Radiografía al valor del salario mínimo

Por Gonzalo Durán, Economista Fundación SOL 

El pasado martes 19 de marzo, el Gobierno ingresó al parlamento el proyecto de Ley para determinar el salario mínimo del año 2013. El monto ingresado fue de $205.000 brutos al mes, es decir, un aumento nominal de $62 en el valor hora y de $48 si se considera la inflación.

Un salario mínimo de $205.000 bruto, equivale a un ingreso disponible para el bolsillo de $164.000 (valor líquido, luego de descontar las cotizaciones), esto es, un salario que valora la hora de trabajo en $850 (en el líquido) y $1.063 (si es bruto), ¿tiene nuestro país un salario mínimo infravalorado? veamos algunos elementos…

De acuerdo a lo datos disponibles en los distintos países de América del Sur y del Fondo Monetario Internacional (FMI), con $205.000 en su salario mínimo, Chile sería el cuarto más elevado de un grupo de diez países sudamericanos. En efecto, cuando se consideran dólares ajustados por su paridad de poder de compra, es decir, controlando las diferencias en los costos de vida entre los diferentes países, Chile tendría un salario mínimo inferior a Argentina, Paraguay y Ecuador.

Un segundo examen, consiste en compararse con los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD). En este caso, controlando por la paridad de poder de compra, Chile tiene el segundo valor hora más bajo en el salario mínimo. El valor hora del salario mínimo OECD es prácticamente el triple del valor hora chileno. Si consideramos la distancia entre los PIB per cápita (de los países con salarios mínimos), la brecha es 1,8 veces.

Un tercer examen, consiste en evaluar el salario mínimo cuando los países OECD que tenían salarios mínimos enfrentaban un PIB per cápita como el chileno. Es decir, cuando eran similares económicamente hablando. En ese caso los datos confirman una notoria infravaloración del caso chileno: ya para 1970, países como Francia, Holanda, Estados Unidos y Canadá (entre otros) tenían el doble del salario mínimo chileno.

Un cuarto examen consiste en someterlo a la prueba de Kaitz-Ajustada por desigualdad. En ese caso la métrica señala que si el salario mínimo como proporción del PIB per cápita mensual es menor a 30%, existe una situación de minisalario mínimo (ver estudio OIT). El dato para Chile: 29,7%, la proporción más baja de Sudamérica.

Finalmente, explorar la relación entre pobreza monetaria y salario mínimo es una tarea ineludible.

Los datos de la última Encuesta de Caracterización Socioeconómica (CASEN) muestran que con el salario mínimo propuesto, una familia del primer decil (es decir el 10% más pobre de la sociedad) tiene altísimas probabilidades de ser una familia pobre y sus trabajadores, de ser trabajadores pobres.

Para medir con precisión esta relación, se debe considerar que en el primer decil por cada 4,8 personas en el hogar 1 trabaja. Por lo tanto, considerando un salario mínimo menos sus descuentos previsionales, y tomando $101.000 como el valor de la línea de la pobreza (ajustada según la metodología del Ministro de Hacienda Felipe Larraín), el salario mínimo propuesto permite cubrir tan solo un 33,4% de la línea de pobreza. Si fuesen dos los trabajadores/as, la familia aún no superaría la pobreza.

Los elementos previamente descritos, sugieren la existencia de una sintomatología múltiple que confirma la tesis de una infravaloración del trabajo en Chile. Un país con cerca de US$20.000 per cápita, dibuja una situación donde el minisalario mínimo tiene relaciones causales, con las tasas de ganancia máxima en el empresariado.

Y es que el sueldo mínimo también es un mecanismo de transferencia de riqueza, de ese crecimiento que sencillamente no llega: considérese que entre 1990 y 2011 la diferencia de ingresos entre las personas que pertenecen al 5% más rico y aquellas que pertenecen al 5% más pobres, aumentó en un 100% (de 130 a 260 veces), para entender que los trabajadores no verán mejoradas sus condiciones de vida por arte del «chorreo«.

Ese es un elemento medular del análisis: cambiar el diagnóstico, implicará que unos (los empresarios) pierdan cuotas de ganancias. Y eso, eso sí que parece ser no negociable en un país como Chile.    

Esta realidad difícilmente cambiará bajo el actual marco institucional de fijación del salario mínimo, que no contempla la participación activa de los trabajadores. El alza del sueldo mínimo, es «la política» salarial que tiene Chile en ausencia de una negociación colectiva fuerte y, tristemente, también aquí, los principales protagonistas parecen carecer de poder.

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