.
Por ejemplo: un campesino que no trabaja para otro, no es explotado, pero sí es oprimido, si es que ha sido desplazado por forestales o porque las semillas se privatizaron y ahora debe pagar por ellas. “Las clases están definidas por el control de la capacidad productiva que uno tiene”, nos refuerza Rafael.
Por ello, la unión entre oprimidos y explotados es una constante en las estrategias anticapitalistas, “porque el enemigo es el mismo, es el capital” nos dice nuestro invitado, imaginando por ejemplo una alianza entre trabajadores forestales explotados y mapuche oprimidos.
Control popular del talento productivo de la humanidad
El móvil del capital es la ganancia. Por ello, al empresario le da lo mismo lo que produzca mientras le genere riqueza. El qué se produce se define en torno al afán de la ganancia, del lucro. Pero, qué sucedería si esa decisión estuviera en nuestras manos?
Rafael nos aclara: “si cada uno de nosotros tuviéramos medios de producción, pudiéramos organizarnos independientemente del capital, para qué trabajar para otro? Mejor trabajamos comunitariamente. Donde además pudiéramos decidir en asamblea el qué producir, el cómo y el para quién: eso sería el control popular del talento productivo de la humanidad”.
La alternativa al Capitalismo, que Marx ayudó a desnudar, es el control de la vida por parte de quienes la construyen, fuera de parásitos que no necesitan trabajar para vivir. Justamente se trata de la soberanía del tiempo de vida en espacios comunitarios, aquello a lo que Marx entendía como Comunismo.
Comunismo, con un principio distributivo basado en que la producción es social, puesto que el talento productivo deriva de lo social. El problema es que, en términos de distribución, la planificación que proponía Marx y que reemplazaría al mercado, fue dejada en manos del Estado, monopolizada por una suerte de burocracia que decidía. Lo anterior, no apunta al sentido comunitario original. Ello viene a reflejar lo añejo de la dicotomía Estado-Mercado, y en cambio la urgencia del protagonismo popular, de la autogestión social, del control soberano de la producción en nuestras manos y nosotros decidiendo qué, cómo y para quién producir.
El proyecto de Marx es emancipador, significa subvertir las trabas que hacen que el talento productivo de la sociedad sea controlado por los burócratas a través del Estado o por el burgués, el tecnócrata, vía mercado. Tal emancipación requiere una forma de organización horizontal, participativa. Como nos comenta Rafael, para Marx el enfrentamiento al capital: “es un acto revolucionario para asumir el control de nuestras vidas”.
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